El “efecto Pandora” tiene su origen en un antiguo mito griego. Cuenta la leyenda que los dioses tendieron un trampa a Epimeteo para castigar a su hermano, el titán Prometeo que les había robado el fuego para regalarlo a los hombres.
Epimeteo, deslumbrado por la gracia y la belleza de Pandora, ignoró la promesa que había hecho a su hermano Prometeo de no aceptar jamás un regalo de los dioses y la tomó como compañera de vida. Pandora llevaba un «regalo envenenado», una caja que le había dado Zeus y que no debía abrir bajo ninguna circunstancia.
Sin embargo, la curiosidad ganó la batalla y un día, mientras Epimeteo dormía, Pandora abrió la caja. Cuando levantó la tapa, escaparon todas las desgracias y males que podían afectar al hombre y se extendieron por el mundo, desde las enfermedades y el sufrimiento hasta las guerras y el hambre o sentimientos como la envidia y la ira.
Nosotros seguimos conservando la curiosidad que motivó a Pandora a abrir aquella caja y, al igual que le ocurrió a ella, también nos juega malas pasadas.
La curiosidad nos motiva más que la seguridad
La curiosidad a menudo es positiva. La curiosidad es lo que nos lleva a seguir explorando y se encuentra en la base del progreso científico. La curiosidad es lo que nos saca de nuestra zona de confort y muchas veces también nos empuja a superar nuestros propios límites. La curiosidad nos permite seguir aprendiendo y descubrir cosas maravillosas. Sin embargo, también puede jugarnos malas pasadas.
Por ejemplo, en inglés se utiliza la palabra rubbernecking para referirse a la tendencia a quedarnos mirando durante demasiado tiempo los accidentes automovilísticos cuando pasamos por delante. Un estudio muy interesante patrocinado por el gobierno del Reino Unido sobre los accidentes en la autopista atribuyó el 29% de ellos a los conductores que se atascaban en el otro sentido porque se quedaban mirando el accidente que había ocurrido en la vía aledaña. Finalmente, la Agencia de Carreteras del Reino Unido redujo los accidentes erigiendo barreras gigantes en los sitios donde se producían los accidentes para evitar que el resto de los conductores se distrajeran.
El problema es que simplemente nos cuesta mucho vencer la curiosidad. En un estudio realizado recientemente en la Universidad de Chicago, estos investigadores descubrieron que el efecto Pandora sigue estando presente: tenemos curiosidad, incluso si sabemos que el resultado será negativo.
Los investigadores dieron a los voluntarios una caja que contenía bolígrafos para hacer bromas que daban una descarga eléctrica ligeramente dolorosa pero inofensiva cuando se activaba el botón de la parte superior. A un grupo le dieron bolígrafos con una pegatina roja, que indicaba que darían una descarga eléctrica y con una pegatina verde para señalar que eran seguros. A otro grupo le dieron una caja de bolígrafos con una pegatina amarilla que significaba que el resultado sería incierto; o sea, no se podía saber si ese bolígrafo daría una descarga.
A continuación, los investigadores dijeron a los participantes que podían echar un vistazo a los bolígrafos mientras esperaban a que comenzara el estudio. La trampa radicaba en que el experimento ya había comenzado y los investigadores en realidad estaban observando sus conductas. Así constataron que, contra toda lógica, aquellos que tenían los bolígrafos con la pegatina amarilla (resultado incierto) tenían cinco veces más probabilidades de presionar el botón y recibir una dolorosa descarga que quienes estaban en el grupo de los resultados seguros (rojo/verde). La curiosidad simplemente era más fuerte que el sentido común.
Y no fue solo a ellos. En un segundo experimento parecido, los investigadores dieron a algunos participantes dos o tres botones que podían presionar en cualquier momento. En el primer caso, las personas tenían un botón que emitía un sonido neutro (agua vertida en un vaso) o un sonido negativo (chirrido de tiza sobre una pizarra). El otro grupo tenía ambos botones más una tercera opción con un 50% de posibilidades de reproducir el sonido neutral o negativo.
Si alguna vez has escuchado el chirrido de la tiza sobre una pizarra, es probable que hagas cualquier cosa para evitarlo ya que se trata de uno de los sonidos más desagradables. Y, sin embargo, cuando ese botón misterioso estaba disponible generaba tal curiosidad que las personas lo presionaban un 30% de veces más que los botones de resultado seguro.
¿Cómo contrarrestar el efecto Pandora?
Somos víctimas del efecto Pandora porque no valoramos las consecuencias emocionales de nuestras acciones. Es decir, estamos tan empeñados en satisfacer nuestra curiosidad que no consideramos el resultado negativo que podríamos obtener.
En práctica, es como si la curiosidad produjera un secuestro emocional en toda regla evitando que reflexionemos sobre las consecuencias de nuestros actos. Nos obsesionamos tanto con descubrir lo que ocurre que nuestra perspectiva se estrecha y no logramos ver más allá de la curiosidad. Es como si ese deseo ocupara casi todo en nuestra mente relegando a un segundo plano la racionalidad.
La buena noticia es que no estamos completamente a merced del efecto Pandora. Existen diferentes estrategias para contener la curiosidad. Por ejemplo, podemos pensar en las consecuencias de nuestras decisiones, en especial las negativas o perjudiciales. Esta técnica de análisis costo-beneficio nos ayudará a recuperar el control y actuar con mayor sensatez.
Otra estrategia para mitigar la curiosidad consiste en enfocarnos en las emociones negativas que experimentaremos si tomamos cierta decisión y las cosas se tuercen. En ese caso, no estamos combatiendo el efecto Pandora con la razón sino con la propia emoción. Emociones como el asco o el miedo son profundamente aversivas, así que es probable que mantengan a raya nuestra curiosidad.
Referencias Bibliográficas:
Doward, J. & Slater, C. (2009) Giant screens at crash sites to end ‘rubbernecking’ danger. En: The Guardian.
Hsee, C. K. & Ruan, B. (2016) The Pandora Effect: The Power and Peril of Curiosity. Psychological Science; 27(5): 659-666.
Efecto Pandora: ¿por qué la curiosidad prevalece sobre el sentido común?