La teoría del carro de la compra, la prueba de fuego para saber si alguien es capaz de autocontrolarse.

La teoría del carro de la compra

La próxima vez que vayas al supermercado, verás los carritos de la compra con otros ojos, sobre todo si están bloqueando el espacio de aparcamiento o se encuentran desperdigados por doquier, obstaculizando el paso. Y es que ese objeto tan cotidiano puede revelar bastante sobre nosotros, en especial sobre nuestro nivel de autocontrol y autorregulación, pero también sobre la sociedad en la que vivimos.

¿Qué tipo de persona eres?

Abandonar el carrito de la compra no es ilegal (al menos por el momento). Nadie nos castigará ni pondrá una multa por dejarlo tirado en medio del aparcamiento. Pero no está bien. Lo correcto es devolverlo. Lo sabemos.

Somos conscientes de que, para vivir en sociedad, debemos ser cívicos y respetar las leyes básicas de la convivencia. Pero aún así, muchas personas no logran hacer lo correcto, a menos que exista una obligación o imposición de por medio.

Ese conflicto entre lo adecuado y lo fácil ha cobrado vida en Internet, dando lugar a lo que se conoce como la “teoría del carro de la compra”, una especie de “test” que se usa para descubrir algunas verdades sobre nuestro carácter, hasta el punto que algunos piensan que nuestra decisión determina si somos buenos o malos miembros de la sociedad.

La cuestión filosófica que subyace a la prueba del carrito de supermercado es: ¿nos guiamos por una brújula moral interna o, al contrario, solo reaccionamos a los castigos y las recompensas externas?

Las personas que tienen en cuenta a los demás y son conscientes de que ese pequeño gesto mejora la convivencia de todos, son más propensas a devolver el carro de la compra a su sitio. Esas personas también son capaces de autorregularse mejor y tienen un locus de control interno. O sea, han interiorizado valores como la responsabilidad, el respeto o la empatía y guían su comportamiento por ellos, aunque en ocasiones eso represente una pequeña molestia, como el hecho de caminar hasta el punto donde debemos dejar el carrito.

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En cambio, hay personas a quienes les da pereza. Piensan “a fin de cuentas, si nadie está mirando y nadie me castigará, ¿por qué debería tomarme la molestia de devolver el carrito a su sitio?” Estas personas suelen tener un locus de control externo o no han desarrollado los valores que facilitan la convivencia, de manera que estos no regulan internamente su comportamiento. Simplemente prefieren tomar el camino más sencillo, sin pensar en las molestias que pueden ocasionar a los demás, por lo que su comportamiento suele ser más egoísta y cortoplacista.

Obviamente, un comportamiento puntual no puede utilizarse para descartar a una persona. Un momento de negligencia, desconsideración o incluso despiste no nos convierte automáticamente en personas incívicas, pero es una señal de alarma, sobre todo a nivel social.

Platón, el hilo de oro y una sociedad indolente

Platón se refería a una metáfora según la cual, todos somos “títeres de los dioses” movidos por los hilos de nuestros impulsos, necesidades, deseos y anhelos. Pero también advierte que no todas las cuerdas son iguales.

Los “hilos de hierro” son nuestras emociones e impulsos más básicos, como el placer, el dolor, el miedo o la lujuria. El “hilo de oro” es nuestro logismoû o raciocinio. Es un hilo mágico y brillante dentro de cada uno de nosotros que nos impulsa a hacer el bien.

Para Platón, un buen ciudadano es aquel capaz de autorregularse. Esa persona tiene las mismas luchas y conflictos internos que los demás, pero siguen el hilo dorado. Y la educación es clave para fomentar esa virtud y ayudarnos a discernir entre lo correcto y lo incorrecto, empujándonos a actuar correctamente.

Por tanto, detrás de cada carrito abandonado no hay solo una persona que ha sido demasiado perezosa o egoísta sino también una sociedad muy complaciente que dio origen a ese comportamiento o, de cierta forma, lo permite.

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En el Mundial de Fútbol 2022, gran parte del mundo se quedó maravillado al ver cómo los jugadores de Japón dejaron ordenado el vestuario, sobre todo después de su victoria. Incluso dejaron una nota de agradecimiento con varias figuras de origami. El equipo quería facilitar la tarea a los responsables de la limpieza, algo poco habitual en el mundo del deporte. Y lo más curioso fue que algunos de sus aficionados también se quedaron al final para ayudar a recoger la basura a los trabajadores del estadio.

Es un gesto simple, pero que dice mucho sobre una sociedad. Y lo mismo vale para los carritos de la compra.

En Nueva Jersey, por ejemplo, se presentó un proyecto de ley para imponer multas de $250 por dejar los carritos abandonados y en muchos países de Europa los supermercados ya no confían en que los compradores se dejen guiar por su “hilo de oro”: obligan a introducir una moneda para utilizar los carritos.

En algún punto la educación ha fallado. No hemos sabido transmitir y desarrollar los valores adecuados. En algún momento, la pereza, el egoísmo y el descuido comenzaron a ser comportamientos aceptables.

Por ese motivo, cada vez hay más personas que no piensan en los demás cuando toman sus decisiones cotidianas. Creen que son el ombligo del mundo, de manera que sus comportamientos incívicos terminan afectando a los demás, generando esas pequeñas molestias cotidianas que acaban erosionando la convivencia.

A todos nos resulta igual de cómodo dejar el carro de la compra abandonado. Todos tenemos esos hilos de hierro dentro. Pero la mayoría no lo hacemos. Hacemos lo correcto. Por nosotros mismos. Y también por los demás.

Fuente:

Thomson, J. (2024) Everyday Philosophy: The quickest way to test your moral character. En: Big Think.

La teoría del carro de la compra, la prueba de fuego para saber si alguien es capaz de autocontrolarse

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