No te creas todo lo que piensas

No te creas todo lo que piensas

¡Escúchate!

Presta atención a tu diálogo interno.

Mira dentro de ti.

Son algunos de los consejos más comunes en Psicología. Y no cabe dudas de que debemos prestarnos atención, tomar nota de nuestros pensamientos y entender nuestras emociones. Pero todo tiene un límite. Y cuando exageramos, corremos el riesgo de convertirnos en nuestro principal enemigo.

Los peligros de escucharte demasiado

En ocasiones no son las circunstancias, sino la narrativa que construimos lo que nos estresa y angustia. Cuando nos ocurre algo, no nos limitamos a reaccionar ante ese hecho, también respondemos al significado que le conferimos, que depende en gran medida de nuestros pensamientos.

Y es muy fácil que esos pensamientos descarrilen.

De hecho, un estudio realizado en la Universidad de Carolina del Norte comprobó que no somos particularmente buenos controlando el rumbo de nuestra mente. Estos psicólogos le pidieron a un grupo de personas que anotaran sus pensamientos a lo largo del día, de manera aleatoria.

Descubrieron que el 30% de las veces no pensaban en lo que estaban haciendo. Es decir, su mente divagaba, no estaba plenamente presente. En algunas personas esa tendencia fue aún más acentuada: se producía entre el 80 y el 90% del tiempo.

Por supuesto, muchos de esos pensamientos son inofensivos, pero algunos tienen el potencial de crear una tormenta en un vaso de agua, generando un estado de ansiedad completamente innecesario.

El principal problema es que cuando dejamos que nuestra mente divague, no suele fantasear ni hacer planes concretos para el futuro, sino que se convierte en una máquina de generar preocupaciones, como comprobó dicha investigación.

Y a menudo nos identificamos tanto con ese pensamiento catastrofista, que asumimos que es real. Como resultado:

  1. Prestamos más atención a los peligros que ha creado nuestra mente que a la realidad, lo cual termina creando una brecha desadaptativa que nos impide resolver el problema. O sea, mirar dentro nos distancia cada vez más de la realidad.
  2. Nos quedamos atrapados en un bucle de preocupaciones que no conducen a ninguna parte. Le damos vueltas y más vueltas a la situación, condenándonos a la parálisis, mientras el problema sigue creciendo.

Nuestros pensamientos pueden convertirse en un ruido de fondo que se hace cada vez más intenso, hasta el punto de impedirnos escuchar lo que realmente está ocurriendo y poder trazar un plan de acción para solucionarlo.

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Las 3 reglas para evitar quedarte atrapado en tus pensamientos

Si comienzas a creerte todo lo que piensas, pronto quedarás atrapado en el bucle de las preocupaciones. La buena noticia es que existe una manera mejor de lidiar con esos pensamientos, para darles la importancia que merecen, ni más ni menos.

Regla 1: No puedes controlar qué piensas, pero puedes controlar cómo respondes a esos pensamientos

Debes comprender que existe una diferencia importante entre tener pensamientos y prestar atención a esos pensamientosLos pensamientos son como estrellas fugaces, surgen espontáneamente y no puedes controlar su aparición. Pero lo normal es que duren tan solo unos segundos y se desvanezcan.

En cambio, si prestas demasiada atención a pensamientos que no te aportan nada más que angustia, los estarás reforzando y alimentando, de manera que se multiplicarán como una hidra de mil cabezas. ¿Qué puedes hacer? Tomar nota de su existencia sin detenerte demasiado en ellos. Y para lograrlo, no debes rechazarlos sino evitar tomarlos demasiado en serio. Necesitas comprender que son solo pensamientos.

Regla 2: Los pensamientos no son la realidad

Cada día tenemos miles de pensamientos, muchos de ellos parecen ciertos, sobre todo cuando se repiten una y otra vez. Si todos los días te repites “no soy lo suficientemente bueno”, es probable que te lo termines creyendo. Por otra parte, los pensamientos negativos y las preocupaciones en particular, generan emociones muy intensas que refuerzan su veracidad. Si piensas que va a ocurrir algo terrible y experimentas miedo y aprensión, crees que es cierto. ¡Pero no lo es!

Cuando prestas demasiada atención a tus pensamientos y actúas como si fueran ciertos, comienzas a sentirte ansioso y molesto, lo que hace que esas ideas surjan con más frecuencia. Entonces piensas erróneamente que son importantes.

Sin embargo, pensar algo no convierte automáticamente esa idea en un hecho. Es más realista ver los pensamientos como lo que son: imágenes y frases generadas por la mente que pueden estar más o menos apegadas a la realidad, pero que no son la realidad. Por tanto, la próxima vez que pienses algo, recuerda que se trata simplemente de ideas, reflexiones, imagenes y reacciones; pero no son la realidad.

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Regla 3: No eres tus pensamientos

Así como los pensamientos no son la realidad, tampoco nos definen como personas. Por supuesto, es fácil identificarse con su contenido ya que, a fin de cuentas, están en tu mente, pero debes recordar que se trata tan solo de un proceso mental, como la memoria.

De hecho, ¿sabías que nuestro cerebro genera una media de 60.000 pensamientos cada día? Es obvio que todos esos pensamientos no te definen. Por tu mente cruzan todo tipo de ideas, muchas de las cuales no son significativas ni reflejan tu verdadero «yo».

El cerebro es una potente máquina de generación de preocupaciones, fantasías e incluso ideas contradictorias. Pero no son más que eventos mentales fugaces que no reflejan necesariamente tu identidad. Son las decisiones que tomas y las acciones que emprendes las que, en última instancia, reflejan tu “yo”. Por tanto, no hay que dar más relevancia a los pensamientos de la que merecen y, sobre todo, no debes dejar que actúen como creencias limitantes.

¿Cuándo debes tomar en serio tus pensamientos?

El hecho de que no debas creer todo lo que piensas no significa que los pensamientos no tengan valor y que no debas tomarlos en serio. Necesitas aprender a distinguir las preocupaciones que hay que dejar ir de aquellas a las que es necesario prestarles atención.

¿Cómo lograrlo? Sencillo, pasa tus pensamientos por el tamiz de estas preguntas:

  1. ¿Ese pensamiento está en sintonía con tus valores?
  2. ¿Te ayudará a crecer?
  3. ¿Te conducirá a acciones prácticas para mejorar algo o evitar un problema?

Si has respondido negativamente a todas, deja que ese pensamiento fluya y desaparezca. La clave consiste en acostumbrarse a su existencia y prestarles la debida atención, pero sin tomarlos demasiado en serio. En resumen, no te creas todo lo que piensas: tu salud mental te lo agradecerá.

Referencia:

Kane, M. J. et. Al. (2007) For whom the mind wanders, and when: an experience-sampling study of working memory and executive control in daily life. Psychol Sci; 18(7): 614-621.

No te creas todo lo que piensas

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