Las diferencias entre narcisismo y egocentrismo existen, pero son más notorias para los profesionales de la salud mental que para la población general. Y esta confusión contribuye a alimentar más desconcierto en torno a preguntas de todos los días: «¿estoy siendo egoísta, debería pensar menos en mí, es que mi pareja no tiene empatía?».
Ya sea que hagamos un ejercicio de introspección o un análisis de nuestros seres cercanos, identificar actitudes egocéntricas y distinguirlas del amor propio no es tan fácil como parece. Y, mucho menos, lo es trazar la línea que separa un modo de pensar de una enfermedad.
El egocentrismo es un sesgo cognitivo y el narcisismo es un desorden de la personalidad. Ahora bien, para profundizar en ambos, entrevistamos a la Dra. Ana Isabel Sanz, psiquiatra y psicoterapeuta.
Es preciso aclarar que «egocentrismo y narcisismo forman parte de un mismo espectro», dice Sanz, directora del Instituto Psiquiátrico Ipsias. Por lo tanto, representan expresiones de una forma común de ver el mundo, que se fundamenta en la idea de ser el centro de todo.
El problema es que esta visión persiste a lo largo del tiempo. Las personas egocéntricas y narcisistas tienen «patrones de personalidad que no son demasiado flexibles», completa la especialista. De manera repetida, y a diario, consideran que los demás deben estar a su servicio y que los otros han de organizar sus vidas para satisfacer sus demandas.
«En ese espectro, hablar de egocentrismo implica una menor rigidez —explica Ana Isabel Sanz—. La persona egocéntrica es capaz de darse cuenta de los sentimientos del otro y reconducir su conducta, pero el narcisista es menos proclive a cambiar su comportamiento».
Un egocéntrico tiene más capacidad de ser empático. Podrá reflexionar, alguna vez, sobre sus acciones, y notar el daño que inflige a los demás.
Al contrario, en el narcisista no se vislumbra con facilidad una posibilidad de percibir las necesidades del otro. «A veces, ni siquiera teniendo problemas de rupturas continuas, de pérdidas de trabajo y de amigos, consigue modificar su conducta», relata la psiquiatra.
Por ende, según la experiencia de la especialista, es difícil que un narcisista pida ayuda. Si asiste a consulta terapéutica, es habitual que pregunte qué es lo que los demás no ven en él, antes que plantear si está haciendo algo mal.
¿Cómo saber si estoy ante alguien con narcisismo o con egocentrismo?
El narcisista es manipulador. Siempre buscará algo a cambio. En cambio, el egocéntrico solo aspira a tener razón, a imponer su punto de vista.
Debido a su ejercicio de la manipulación, podemos ver señales del narcisismo en la forma de usar las emociones ajenas para ejercer el control. Por ello, un narcisista puede mostrarse amable y seductor al inicio de una relación.
Por su parte, el egocéntrico es menos sofisticado. Su comportamiento puede parecer inmaduro y hasta infantil. Lo que vemos de él es lo que es: alguien que solo tiene en cuenta sus perspectivas, sus opiniones y sus necesidades.
¿Se nace narcisista?
Son muchos los factores que confluyen para que aparezca un trastorno de la personalidad. A su vez, hay momentos y etapas de la vida en las que la tendencia egocéntrica es esperable.
Por ejemplo, en la infancia. Según Piaget y su teoría, un niño menor de 8 años piensa de modo egocéntrico porque así interpreta el mundo.
Ahora bien, más allá del egoísmo esperable a temprana edad, «un padre puede notar en un niño de 3 o 4 años que hay tendencia egocéntrica», advierte Ana Isabel Sanz. Eso podría ser parte de una cierta predisposición, genética o biológica, que facilitaría luego el desarrollo de la personalidad narcisista.
«Dependerá de los padres, el hecho de que esa tendencia crezca o no», comenta la psiquiatra. Pues son los vínculos precoces, las relaciones que se establecen con las figuras de crianza, las que mayor influencia tienen. «Los abusos, la negligencia en el cuidado o la sobreprotección son elementos que modelan un futuro narcisista», concluye Sanz.
¿Un narcisista puede ser funcional en la sociedad?
Quizás, para la cultura popular, Napoleón Bonaparte sea el ejemplo clásico de un narcisista famoso. Se le atribuyen obsesiones con el deseo constante de que los demás reconocieran su grandeza y hay cientos de historias que lo retratan como tal.
En Estados Unidos, algunos estudios revelaron que más del 7 % de los hombres y casi el 5 % de las mujeres podían ser diagnosticados con trastorno de la personalidad narcisista. Entonces, es lógico preguntarse por la forma en la que estas personas viven, trabajan y se relacionan en el mundo social.
Para la Dra. Sanz, directora del Departamento de Psiquiatría del Centro de Rehabilitación Dionisia Plaza de Madrid, «personas con patrones egocéntricos y narcisistas se desarrollan en la sociedad y hasta son exitosos». A la par, como aclara la especialista, los que están cerca son muy desgraciados, pues sufren las actitudes y las acciones sin empatía que generan daños.
¿Cómo ayuda la terapia a las personas egocéntricas y narcisistas?
Es válido diferenciar egocentrismo de narcisismo, así como egoísmo de ego saludable. «Todos tenemos un ego —dice la especialista—, pero este podrá ser equilibrado o muy grande».
Si el ego está equilibrado, reconocerá la necesidad de cuidarse a uno mismo y darse cariño, para después cuidar y tener empatía con los demás. Al contrario, el ego muy grande deriva en serios problemas.
Las tendencias claramente egocéntricas sí necesitan ayuda profesional. Al descubrirlas, es posible establecer contacto con especialistas para trabajar en ellas y reconducirlas.
«No siempre se necesita una terapia larga», afirma Sanz. «Puede ser simplemente un asesoramiento», completa. Una pequeña consulta puede resultar suficiente para cambiar la línea de nuestras relaciones.
Pero, para llegar a la ayuda, necesitamos el paso previo de dejar de responsabilizar al mundo por todo. En lugar de preguntarse qué hacen mal los otros, es conveniente cambiar la interrogante hacia nuestras responsabilidades.
No obstante, puede que no seamos nosotros los que necesitemos ayuda, sino un familiar, una pareja o un amigo que tiene personalidad egocéntrica o narcisista. «No hay que ser demasiado tolerante con sus actitudes», afirma Ana Isabel Sanz. A lo que agrega: «Es muy importante que el damnificado también consulte».
Diferentes, pero con puntos en común
El narcisismo puede ser un diagnóstico psiquiátrico o un trastorno menos severo, pero siempre implica una autoimagen grandiosa y una necesidad constante de validación externa. De hecho, lo peor que le puedes decir a un narcisista es que no es especial o que hay personas mejores que él.
En cambio, el egocentrismo es más una característica del desarrollo psicológico. Puede considerarse un sesgo cognitivo.
En cualquiera de las dos circunstancias, muchas personas sufren por las actitudes. Por eso es importante el apoyo profesional y una terapia dirigida a reconducir las acciones.
Claro que no es fácil, ni para el egocéntrico, ni para el narcisista, ni para los seres cercanos. Y menos lo es en una sociedad que se caracteriza por el culto y la exaltación del ego. Sin embargo, hay caminos, métodos y terapias disponibles para lograr el cambio.
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