Henrry Kissinger murió este miércoles 29 de noviembre en horas de la noche, a sus cien años de edad. El histórico monje negro de las relaciones internacionales, conspicuo asistente durante décadas a las reuniones Bilderberg, exsecretario de Estado de los Estados Unidos, en las administraciones de gobierno del expresidente Richard Nixon y Gerald Ford, caballero del Imperio Británico, mano invisible de múltiples golpes de Estado en todo el mundo, fue uno de los políticos más influyentes de la política exterior de Occidente.
“Con su marcado acento alemán, su agudo ingenio, sus voluminosos escritos y su creencia en el poder pacificador de la realpolitik, Henry Kissinger fue uno de los profesionales de la política exterior y la seguridad nacional más influyentes de la era posterior a la Segunda Guerra Mundial y se mantuvo activo en la seguridad nacional durante más de 70 años”, expresa el comunicado de su web oficial, la firma Kissinger Associates Inc, fundada por el propio Kissinger.
Con un rol clave en la Guerra de Vietnam, promovió la retirada de tropas norteamericanas y su reemplazo por tropas vietnamitas y el incremento de los bombardeos aéreos. Sus críticos señalan también que fue responsable de atrocidades como los bombardeos aéreos secretos de EE.UU. en Camboya.
También es recordado en Hispanoamérica como un “criminal de guerra” por su apoyo al Golpe de Estado en Argentina contra la entonces presidente de la Nación, María Estela Martínez de Perón en 1976, y por su rol en la Operación Cóndor lanzada en el Sur del Continente Americano.
El periodista estadounidese Jim Lobe, explicó en forma detallada hace ya un tiempo la implicancia del ex Secretario de Estado norteamericano, Henry Kissinger, en el impulso a la dictadura cívico militar en la Argentina:
“Dos días después del último golpe militar en Argentina, perpetrado el 24 de marzo de 1976, el entonces secretario de Estado de Estados Unidos, Henry Kissinger, ordenó a sus subordinados “alentar” la dictadura y ofrecerle apoyo financiero. La noticia salió a la luz 30 años después del golpe de Estado, al difundirse la transcripción de un diálogo oficial cuyo contenido había permanecido en reserva durante todo este tiempo, revelado por el independiente Archivo de Seguridad Nacional (NSA) con sede en Washington. El documento muestra a un Kissinger nada interesado en el alerta del entonces secretario de Estado adjunto para Asuntos Interamericanos, William Rogers, quien le advirtió que la junta militar intensificaría la represión contra disidentes de un modo que el apoyo estadounidense se volvería muy embarazoso. Aunque la junta militar “hoy tiene buena prensa, la línea básica de toda la interferencia es que debieron hacerlo (el golpe) porque ella (la depuesta presidenta Isabel Martínez de Perón) no podía gobernar el país”, dijo Rogers a su jefe. “Por eso pienso en que no podemos en este momento apresurarnos a abrazar al nuevo régimen, que dentro de tres a seis meses será menos popular con la prensa”, agregó. “Pero no podemos hacer lo contrario tampoco”, insistió Kissinger. “Sean cuales sean las posibilidades que ellos tengan, necesitarán un poco de aliento nuestro”. “Quiero impulsarlos”, continuó Kissinger, al tiempo que pedía revisar las instrucciones al embajador de Estados Unidos en Argentina, Robert Hill, para su primera reunión con el aún no designado canciller de la dictadura. “No quiero darles la impresión de que son hostigados por Estados Unidos”, explicó. Al mes siguiente, Washington aprobó una partida de asistencia militar para Argentina por 50 millones de dólares”.
El impulso de Kissinger en todos los diálogos revelados es muy claro: “Es nuestro interés” que se consolide la dictadura, observó Kissinger. Pero William Rogers acotó que el gobierno de Estados Unidos debería “esperar una gran represión, probablemente un buen baño de sangre” en Argentina. “Creo que deberán reprimir no solo a los terroristas sino también a los disidentes de sindicatos y partidos”, añadió.
Durante un encuentro en Santiago de Chile en junio de 1976 con el canciller argentino de la última dictadura César Augusto Guzzetti, el secretario de Estado de EE.UU. pronunció una frase que quedó para la posteridad: “Si hay cosas que tienen que hacerse, tienen que hacerlo rápido. Pero deberían volver rápidamente a los procedimientos normales”. El entonces secretario de Estado luego agregó: “Hemos seguido de cerca los acontecimientos en la Argentina. Le deseamos lo mejor al nuevo gobierno. Deseamos que tenga éxito. Haremos lo que podamos para ayudarlo”.
La consideración de Kissinger por la dictadura militar argentina era meramente instrumental. Supo decir: “los militares son tontos, son animales estúpidos para ser utilizados como peones en la política exterior”.
Unos años antes, en 1974, también planteó de manera instrumental las prácticas de control de la natalidad, como medio indispensable para poder evitar el consumo de recursos estratégicos por parte de poblaciones en crecimiento.
Memorando de Estudio de Seguridad Nacional 200:
“Implicancias del Crecimiento de la Población Mundial para la Seguridad de EE.UU. e intereses de ultramar”
(National Security Study Memorandum 200: Implications of Worldwide Population Growth for U.S. Security and Overseas Interests), NSSM200.
