Imagina por un momento que un día estás navegando por Internet y descubres que tu ex pareja publicó imágenes sexualmente explícitas tuyas sin tu consentimiento, solo para vengarse por haber terminado la relación. Puede parecer una pesadilla, pero no es tan inusual como parece.
En España, el 29% de las personas ha practicado sexting, o sea, ha enviado mensajes de contenido sexual a alguien, según CyberGhost, especialistas en cifrado de tráfico para garantizar una navegación privada y más segura.
Como resultado, no sorprende que aproximadamente 1 de cada 10 personas hayan amenazado a sus ex parejas con publicar fotos sexualmente explícitas en Internet. Por desgracia, alrededor del 60 % de esas amenazas se hacen realidad. Y la situación es aún peor entre los jóvenes de 16 a 29 años: 1 de cada 5 reconoce haber sido víctima de un acto de pornovenganza.
¿Qué es la pornovenganza?
La pornovenganza implica la difusión de imágenes o vídeos sexualmente explícitos de una persona sin su permiso, como forma de castigo. Generalmente se produce tras una ruptura de pareja, cuando uno de los miembros se encuentra resentido. De hecho, un estudio realizado en la Universidad de Tampa reveló que la mayoría de las víctimas son mujeres y los agresores novios o ex parejas.
Los contenidos pueden haber sido enviados voluntariamente por la víctima a través de prácticas como el sexting o haber sido grabados o almacenados sin su conocimiento. Luego el agresor comparte esas imágenes, vídeos o textos en diferentes plataformas, ya sea en las redes sociales, a través de mensajes y correos electrónicos o incluso en sitios web creados ex pofeso.
En muchos casos incluye el nombre de la víctima y detalles de contacto, lo que intensifica el acoso y ramifica sus consecuencias más allá del entorno online. La ubicuidad de este tipo de abuso imposibilita a la víctima conocer a ciencia cierta su extensión y saber cuántas personas o quiénes han visto sus fotos o vídeos, lo cual le confiere un matiz aún más aterrador y traumático, convirtiéndose en una sombra que planea continuamente sobre su cabeza.
¿Qué empuja a una persona a exponer íntimamente a alguien?
Tras una ruptura sentimental, un amante despechado puede canalizar su rencor de muchas maneras. Y no siempre lo hace sumergiéndose en un mar de lágrimas. En la era de los dispositivos móviles y las redes sociales, compartir contenido comprometedor sobre el otro se está convirtiendo en una forma de venganza cada vez más común.
No es casual que aproximadamente en el 86% de los casos, la persona que difunde las imágenes de carácter sexual tenía una relación personal con la víctima, como una ex pareja. El deseo de “vengarse” de alguien que les ha lastimado es uno de los motivos más frecuentes para exponer la intimidad de alguien. Sentirse herido y traicionado puede generar un cóctel explosivo de ira, frustración y dolor que empuja a algunas personas a querer lastimar al otro para que sientan lo mismo que ellos.
Sin embargo, la pornovenganza no es un simple acto impulsivo. Hay mucho más entre bastidores. Los estudios psicológicos han encontrado que quienes recurren a esta táctica para lastimar a una ex pareja comparten algunas características de personalidad conocidas como la “triada oscura”:
- Narcicismo. Implica tener una imagen excesivamente positiva de sí mismos acompañada de una autoestima inestable y frágil, por lo que se trata de personas muy susceptibles a las críticas negativas que no saben encajar bien los reveses.
- Maquiavelismo. Es el intento de manipular y explotar a los demás, saltándose las normas éticas para conseguir sus objetivos. Son personas que anteponen continuamente sus intereses a los de los demás pensando que el fin justifica los medios.
- Psicopatía. Implica un comportamiento impulsivo y antisocial, acompañado de un encanto superficial, pero con una escasa empatía e insensibilidad en las relaciones interpersonales, así como una incapacidad para experimentar remordimiento o vergüenza.
