La tarta de las emisiones

Las emisiones de gases de efecto invernadero se han disparado en el último medio siglo, principalmente aquellas de dióxido de carbono, metano, óxido nitroso y gases fluorados. A pesar de este crecimiento acelerado —y del claro conocimiento de los efectos que tiene sobre el cambio climático—, todavía se está muy lejos de los objetivos de reducción necesarios para frenar el calentamiento global. Para establecer la foto fija final, se debe tener en cuenta que las emisiones divergen según la zona e incluso dentro de cada una de ellas los patrones pueden variar, haciendo que dos países de un mismo continente no emitan de la misma manera. En paralelo, aunque en la tarta de las emisiones algunos sectores se llevan la parte más grande, las cosas pueden cambiar si se pone la lupa en gases concretos. Por ejemplo, en el metano, la agricultura lidera la lista, seguida por las emisiones fugitivas y la basura.


Las conclusiones de la COP28 alertan de que es necesario reducir las emisiones en un 43% para salvar el planeta. Si se sigue el rumbo actual, será imposible cumplir con el Acuerdo de París. El año 2023 ha sido el más caluroso. Ya se da por sentado que las temperaturas alcanzarán una subida de 1,5 ºC en 2035: el dato es preocupante, pero también invita a acelerar el esfuerzo colectivo contra el calentamiento global.

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Emisiones de efecto invernadero en millones de toneladas (datos de 2020).

Compromisos

Las emisiones de CO2 son las que tienen un mayor impacto medioambiental. El 80% de las emisiones globales —que salen de 72 países— está siendo cubierto por compromisos de emisiones cero, según McKinsey. La consultora incluso estima que estas emisiones empezarán a declinar a partir de 2025. Aunque no exentos de tensiones —como se vio en la última Cumbre Mundial del Clima—, las diferentes economías están asumiendo compromisos para hacer que la tarta de las emisiones se parezca más a una de cumpleaños que a una de boda.

Acciones de transición verde

Los compromisos deben ir en paralelo a las acciones. Es ahí donde encaja la transición verde, que implica cambios en diversas áreas. Desde el transporte —potenciando el transporte público— a la energía —con una apuesta por las renovables—, pasando por un impulso de la economía circular, se están potenciando alternativas con una huella más baja y un mayor respeto por los recursos naturales. La Unión Europea, China o Japón han anunciado inversiones multimillonarias en planes verdes.

Filosofía de vida

Al mismo tiempo, el salto a un mundo con menos emisiones implica también un cambio social, un ajuste en la filosofía de vida. Replantearse el consumo masivo de productos de usar y tirar o cambiar la dieta —buscando una más saludable que sea respetuosa con el planeta— son algunas de las recomendaciones. Eso sí, si algo ha quedado claro estos últimos años es que estos cambios deben llegar a todas las capas de la sociedad y que no puede ser posible saltárselos debido a privilegios legales o de clase.

Emisiones de CO2 a la atmósfera derivadas de la industria y el uso de combustibles fósiles (en millones de toneladas métricas).


Fuentes: Statista, Our World in Data, ‘Global Energy Perspective 2023’ de McKinsey, COP28

La tarta de las emisiones

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