Los científicos creen que los antiguos egipcios solo terminaron el trabajo que algo más empezó.
Crédito: Makalu.
A lo largo de los siglos, historiadores y arqueólogos han explorado los misterios detrás de la Gran Esfinge de Guiza: ¿Cómo lucía originalmente? ¿Qué pretendía representar? ¿Tuvo un rostro original felino? Sin embargo, se ha prestado menos atención a una pregunta más fundamental: ¿Tuvieron los alrededores naturales algún papel en su formación?
Para abordar esta cuestión, que en ocasiones ha sido planteada por otros, un equipo de científicos de la Universidad de Nueva York (NYU) replicó las condiciones que existían hace 4.500 años —cuando los egiptólogos ortodoxos aseguran que se construyó la Esfinge— para mostrar cómo el viento impactó sobre formaciones rocosas, posiblemente dando forma a una de las estatuas más reconocibles en el mundo.
«Nuestros hallazgos ofrecen una posible “historia de origen” sobre cómo las formaciones similares a la Esfinge pueden surgir a partir de la erosión», explica Leif Ristroph, profesor asociado del Instituto Courant de Ciencias Matemáticas de la NYU y autor principal del estudio, que ha sido aceptado para su publicación en la revista Physical Review Fluids. «Nuestros experimentos de laboratorio mostraron que, sorprendentemente, formas parecidas a la Esfinge pueden, de hecho, surgir de materiales erosionados por flujos rápidos».
El trabajo se centró en replicar yardangs, formaciones rocosas inusuales encontradas en desiertos como resultado del polvo y la arena transportados por el viento, y explorar cómo la Gran Esfinge pudo haberse originado como un yardang que posteriormente fue intervenido en mayor detalle por humanos en la forma de la estatua ampliamente reconocida.
Para hacerlo, Ristroph y sus colegas en el Laboratorio de Matemáticas Aplicadas de la NYU utilizaron montículos de arcilla suave con material incrustado más duro y menos erosionable, imitando el terreno del noreste de Egipto, donde se encuentra la Gran Esfinge.
Crédito: Laboratorio de Matemáticas Aplicadas de la Universidad de Nueva York.
Posteriormente, lavaron estas formaciones con un flujo rápido de agua, simulando el viento, que las esculpió y remodeló, eventualmente alcanzando una formación similar a la Esfinge. El material más duro o resistente se convirtió en la «cabeza» del león y muchas otras características, como un «cuello» subyacente, «patas» extendidas en el suelo y una «espalda» arqueada, se desarrollaron.
«Nuestros resultados ofrecen una teoría simple sobre cómo las formaciones similares a la Esfinge pueden surgir a partir de la erosión», observa Ristroph. «De hecho, existen yardangs en la actualidad que se asemejan a animales sentados o tumbados, respaldando nuestras conclusiones».
Yardang de Dunhuang, en Xinjiang, al oeste de China.
«Este trabajo también puede ser útil para los geólogos, ya que revela factores que afectan las formaciones rocosas, a saber, que no son homogéneas ni uniformes en su composición», agrega. «Las formas inesperadas provienen de cómo los flujos son desviados alrededor de las partes más duras o menos erosionables».
Fuente: NYU. Edición: MP.
Una fuerza no humana ayudó a esculpir la Gran Esfinge, afirman científicos