Somos pura Presencia. Cuando no nos identificamos con esos estados de ánimo que van y vienen; o con esos pensamientos invasivos; o con esas imágenes que desfilan por nuestra mente sin otro fin que el propio desfilar. Somos pura Presencia, sin elaboración mental alguna; somos lo que no puede ser percibido sin aniquilar el falso yo, sin más esfuerzo que constatar lo que ya somos. Aquí el esfuerzo volitivo es un obstáculo porque equivaldría a reforzar la falsedad del personaje yo, y la Noticia del Zen emerge en la pura ausencia de propósito y de voluntad, que tanto enervan a los falsos «agentes de cambio» que nuca cambiaron nada porque nunca se cambiaron a sí mismos.
Percibir directamente, sin que el pensamiento y las imágenes lleguen a interferir. Despertar. El despertar que se da cuando nos quitamos de en medio al saborear nuestra existencia en el corazón de su propia impermanencia, que es la entraña del no ser. Ahí es cuando ESO puede revelarse.
Se trata de dejar a un lado el ego artificioso para permitir que el YO perciba lo que es directamente, ajeno y lejano a toda distorsión. Convertirse, como dice Wei Wu Wei, en el agua libre del hielo que la mantiene congelada. Percibir con claridad inmediata. «Solo así —reza el sutra—, si nuestra confusa subjetividad no nos lo impide, la vida cotidiana se puede convertir en el nirvana».
Nos demos cuenta o no, somos la vida de Buda: la Vida. Somos pura Presencia del Ser, aquí, ahora.
De esa experiencia del Ser, si verdaderamente lo es, indefectilemente, y libre de redentorismos, brotará el amor de la acción y la acción del amor. Eso somos, eso vemos después de desprendernos de la hojarasca que re-cubre lo que en el fondo somos.
Lo que llamamos yo es un simple envoltorio aterrado, sin existencia permanente. Cuando uno aprende a morir en vida, ya no morirá más, y eso es verdad, una verdad tan solo revelada a quien vive el eterno presente, aquí, ahora, que es la eternidad. «La muerte —dice Willigis Jáger— es la apertura de nuestra conciencia personal hacia un conocimiento extenso de la naturaleza verdadera que podemos llamar divina o Vacío, o lo numinoso. Entramos en la no-dualidad…».
Entramos en una experiencia más amplia. En un amor, que, si es auténtico, no caben despedidas ni rupturas. La Unidad nos habita en lo eterno. Somos el océano, no la ola. Y esa experiencia está más allá del amor y de la muerte. En esa realidad vivimos, nos movemos y somos.
La sola sensación de existir…
Mientras lees esto, lector, tu cuerpo fluye, tu corazón late, tu sangre circula, tu respiración va y viene. Percibes un cúmulo de sensaciones que emergen de tu misma existencia: la percepción de existir, la sensación de ser. El Ser inunda, penetra, tus poros por todos los lados. Todos los cuerpos del universo se hallan penetrados por el Ser, el Vacío del Ser.
A través del cuerpo puedo percibir unas sensaciones que, si permanezco atento, hablan de una experiencia que está más allá del tiempo, el gran espacio del que brotan todas las sensaciones que trascienden ese mismo espacio. La experiencia del Ser a partir de la misma percepción de la existencia, la experiencia del Espíritu hecho carne y cuerpo. Y lo puedo vivir en mi ahora, aquí mientras leo.
Esa sensación de ser es la perfecta vacuidad, el Soplo constante, no el viento que va y viene sino el que no muda. Es cuestión de afinar la conciencia sutil, contemplar con cuidado sumo los ruidos internos por donde fluye la vida, la Vida. Más cerca imposible, porque no existe espacio intermedio: yo soy esa vida, yo estoy impregnado, preñado de esa Vida. La sensación de ser que me hace exclamar YO SOY.
Una experiencia que lleva la impronta de lo intemporal, una experiencia que ya existía antes de la creación. La sensación de la Vida, antes de la emergencia del tiempo.
Eso es la iluminación, todo el mundo puede iluminarse a poco que esté atento. Nos pasamos la vida catalogando, separando, juzgando, escindiendo, sin percatarnos de la Unidad que somos, del Ser que nos habita. Quien despierta a la sensación de ser, es uno con el mundo, con los mares, con el Universo, tiene en sí todo, no tiene miedo a la muerte, porque muriendo antes de morir supo desprenderse de su yo. Y no es envidioso, es uno con el Todo y se percata de la Inteligencia amorosa que nutre su conciencia. Él mismo es Conciencia. Quien ha despertado es un ser libre que descansa en la Pura Presencia, en la Vacuidad.