Por tanto, no basta el despecho o el dolor, la pornovenganza también se alimenta de ciertos rasgos de personalidad. De hecho, es una estrategia cada vez más habitual en quienes intentan dominar o controlar a sus víctimas o incluso en personas que intentan sacar beneficios económicos a través de la sextorsión. Eso significa que debes tener mucho cuidado con quien compartes contenidos más íntimos.
Las terribles consecuencias de la pornovenganza
La pornovenganza es una invasión de la intimidad en toda regla. La humillación pública a la que se expone la víctima a menudo le genera profundos sentimientos de vergüenza y culpabilidad, lo cual conduce al aislamiento y la soledad.
Un estudio realizado en la Escuela de Medicina de la Universidad de San Luis reveló que el impacto social es enorme, sobre todo para su reputación. Las víctimas incluso pueden llegar a perder su trabajo y tener dificultades para encontrar un nuevo empleo. También les cuesta más rehacer su vida sentimental.
Dado que la exposición suele provenir de personas en quienes hemos confiado, el hecho de que rompan ese acuerdo tácito genera un sentimiento de violación y traición que también causa efectos devastadores sobre la salud mental.
Un análisis de 18 mujeres que pasaron por ese calvario realizado en la Universidad Simon Fraser reveló que padecían trastorno de estrés postraumático, ansiedad, depresión, ideas suicidas y graves problemas de confianza. El estudio concluyó que las consecuencias de la pornovenganza en el plano emocional son similares a las que experimentan las víctimas de violación y agresiones sexuales.
Lo peor de todo es que, debido al estigma asociado con la desnudez y la sexualidad, especialmente para las mujeres y los jóvenes, las víctimas de la pornovenganza no suelen pedir ayuda. A menudo internalizan la culpa que la propia sociedad les achaca, de forma que no solo tienen que lidiar con el acoso y la humillación social, sino también sentirse responsables por ello. A la larga, todo eso termina minando su autoestima y autoconfianza, haciendo que incluso se sientan indignas, lo cual las sume en un círculo vicioso del que es muy difícil salir.
Ni porno ni venganza, delito
Muchas de las personas que deciden compartir una foto sexualmente explícitas asumen que su destinatario no la divulgará. Sin embargo, quizá estén siendo demasiado optimistas porque las encuestas indican que el 25% de quienes recibieron ese tipo de mensajes lo reenviaron a alguien más. Solo el 50% de las mujeres y el 33% de los hombres creen que “siempre es incorrecto” reenviar una imagen sexual privada a otra persona.
Esa laxitud en cuanto a los datos privados puede deberse, al menos en parte, a la tendencia cada vez mayor a compartir nuestras vidas en las redes sociales, de manera que los límites entre lo íntimo y lo público se difuminan cada vez más, sobre todo en las nuevas generaciones.
Sin embargo, en muchos países la difusión no consentida de imágenes de las personas constituye un delito penal. En España, por ejemplo, está tipificado en el artículo 197.7 del Código Penal, refiriéndose al que “sin autorización de la persona afectada, difunda, revele o ceda a terceros imágenes o grabaciones audiovisuales de aquélla que hubiera obtenido con su anuencia en un domicilio o en cualquier otro lugar fuera del alcance de la mirada de terceros, cuando la divulgación menoscabe gravemente la intimidad personal de esa persona”.
De hecho, conlleva una pena de prisión de tres meses a un año o una multa de seis a doce meses. Además, dicha pena se agrava cuando los hechos han sido cometidos por una persona con quien manteníamos una relación afectiva. No obstante, debido a su profundo impacto, cada vez hay más voces que piden revisar esta práctica y clasificarla como un delito sexual, con penas más graves.
En cualquier caso, lo mejor es prevenir y tener mucho cuidado con las imágenes que compartes. Y si eres víctima de una pornovenganza, debes saber que puedes denunciarla, además de contactar a las plataformas de redes sociales o navegadores como Google y Bing para que retiren el contenido inadecuado.
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Pornovenganza, la tendencia a difundir imágenes íntimas por despecho