Por mucho que la tendencia humana en los últimos siglos sea amontonarse en grandes ciudades, nuestro cerebro sabe que su sitio está en la naturaleza y te recompensa con un chute de endorfina y dopamina cada vez que te acercas a ella.
Un estudio de la Universidad de Warwick (Reino Unido) publicado en la revista Nature, investigó la relación entre la felicidad de los seres humanos y el contacto con la naturaleza. Los resultados de ese estudio sirvieron de base para elaborar la regla 3-30-300 que busca aumentar la felicidad pasando más tiempo en un entorno natural.
Los efectos de la naturaleza en las personas
Dicho estudio demostró unos mayores niveles de felicidad en las personas que acudían frecuentemente a espacios naturales durante la semana. Eso hizo que sintieran menos ira y estrés, reduciendo el riesgo de padecer enfermedades cardiovasculares, como arritmias o infartos de miocardio.
Un estudio conjunto entre la Universidad de Warwick y el Dartmouth College de Estados Unidos estudió a nivel europeo la relación entre el incremento de la sensación de felicidad y el descenso de los niveles medios de presión arterial.
El resultado es que aquellos países cuyas poblaciones se sentían más felices, registraban una menor presión arterial y frecuencias cardíacas medias más bajas, por lo que su corazón era menos propenso a sufrir accidentes cardiovasculares. En Noruega, mantener ese contacto con la naturaleza para sentirse más felices es casi una tradición y tiene un nombre curioso: friluftsliv.
Cecil Konijnendijk es un investigador holandés que codirige el Instituto de Soluciones Basadas en la Naturaleza y profesor honorario de la Facultad de Silvicultura de la Universidad de Columbia Británica. Este investigador ha elaborado una teoría según la cual, integrar la regla 3-30-300 en la rutina diaria de las personas incrementa su felicidad y mejora su motivación y productividad.
¿Qué es la regla 3-30-300?
La regla 3-30-300 establece una serie de objetivos para mantener a las personas en contacto con el entorno natural para mejorar su bienestar y reducir sus niveles de estrés. Con ella, se fomentan las salidas de los entornos predominados por el asfalto y el hormigón, hacia zonas verdes o bosques, evitando el sedentarismo.
Para llevarla a cabo, los entornos de cada persona deberían cumplir estas tres circunstancias:
- Desde la ventana de nuestra casa deberíamos ver al menos tres árboles.
- Nuestro barrio debería tener un mínimo del 30% por ciento de cobertura arbórea.
- Deberíamos vivir a un máximo de 300 metros de un parque público o de un espacio verde.
Vivo en una gran ciudad, ¿cómo aplico esta técnica?
Obviamente, el contexto de una gran ciudad no permiten algunos de estos requisitos. El más evidente es el de tener tres árboles en casa, por ejemplo. Sin embargo, no tienen por qué cumplirse en el sentido más estricto.
Si al asomarte a la ventana ya alcanzas a ver tres árboles, estarías cumpliendo con el primer requisito. Si no los ves, el investigador recomienda que pongas un poco de verde en tu vida incorporando al menos tres plantas en tu casa y cuidar de ellas.
De este modo, no solo mejorarán la calidad del aire en tu casa, sino que, a largo plazo, ese tiempo que se les dedica servirá para mejorar la sensación de felicidad y bienestar. Dedicar ese tiempo a sus cuidados te obligará a detener tu ritmo de vida ajetreado por unos minutos, y tomarte un respiro para regarlas y cuidarlas.
Otro de los preceptos de la filosofía tras la regla 3-30-300 es procurar pasar el mayor tiempo posible en al aire libre. Para ello no es necesario coger el coche y salir de la gran ciudad.
Basta con dar un paseo hasta a un parque o una zona verde cercana a tu casa o tu puesto de trabajo, para realizar actividades cotidianas, pero al aire libre: leer un libro, tomar un café o hacer algo de ejercicio en un entorno con naturaleza.
Por supuesto, también se recomienda salir al bosque o a espacios más abiertos, y una vez allí, tomar consciencia y disfrutar del entorno natural. Detenerse a escuchar las hojas movidas por el viento, el canto de los pájaros o los olores de la madera y la tierra.
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