El miedo me mata en vida, me paraliza, me impide. Tengo en mi subconsciente miedos muy fuertes que me autoboicotean desde siempre, toda mi vida; me hace perder oportunidades, aborta mi crecimiento humano en todos los sentidos y espiritual.
― Vivir con miedo es estar muerta en vida. El miedo hay que afrontarlo; hay que mirarle directamente a los ojos con tu valentía y tu claridad, que logras situándote como observadora del miedo. Convirtiendo al miedo en tu objeto de percepción, te separas de él y dejas de ser tú el miedo, de auto-identificarte con el miedo.
Mira a los ojos del miedo. Deja de correr porque si no él te persigue eternamente; y, si corres huyendo del miedo, siempre estás con miedo.
Huir del miedo es vivir con miedo, que es estar muerta, aunque medio vivas. Una vida en desperdicio, una sombra de vida.
Depende de ti dar sentido a tu vida, brillar con tu luz.
Detente, respira profundo, en calma, date la vuelta y mira al miedo directamente a los ojos. Eso requiere valentía y claridad interior; para dejar de correr, mirar al miedo, analizarlo y destrozarlo fulminándole con tu poderosa espada de luz de tu intelecto.
Tu intelecto «buddhi» es la parte más elevada de tu órgano interno, más allá de la parte de tu mente que percibe y almacena memorias y que no sabe por naturaleza, duda, y reclama la guía de tu intelecto claro y poderoso.
Con nuestro apego al miedo nos creamos defensas y consumimos una parte vital de nuestra energía que podría ser utilizada para crear y caminar caminos positivos de amor, confianza, poder y luz.
Las nubes negras que recreas en tu mente te ocultan tu estado natural de paz y luz. Aprende a desapegarte de tu tormenta mental, como su observador, y reconoce así la belleza infinita del centro de tu ser, habitando, aquí y ahora, en tu cuerpo y en tu mente.
Esto requiere:
- Valentía inicial para dejar de correr, respirar profundo, darte la vuelta y mirar a los ojos de tu miedo. ¿Cómo? Con total certeza de que, si no te das la vuelta y le miras, te estás cargando la cabeza de las piedras pesadas del miedo que atormentan tu existencia, y que llegará el día en el que no podrás soportarlas más.
- Observa tu miedo como un testigo; convirtiendo a tu miedo en el objeto de tu percepción. Así te desapegas de tu miedo y dejas de auto-identificarte con él.
- Conocimiento y discernimiento en paz interior, sin dejarte arrastrar por el torbellino de emociones, para analizar tu miedo desde la ecuanimidad y entender que es solo tu construcción mental, que es irracional pero te está matando en vida, una tristeza auto-creada que te está haciendo perder completamente sin ni siquiera jugar la partida, y que, por tanto, solo con jugar vas a ganar más. Vivir en coherencia con uno mismo (de palabra, acción y pensamiento-emoción) es una puerta que la vida te abre a la verdad, en ti y en el mundo. ¿Por qué no te abres tu puerta?
De este discernimiento hallarás:
- Tu fuerza interior para jugar, para vivir y ganar; que es vivir tu vida, en tu dirección, con tu sentido.
Solo con escucharte en paz, te entiendes; solo con respetarte, quererte, expresarte y fluir siendo tú ―tu yo más sincero y puro―, aplauda o escupa el mundo, ganas seguro, siempre, pase lo que pase, porque estás siendo tú, sincera y pura. ¡No hay nada más bello!
Mientras una persona persista en la creencia en el miedo, etc., encontrará el trabajo del miedo. Pero cuando el apego al miedo se desvanece, el miedo se vuelve inexistente.
Si no lo haces, si no miras a los ojos del miedo ―que es la muerte en vida que alimentas con tu esfuerzo diario―, y lo fulminas con tu luz, observando tu miedo mental desde el trono sereno de la cueva de tu corazón, ¿cómo no vas a sentirte culpable?
Cada día cavas tu tumba un poco más, te acomodas en el foso oscuro y estrecho de tu muerte en vida, y decoras las paredes del templo funerario de tu vida-desperdicio con tristes florecillas muertas que cambias a diario.
Harías bien si paras, te detienes un poco, miras a los ojos del miedo, lo fulminas y te ves a ti, de una santa vez, el observador pleno y en paz, la fuente misma de Conocimiento, que acoge, dando su luz, iluminando, a todo cuanto aparece y desaparece en tu mente.
Es tu trabajo; pero no estás sola. La vida te ofrece efectivamente posibilidades y apoyos buenos.
― Imaginemos que logro detenerme, con cierta calma interior, y mirar a los ojos al miedo. ¿Ahora qué? De nuevo, dime, ¿qué hago para acabar con el miedo?
