Una invitación a estar aquí y ahora

Silencio

Por Amoda Maa

Te invito a que te tomes un momento para ser consciente de cómo es tu respiración ahora mismo. ¿Eres consciente de ella o estás atrapado en tus pensamientos? Tómate un momento para sentarte cómodamente y profundizar conscientemente en tu respiración, de manera que percibas cómo sube y baja tu pecho. ¿Puedes sentir la sensación del aire pasando por tus orificios nasales a medida que inspiras y espiras? Mantén tu atención en la respiración… Inspira suave, larga y lentamente. Asimila la plenitud de este momento exactamente tal y como es, siente cómo tu cuerpo está abierto para abrazar y acoger la vida. Y cuando te sientas completamente colmado, déjalo ir, suéltalo todo, vuelve a rendirlo todo a la corriente de la vida… Espira suave, larga y lentamente, y date permiso a ti mismo para relajarte profundamente en este momento tal y como es.

Puedes dedicar unos pocos minutos a hacer este ejercicio con los ojos cerrados, aunque también está bien hacerlo con los ojos abiertos a medida que vas leyendo. Ser consciente de la respiración en todo momento ―cuando estés comiendo, cuando estés bailando, o cuando simplemente estés sentado en calma― es la clave para estar presente. La respiración es el hilo común que atraviesa todo lo que haces, y también es un portal hacia el Ser.

Cuando ponemos toda nuestra consciencia en el propio acto de respirar ―en la sensación de la respiración, a medida que sube y baja― penetramos directamente en la eternidad del momento presente.

Si eres consciente de la respiración mientras te ocupas de las tareas del día a día significa que estás anclado en la verdad infinita de tu naturaleza esencial mientras que, a la vez, sigues siendo capaz de manejarte por el mundo de las formas. Es algo que impregna la vida con la frescura de la libertad ilimitada y aporta ligereza a cada uno de tus pasos.

Y ahora me gustaría invitarte a profundizar aún un poco más. Vuelve a poner la atención en la respiración. Si notas alguna tensión en el cuerpo, concéntrate conscientemente en esa área y lleva la respiración profunda y suavemente hacia ella. Al hacerlo, suelta la tensión en la espiración. Sigue haciendo este ejercicio hasta que sientas que tu cuerpo está más relajado. Intenta ser consciente del intervalo que media entre la inspiración y la espiración; es una suave pausa en la que no sucede nada, en la que tan solo hay silencio. ¿Puedes sentirla? No pongas demasiado esfuerzo en ello, tan solo sé consciente de ella con ligereza. Es como si estuvieses descansando en una nube… Haz una pausa y, después, deja que tenga lugar la siguiente inspiración o espiración.

Puede que, a medida que continúes respirando conscientemente de este modo, tengas la sensación de que tu cuerpo se vuelve más ligero, o puede que sientas cómo una sutil energía vibrante va pasando a través de ti. Según te vayas relajando más profundamente, es posible que sientas que tus límites físicos se van disolviendo. Disfruta de esta sensación, respira suave y profundamente en ella. Se trata de la forma convirtiéndose en lo que no tiene forma… Estás entrando en la dimensión atemporal del espacio interno.

El aliento en su continuo ir y venir, la respiración en su constante subir y bajar; no tienes que hacer nada más que relajarte justo aquí, justo ahora. Penetra profundamente en este momento, en este espacio. Si alguna sensación física entra en el campo de tu conciencia, simplemente penetra más profundamente en ella y lleva la respiración hacia su interior. Puede que sientas que tu cuerpo se vuelve traslúcido o que se vuelve muy expansivo. Respira suave y profundamente en esta sensación y abandónate al espacio ilimitado del ahora. Simplemente déjate ir en la infinitud de tu propia naturaleza interna. Disfruta de la sensación de estar a la vez en todas partes y en ninguna; eres uno con todo lo que es. Permanece así durante unos cuantos minutos más.

