En el mundo enigmático de la ciencia de la conciencia, la Teoría de la Información Integrada (IIT) ha sido un tema de debate candente. Propuesta por el neurocientífico italiano Giulio Tononi en 2004, la IIT sostiene que la conciencia es idéntica a la cantidad de «información integrada» que un sistema contiene. Para algunos ofrece una forma elegante de explicar el llamado «problema duro de la ciencia». Pero, ¿es esta teoría una exploración legítima de la conciencia o se desliza hacia el reino de la seudociencia y la marginación del mainstream?
La IIT no se resume fácilmente. En su núcleo, plantea que la conciencia es proporcional a la cantidad de información integrada que un sistema posee, es decir, la información que el sistema en su conjunto tiene más allá de la información poseída por sus partes individuales. La teoría comienza con «axiomas fenomenológicos», afirmaciones supuestamente evidentes por sí mismas sobre la naturaleza de la conciencia.
En junio, durante la 26ª reunión anual de la Asociación para el Estudio Científico de la Conciencia en Nueva York, se anunciaron los resultados de un concurso experimental entre la IIT y la teoría del espacio de trabajo global. La cobertura mediática que siguió a este evento provocó que un grupo de 124 científicos y filósofos de la conciencia publicaran una carta abierta, tachando a la IIT de «seudociencia».
La acusación de seudociencia se basa en la afirmación de que la IIT no es empíricamente comprobable. Sin embargo, «la teoría, en su totalidad, no es empíricamente comprobable», no justifica etiquetarla como seudociencia. Para ser genuinamente científica, una teoría solo necesita generar predicciones comprobables, y la IIT ha hecho precisamente eso. Más aún, el caso de la conciencia tiene algo que en sí mismo parece definir algunos de los postulados de la ciencia, al menos de una ciencia materialista reduccionista, y parece requerir traer al plato a los filósofos.
Uno podría preguntarse por qué existe una resistencia tan vehemente hacia la IIT. ¿Es un reflejo de las limitaciones percibidas de la teoría o hay algo más profundo en juego? La IIT, con sus implicaciones radicales, desafía las nociones convencionales y cómodas de la conciencia. Sugiere que la conciencia es extremadamente generalizada en la naturaleza, una afirmación que, de ser cierta, podría tener implicaciones profundas y perturbadoras para nuestra ética, nuestra tecnología y nuestra propia autoconcepción.
«La carta proporciona ninguna definición de ‘seudociencia'», escribió Tim Bayne, profesor de filosofía en la Universidad de Monash. Este vacío en la argumentación crítica es revelador. En la intersección de la ciencia, la filosofía y la ética, la IIT nos invita a cuestionar, a explorar y, lo más crucial, a entender que nuestra comprensión de la conciencia está lejos de ser concluyente.
La resistencia a la IIT podría ser menos un reflejo de sus limitaciones científicas y más un indicador de nuestra reluctancia colectiva a enfrentar las preguntas incómodas y profundas que plantea sobre la naturaleza de la conciencia, la vida y la existencia misma. En este viaje hacia la comprensión, es imperativo que abordemos estas teorías con una mente abierta, un espíritu crítico y la valentía para explorar los rincones más oscuros y misteriosos de la existencia humana.
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