― Entonces mirando a los ojos al miedo, con claridad y valentía, determinación y discernimiento, le dices al miedo este poderoso mantra: «Neti Neti», «No es esto, no es esto», miedo. Tú no eres, porque vienes y vas. Tú dependes de mí porque yo te veo y verte es imaginarte, crearte. Yo te ilumino y te hago; y si me identifico contigo, si me apego a ti, yo soy tú, miedo, y me mato en vida. Hasta aquí. ¡Basta, miedo!
Ya no voy a hacerte real temiéndote y huyendo de ti porque sé quién eres y sé quién soy.
Y tú no eres nada sino mi imaginación, existes solamente en mi mente y yo te doy aliento, yo te doy vida, quitándomela. Esa vida que te doy me está matando, me atormenta y me ata a una vida de dolor y vacío, sin sentido; una sombra de vida-desperdicio.
Ahora me detengo porque sé, porque soy valiente y sé, y, con luz, fuerza y paz, decido crear en mi vida la belleza, el saber, el amor y la libertad; decido vivir la plenitud que es la Vida, que soy Yo.
Y, para ello, te miro a los ojos, miedo, y te digo «neti, neti» fulminándote con la espada poderosa del conocimiento, del discernimiento que disipa las tinieblas de la imaginación, lo que aparece pero no es, porque es efímero, se esfuma; como el humo, que no me dejaba ver el fuego.
Oh miedo, mirándote a los ojos, sé que soy yo quien te da la vida con mi emoción, con mi idea, mi imaginación, con mi confusión. Yo te miro y te digo «neti, neti» : no es esto, no es esto, tú no eres real, miedo.
Yo te doy vida y me estás atormentando. No me dejas crecer, volar, ser quien soy. Por eso, no me interesas, no te quiero. Te dejo.
«Neti, neti», tú no eres real porque tú vienes y vas, apareces y desapareces en mí, en mi emoción, en mi visión. Yo soy por tanto quien te ve y viéndote te creo. Y yo soy quien decido que me ahogas y que no te quiero ya conmigo en mi vida porque quiero volar, quiero ser libre, quiero conocerme.
Oh miedo, ya te dejo, ya no te recreo ni te alimento. Puedo hacerlo porque tú dependes de mí, yo te estoy manteniendo en mí y ahora decido que ya está bien. ¡Hasta aquí!
«Neti, neti», no es esto, no es esto. Tú no eres real porque vienes y vas. Tú dependes de mí porque yo te veo y, viéndote, te imagino, te ilumino y te hago; y si me identifico contigo, si me apego a ti, yo soy tu, miedo, y me mato en vida.
Ahora lo sé y ahora te despido, te digo basta, no quiero que vengas conmigo porque me hundo, no me dejas ser.
Adiós miedo, sigo mi proceso, sigo mi camino libre de ti, mi camino de ser quien soy, que esta vida humana es un verdadero tesoro y hay que aprovecharla para saber quién soy, no se puede desperdiciar de otro modo.
¡Hasta aquí! ¡Basta, miedo! ¡Mi miedo ha muerto! Soy culpable, sí, pero de haber matado el miedo, la inseguridad y la culpabilidad, los nudos autocreados que estrangulaban mi corazón.
― Pero eso requiere de paz interior para no ser arrastrado por el torbellino de emociones, y se necesita valentía y confianza. ¡Yo no tengo eso!
― Mientras una persona persista en la creencia en el miedo, etc. ―cualquier otra emoción o idea limitante― encontrará el trabajo del miedo, etc. Pero cuando el apego al miedo, etc. se desvanece, el miedo, etc. se vuelve inexistente.
Aplica el «Neti neti», «No es esto, no es esto», en toda emoción e idea que te limita, que te rompe, que te pesa y no te deja crecer para escucharte y descubrir la belleza eterna que eres. Sitúate como el observador de estos miedos y creencias limitantes y, separándote, las conviertes en objetos de tu consciencia, no en ti, y así las niegas.
Solo con escucharte en paz, te entiendes; solo con respetarte, quererte, expresarte y fluir siendo tú ―tu yo más sincero y puro―, aplauda o escupa el mundo, ganas seguro, siempre, pase lo que pase, porque estás siendo tú, sincera y pura. ¡No hay nada más bello!
Es tu trabajo; pero no estás sola. La vida te ofrece efectivamente posibilidades y buenos apoyos.
― Gracias. Me tomaré el tiempo necesario para meditar bien en estas palabras hasta que tome su verdadero poder, verdad y claridad y me libere.
Ahora veo que toda mi vida he estado dándole el poder a esa parte de mí que, desde el miedo, intentaba protegerme de sentir, de sentir todo lo que el mundo ofrece. Y por no querer sentir el dolor mío y el que proyectaba en otros, me perdía la oportunidad que la vida te ofrece de crecer, de amar, de conocer mi ser con sus retos y oportunidades.
Ahora ya paro, mirando a la cara al miedo y sintiendo todo lo que llevo dentro de mí, todo a lo que no le di presencia y voz todo este tiempo.