Ahora, muy lentamente, ve poniendo de nuevo la atención en tus límites físicos, nota como la respiración hace que suba y baje tu pecho. Pon la atención en tu cuerpo, ya esté sentado, de pie o tumbado. Percibe la sensación del suelo que hay debajo de ti y la solidez de tu propio cuerpo. Y cuando estés listo, abre lentamente los ojos y aprecia los colores y las formas que te rodean. Ahora respira profundamente… Ya estás listo para ocuparte de los asuntos del día. Probablemente notarás que te sientes mucho más liviano durante todo el día y que las cosas fluyen de una manera más ligera y sencilla para ti. Recuerda que puedes realizar esta pequeña práctica reservando algún tiempo para ella y cerrando los ojos durante unos minutos, pero también puedes llevarla a cabo independientemente de dónde estés o de lo que estés haciendo. Siempre que tomas conciencia del espacio sin dimensiones que reside en tu interior creas una apertura en tu vida por la que puede entrar Dios. Y, provisto de una mayor presencia divina, puedes soltarlo todo y limitarte a confiar en la benevolencia de la vida.

Una invitación al silencio del ser

Hay una meditación muy sencilla que puedes hacer en cualquier momento, en cualquier lugar e independientemente de lo que estés haciendo. En esencia, lo que consigue es traerte de vuelta al momento presente y liberarte de la tiranía del pensamiento.

Así es que, simplemente relaja tu conciencia de forma que sus límites se vuelvan menos densos. Sin esfuerzo alguno por conseguir nada, sin ninguna contracción de la mente. Es muy probable que poco a poco te vayas volviendo cada vez más intensamente consciente de tus pensamientos. Simplemente deja que pasen flotando, no los persigas ni intentes hacer que no aparezcan. Si tienes los ojos abiertos, entonces también serás consciente de lo que estés viendo, y puede que también de lo que oyes o lo que hueles. Una vez más, simplemente permite que todas estas sensaciones y todos estos pensamientos floten en tu conciencia y la atraviesen. Deja que tu conciencia se expanda hasta ser inmensa, vasta, ilimitada, abierta y libre como el cielo.

Cada vez que te des cuenta de que te has quedado fascinado por algo de lo que aparece en la pantalla de tu consciencia y sientas el impulso habitual de seguirlo con la mente, ¡DETENTE! Dedica un momento a ser consciente de la tendencia a perderte en el pensamiento. Y, a continuación, sencillamente relaja tu mente y permite una vez más que todo pase flotando por ella, como si fuese permeable. Es posible que te des cuenta de cómo todo aparece de la nada y luego desaparece nuevamente en la nada. Deja que tu conciencia repose aún más profundamente en esta nada, en este espacio vacío que hay entre los pensamientos. Haz que los límites de tu consciencia se ablanden, que pierdan su solidez, y descansa en la inmensidad del silencio que está más allá de todo pensamiento. Date cuenta de que el pensar no es más que una pequeñísima parte de todo ello. Sé consciente de lo infinito que es el silencio. Ábrete de par en par para dejar que todos los pensamientos pasen a través de ti. Percibe cómo los pensamientos pueden ir y venir, y, sin embargo, aquello en lo que aparecen sigue existiendo. En el eterno ahora de la conciencia silenciosa, la naturaleza esencial de este momento permanece intacta.

Esta conciencia abierta ―ilimitada y libre como el cielo― se encuentra disponible para ti en todo momento. Da igual lo que sea que estés haciendo. Lo importante es que recuerdes que ser es el telón de fondo en el que tiene lugar todo hacer. Cada vez que te veas a ti mismo perdiéndote en el pensamiento, preocupándote por lo que puede o no puede pasar en el futuro… ¡tan solo DETENTE! Tómate un momento para volver a enfocar la atención. Reposa profundamente en este momento y sintoniza nuevamente con el silencio infinito que está aquí presente, pues este momento es el único que existe, y el único que importa.

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