La paradoja de lo Woke es que nace aparentemente de valores liberales, con los que el indviiduo supuestamente se define a sí mismo, pero tiende a ser intolerante de quienes difieren de su autodefinición. Lo woke olvida que la identidad también se construye colectivamente y no puede separarse de un contexto social. El filósofo John Gray, uno de las grandes intelectuales ingleses de su generación, observa que el movimiento woke, a menudo visto como una forma radical de liberalismo, se está volviendo paradójicamente iliberal.
Este movimiento, basado en el hiper-liberalismo, rechaza los valores liberales tradicionales y busca imponer una visión del mundo singular. Gray señala que la generación woke ha aprendido de los fracasos políticos del pasado, rechazando los valores liberales supuestamente anticuados por considerarlos cómplices de la opresión. En lugar de participar en el diálogo y la persuasión, los activistas woke extienden su poder marginando socialmente y arruinando económicamente a sus críticos. Este comportamiento recuerda a los regímenes totalitarios históricos, donde se exigía confesión pública y arrepentimiento a las víctimas, y se usaba el miedo de manera pedagógica para imponer la conformidad. El rechazo de las libertades liberales ha llevado a lo que Gray describe como «la tiranía de la turba justa».
Más que las falsas elucubraciones marxianas de los pensadores posmodernos, es la singular fe americana en la redención nacional la que impulsa la insurgencia woke. El régimen inquisitorial autoimpuesto en universidades y periódicos —donde se anima a editores, periodistas, profesores y estudiantes a olfatear y denunciar la herejía— se asemeja más a Salem que a Leningrado. Saturado de teología cristiana, el liberalismo ilustrado de Locke está volviendo a una versión más primitiva de la fe fundacional. América está cambiando radical e irreversiblemente, pero también se mantiene igual. El movimiento woke, según Gray, es una metamorfosis dentro del liberalismo, donde se han eliminado las restricciones metafísicas y teológicas tradicionales, llevando a una forma de liberalismo sin tolerancia. Este hiper-liberalismo, despojado de sus matrices culturales, civilizacionales y religiosas, transforma la autonomía en una demanda de reconocimiento y validación social, a menudo a expensas del pensamiento libre y la investigación.
Gray reconoce que la cultura de la cancelación es real y afecta significativamente a jóvenes académicos, periodistas y trabajadores, aunque no impacte a todos por igual. Enfatiza que el movimiento woke está impulsado por una comprensión específica de la autonomía, donde los individuos deben crear y definir sus identidades, pero estas identidades también requieren validación social. Esto crea un escenario donde la política de identidad woke se vuelve explícitamente anti-liberal, enfocándose en características fijas como la raza y el género, que luego dictan las recompensas sociales y anulan otros principios liberales como la libertad de expresión y el debido proceso.
El movimiento carece de las restricciones metafísicas y teológicas tradicionales que una vez moderaron el liberalismo, llevando a búsquedas extremas como la inmortalidad tecnológica. Contrariamente a algunas creencias, Gray no piensa que el posmodernismo o el pos-estructuralismo sean las raíces del movimiento woke. En cambio, lo ve como una evolución interna dentro del liberalismo, impulsada por el abandono de sus creencias y valores fundamentales. La inseguridad económica de la clase profesional y una búsqueda civilizacional más profunda de significado también son impulsores clave del movimiento.
El movimiento es más prominente en los países de habla inglesa, siendo Canadá, Estados Unidos y el Reino Unido ejemplos notables. Según Gray, el hiper-liberalismo se centra en las microagresiones culturales y las interpretaciones históricas en lugar de en las desigualdades económicas basadas en la clase. Este dominio cultural destaca la fuerza del movimiento en la angloesfera.
Gray cree que las estrategias liberales tradicionales son insuficientes para abordar los desafíos planteados por el movimiento woke. Llama a una nueva aproximación para crear espacios de pensamiento libre e investigación. El movimiento woke retiene elementos de la teología cristiana, particularmente la narrativa de la redención, y está influenciado por las ideas de John Stuart Mill sobre la individualidad, donde la verdadera humanidad se define por la auto-creación y la auto-definición.
Las lecciones de los fallos percibidos de la democracia americana, particularmente su incapacidad para abordar la opresión sistémica, han alimentado el ascenso del movimiento. El rechazo de los valores liberales anticuados, vistos como cómplices de la opresión, ha llevado a regímenes inquisitoriales autoimpuestos en universidades y periódicos, reflejando un retorno a prácticas más primitivas y puritanas.
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