La mente andrógina se muestra resonante y porosa, transmite emoción sin impedimento, y resulta naturalmente creativa, incandescente e indivisa.
Estas palabras de Virginia Woolf resuenan en la atracción que despiertan modelos, intérpretes, cantantes y otras celebridades reconocidas de la cultura pop, cuyo estatus de popularidad se debe, en gran medida, a haberse apropiado de esta condición anómala.
En el mundo de la moda, las marcas más importantes recurren a modelos como Strav Strashko, quien, sin someterse a ninguna cirugía de resignación de género, siempre participa de las pasarelas como mujer, a pesar de no haberse sometido a ninguna operación. La también modelo y actriz Cara Delevigne interesa a las grandes casas de ropa por su peculiar aspecto físico, dúctil para lucir con estilo prendas pensadas tanto para hombres como para mujeres.
En el mundo de Hollywood, la actriz Tilda Swinton, conocida por su papel de la bruja blanca en las películas de Las crónicas de Narnia, ha llamado la atención por su físico y arreglo ambiguo, convirtiéndose en el rostro de Chanel. El también actor y músico Ezra Miller, más identificado por interpretar a Flash en las cintas de DC Comics, ha tenido gestos como desfilar con los labios pintados en eventos como la alfombra roja de Liga de la Justicia.
Pero el caso más famoso es sin duda el del cantante y compositor David Bowie, la primera estrella del rock vinculada con la androginia. Relacionado sentimentalmente con hombres y mujeres, la intersexualidad fue parte de su identidad estética como interprete.
Sin embargo, casos como estos parecen ser mucho más antiguos como un fenómeno de disrupción que liga rebelión juvenil y despertar sexual. En opinión de Yvonne Tasker, investigadora británica sobre género y sexualidad en el cine y la cultura popular:
Elvis Presley fue una figura ambivalente que articuló una peculiar versión feminizada y objetivante de la masculinidad blanca de la clase trabajadora como una exhibición sexual.
El término “andrógino”, tomado de las palabras griegas para masculino y femenino, es literalmente una combinación, en quien se despliegue la variedad de los atributos humanos y del sexo, es decir, se trata tanto de una bifurcación, como de un encuentro.
Aunque puede hablarse de casos de intersexualidad puramente física o “hermafroditismo”, el juego y la trasgresión del andrógino como introspección psicológica y ser cultural es más compleja. Ya desde las sociedades de la Antigüedad, había una distinción entre androginia espiritual y androginia física. En tanto idea mítica y en ciertos ritos, para distintas culturas se trataba de un estado puro del ser, una manifestación de un principio unificador o, incluso, una “teofanía”, una expresión de la realidad divina que trasciende toda dualidad. Sin embargo, como realidad física era parte de lo monstruoso, y como realidad cultural, a veces parte del tabú.
¿Los muros que dividen a los hombres de las mujeres no son más que características físicas, o cuál es la división más profunda? Para la historiadora estadounidense Laurel Thatcher Ulrich, la androginia genera interés por visibilizar algo más de nuestro ser común. Se trata de otra narrativa sobre lo que es, ha sido y puede ser un ser humano:
Una mente andrógina no era una mente masculina. Ha sido una mente en sintonía con toda la gama de la experiencia humana, incluidas las vidas invisibles de las mujeres.
Muchos grupos humanos animan a los hombres a guardarse sus sentimientos y a evitar llorar, identificándolos con la solidez, la dureza, lo asertivo y la racionalidad. En contraste, las mujeres pueden ser más emocionales y cariñosas, débiles y abiertas. Las personas andróginas, sin importar cómo nacieron, nunca fueron hombres en tanto agentes o protagonistas de la Historia con “H” mayúscula, sino que compartieron con las mujeres un testimonio alterno. Al asumir una mezcla de rasgos de personalidad estereotípicamente masculinos o femeninos, abren la humanidad, dan visión a ambas orillas de los sexos y erotizan ese ojo común.
La “androginia psicológica” es asociada por investigadores a una mejor flexibilidad cognitiva. Esto como imagen sexual potencia humanidades ocultas en las personas, cambian las polaridades y nos hace ir a regímenes distintas del ser y la lujuria. Se liga al inconformismo, a la practicidad en la vida desprejuiciada y a una adaptación más allá de la sobrevivencia, que se vive desde una clave “hedonista”, de conformidad desde el goce y la empatía.
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