Fue adoptado como política oficial de EE.UU. por el presidente Gerald Ford, y, a través de organismos internacionales como el Banco Mundial y las Naciones Unidas, las políticas de control de la natalidad, incluyendo legislaciones favorables al aborto fueron impulsadas en todo el mundo.
El documento originalmente fue “clasificado”, pero más tarde se desclasificó y fue obtenido por investigadores en 1989:
“Donde sea que una disminución de las presiones poblacionales por medio de menores tasas de natalidad puede incrementar las perspectivas de estabilidad, la política poblacional se convierte en relevante para el suministro de recursos y para los intereses económicos de los EE.UU.”.
-Informe Kissinger, 1974, NSSM. 200
“La economía EE.UU. requerirá abundante y crecientes minerales extranjeros, especialmente de países menos desarrollados. Este hecho da mayor interés a EE.UU. en la estabilidad política, económica y social de los países proveedores. Dondequiera que una disminución de las presiones poblacionales, a través de la reducción de la tasa de natalidad, puede aumentar las posibilidades de dicha estabilidad, la política demográfica se hace relevante para los suministros de recursos y para los intereses económicos de los Estados Unidos. . . . La ubicación de reservas conocidas de minerales de grado superior favorece la creciente dependencia de todas las regiones industrializadas en las importaciones procedentes de los países menos desarrollados”.
-Informe Kissinger, 1974, NSSM. 200, Cap III
“Algunos hechos sobre el aborto deben ser tenidos en cuenta:
ningún país ha reducido su crecimiento poblacional sin recurrir al aborto.”
-Informe Kissinger, 1974, NSSM. 200, Parte II, Sección IV
Como teórico, destacan sus libros sobre China y sobre el Orden Mundial, en el que analiza el pasado y presente de las relaciones internacionales.
Es de público conocimiento que el centenario monje negro de las relaciones internacionales ocupaba un rol de relevancia no solo en las altas esferas de la política y de la economía a nivel mundial sino operaba para los grupos de poder de las élites globales, en tanto miembro destacado no solo de Bilderberg sino de logias internacionales, como B’nai B’rith.
Fue uno de los principales artífices del acercamiento de EE.UU. a la República Popular China, que terminó con el reconocimiento diplomático del régimen de Mao y la visita a China del presidente Nixon en 1972.
“En la medida en que China y la URSS temían un acercamiento norteamericano a su adversario, ambas tenían un motivo para mejorar sus relaciones con Washington (…) mientras China tuviera más qué temer de la URSS que de EE.UU., su propio interés la obligaría a cooperar con nosotros”, explicó el propio Kissinger en su libro La Diplomacia.
Y para lograrlo Kissinger implementó su famosa “mesa de tres patas”, ya que, si se lograba mejorar los vínculos con China, indirectamente obligarían a la URSS a mejorar las relaciones con EE.UU., ya que Moscú no podría resistir conflictos en dos frentes en simultáneo.
En 1982, fundo ‘Kissinger Associates’, una compañía de consultoría a políticos y empresarios.
Entre 1984 y 1990 asesoró a los presidentes Ronald Reagan y George W. Bush en la preparación de sus reuniones con Mijaíl Gorbachov.
En 2020, con 96 años, publicó una nota en el Wall Street Journal, titulada: “La pandemia de coronavirus alterará para siempre el Orden Mundial”, en la que pidió construir un Nuevo Orden Mundial post-Covid-19: “Ningún país, ni siquiera Estados Unidos, puede en un esfuerzo puramente nacional superar el virus. Abordar las necesidades del momento debe, en última instancia, combinarse con visión y programa de colaboración global. El esfuerzo de crisis, por extenso y necesario que sea, no debe desplazar la urgente tarea de lanzar una empresa paralela para la transición al orden posterior al coronavirus. La realidad es que el mundo nunca será el mismo después del coronavirus”.
En sus últimos años, y frente al conflicto bélico en Ucrania, explicó que Rusia fue una “parte esencial de Europa” durante más de cuatro siglos, y señaló que los líderes europeos “no deben perder de vista la relación a más largo plazo” o arriesgarse a poner a Rusia en una alianza permanente con China.
“Estamos al borde de una guerra contra Rusia y China por cuestiones que en parte creamos, sin ninguna idea de cómo va a terminar esto o a qué se supone que conducirá”, afirmó Kissinger en una entrevista con el diario The Wall Street Journal publicada en agosto de 2022. El pasado julio visitó China, ya con 100 años, para reunirse con el mandatario del país, Xi Jinping, y funcionarios de alto rango.
Entre sus últimas declaraciones, no se privó de opinar sobre la Inteligencia Artificial y sus riesgos, en particular en relación al armamento nuclear: “Nos enfrentamos a la realidad de que las tecnologías modernas están poniendo a los países en situaciones en las que nunca antes habían estado”, dijo Kissinger. “Las potencias nucleares y las nuevas tecnologías militares, sin criterios establecidos de limitaciones, podrían significar una catástrofe para la humanidad”.