Los restos fósiles, hallados en la provincia de Río Negro, corresponden a un pariente prehistórico de los cocodrilos actuales.
Reconstrucción de la criatura prehistórica. Crédito: Gabriel Díaz Yantén.
Si un viajero en el tiempo pudiera trasladarse 100 millones de años atrás, a lo que hoy son las provincias de Neuquén y Río Negro, encontraría una rica fauna que incluye a los araripesuquios, un grupo particular de cocodrilos de no más de metro y medio de largo y 40 centímetros de alto. Estos animales tenían un hocico angosto con fosas nasales al frente, similares a las de un perro o un zorro.
Investigadores del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET), la Fundación Azara y otras instituciones han descubierto en el Área Paleontológica de La Buitrera, en Río Negro, una nueva especie de estos antiguos cocodrilos.
Bautizado como Araripesuchus manzanensis, se distingue de otras especies halladas en Argentina por sus dientes posteriores menos puntiagudos y más redondeados.
«Esos dientes, que llamamos molariformes, recuerdan a los de algunos mamíferos que comen animales pequeños con caparazón duro, como caracoles e insectos, lo que se conoce como dieta durófaga. Sin duda, tener una especie más de araripesuquios aumenta la diversidad de especies que conocemos», explicó el doctor Sebastián Apesteguía a la Agencia CTyS-UNLaM.
Apesteguía, junto al investigador Diego Pol, había descubierto en 2005 otra especie de este grupo, Araripesuchus buitreraensis, también en Río Negro. Otra especie de la región es A. patagonicus, hallada en Neuquén, además de otras tres encontradas en África.
Un cocodrilo con aires de zorro
El trabajo actual, publicado en la revista Journal of Systematic Palaeontology, incluye una descripción detallada basada en dos cráneos casi completos de no más de 10 centímetros de largo, y una mandíbula con la porción anterior del cráneo. También se realizaron tomografías computadas para una mejor descripción de los huesos cubiertos de sedimento.
Apesteguía explicó que los araripesuquios tenían ojos a los costados de la cabeza, y sus brazos y piernas se ubicaban debajo del cuerpo, lo que les permitía mantener la panza lejos del suelo y moverse con agilidad por el desierto, de manera similar a los zorros actuales. Por eso se les conoce como «cocodrilos-zorro».
Arriba: Esquema del esqueleto (Crédito: Jorge A. González). Abajo, izquierda: Paleontólogas trabajando en la región. Abajo, derecha: Araripesuchus ataca nido (Crédito: Jorge A. González).
Anteriormente, se sabía que este grupo de cocodrilos era exitoso debido a los numerosos restos encontrados en diversos lugares.
«El hallazgo de A. manzanensis es clave porque nos da indicios de cuán diversas pueden ser las especies dentro de este mismo grupo en relación con su dieta. No es fácil hallar nuevos animales con diferentes fuentes de alimentación», precisó Apesteguía. «Eran especies con características especializadas. Por ejemplo, hemos encontrado numerosos especímenes de esfenodontes o serpientes Najash, pero siempre de la misma especie. El hallazgo de A. manzanensis, al ser una especie distinta a los otros araripesuquios, muestra una mayor complejidad en ese ecosistema».
Cabe aclarar que el nombre de la nueva especie fue elegido para honrar a «El Manzano», un establecimiento rural conocido en la década de 1920 como «Rancho de Ávila». Desde 1999, las familias Pincheira y Zúñiga han brindado su hospitalidad y recursos al equipo de trabajo durante sus numerosas campañas paleontológicas en La Buitrera.
Fuente: CTyS-UNLaM. Edición: MP.
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