Tres poemas sobre el misterio del antes y el nacimiento.

Todos los niños mitifican su nacimiento. Es un rasgo universal. ¿Quieres conocer a alguien? ¿Corazón, mente y alma? Pídele que te cuente cuándo nació. Lo que obtendrás no será la verdad: será una historia. Y nada es más revelador que una historia.

Estas palabras de la novelista británica Diane Setterfield nos recuerdan que nuestra relación con lo enigmático es en términos de realidad. No solo podemos llegar a encontrar algo así e incorporarlo. Lo enigmático es un poder que no logra agotar ningún tiempo o espacio, por eso no coincide con una interpretación, sino con un testimonio inventado, una mirada sobre la invención que puede incorporarnos sin saberlo, rodeados de saberes más exactos.

No hay nada más enigmático que haber nacido. Esto es irrevocable y retroactivo, altera al futuro y al comienzo. Y, sin embargo, ¿qué se puede decir de cuando empezó el presente? ¿Es lo mismo haber nacido que nacer? Solo sé que vuelvo a empezar una y otra vez la historia de cómo fue. O tan solo vuelvo a realizar una unión de palabras que no incluyen al enigma. Mejor que la narrativa, la poesía responde a ese elemento que resume al sistema de lo dicho del que no es parte. Por eso en Pijama Surf presentamos tres poemas de tres autores sobre haber nacido y seguir concibiendo lo que está antes, aquello que siempre intentará presentarse:

Aún no he nacido; escúchame.
No dejes que el vampiro o la rata, la comadreja
o el ghoul con pata de palo se me acerquen.

Aún no he nacido; consuélame.
Temo que la humanidad me encierre en altos muros
con fuertes drogas me narcotice,
con sabias mentiras me engañe,
en negros bastidores me torture,
en baños de sangre me hunda.

Aún no he nacido; dame
agua que me arrulle, hierba que crezca para mí, árboles
que me hablen, cielos que me canten, aves y una luz blanca
en el abismo de mi cabeza para orientarme.

Aún no he nacido; perdóname
por los pecados que el mundo cometa en mí,
por mis palabras cuando hablen por mí;
mis pensamientos cuando me piensen,
por mi traición en manos de traidores más allá de mí,
por mi vida cuando asesine con mis manos,
por mi muerte cuando me vivan.

Aún no he nacido; ensáyame
en los roles que me toque actuar y las señas que deba entender
cuando los viejos me den cátedra,
los burócratas me intimiden,
las montañas me desdeñen, los amantes se burlen,
las blancas olas me llamen a la locura,
y el desierto a la estupidez
y el mendigo rechace mi limosna
y mis hijos me maldigan.

Aún no he nacido; escúchame,
no dejes que el hombre que es bestia o se cree Dios
se me acerque.

Aún no he nacido; lléname
de fuerza para hacer frente a aquellos que querrán congelar mi humanidad,
convertirme en un autómata letal,
volverme un engranaje de la máquina,
una cosa con cara, una cosa,
y contra todos quienes busquen quebrar mi integridad,
quieran soplarme como a una mala hierba,
de aquí para allá, de aquí para allá,
sostenerme como agua entre las manos.

No dejes que me conviertan en piedra ni dejes que me derramen.
De otro modo, mátame.

–Louis MacNeice, poeta irlandés.

Bebé

    Antes de tu nacimiento
antes que tu padre
antes que tu madre

tu balbuceo ya estaba ahí

–Ko Un, poeta surcoreano.

Hubo una guerra entre el bien y el mal.
Decidimos llamar bueno al cuerpo.

Eso hizo que la muerte fuera mala.
Puso al alma
completamente en contra de la muerte.

Como un soldado de infantería que desea
servir a un gran guerrero, el alma
quería ponerse del lado del cuerpo.

Se volvió contra la oscuridad,
contra las formas de muerte
que reconocía.

¿De dónde viene la voz
que dice supongamos que la guerra
es mala, que dice

Supongamos que el cuerpo nos hiciera esto,
que nos hiciera temer el amor.

–Louise Glück, Premio Nobel estadounidense.

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