En este extracto, explora los enormes costos que implican los viajes espaciales y por qué, a pesar de las potenciales riquezas en juego, podría ser mejor permanecer en tierra por un tiempo más.

«Si no mejoramos nuestro ritmo de progreso, definitivamente estaré muerto antes de que lleguemos a Marte «, dijo Elon Musk en la conferencia Satellite 2020 en Washington, DC, según un informe de Los Angeles Times. «Si nos ha llevado 18 años solo prepararnos para poner a las primeras personas en órbita, tenemos que mejorar nuestro ritmo de innovación o, según las tendencias pasadas, definitivamente estaré muerto antes de llegar a Marte».

Fue una reflexión aleccionadora sobre una realidad oscura que hace reflexionar a cualquiera. Ya sea que ames la promesa de los viajes espaciales, odies el precio que las industrias modernas imponen a los pobres o seas completamente indiferente, la muerte es un recordatorio constante de que, sin importar lo que hagas o lo que construyas, su destino final probablemente llegará mucho después de que tu vida haya expirado.

Esto es algo que la mayoría de los lectores tendrán en común con Musk: es muy probable que en las próximas décadas se produzca un viaje humano a Marte, pero ¿un asentamiento en Marte lo suficientemente desarrollado como para albergar personal no esencial y con billetes interplanetarios lo suficientemente baratos como para servir como vía de escape viable de la Tierra al menos para la clase media de los Estados Unidos? No cuente con ello durante su vida, al menos no en el plazo en el que los más sanos físicamente entre nosotros podrían soportar las presiones ambientales y psicológicas de un viaje de meses hasta allí.

En cuanto al coste, Musk ha dicho que está «seguro» de que ir a Marte podría costar menos de 500.000 dólares, y «quizás incluso» menos de 100.000 dólares. Estas cifras se dieron en 2019. No se trata de hacer una estimación muy aproximada con una lupa económica, pero son casi 600.000 y 120.000 dólares, en dólares de 2023, ajustados a la inflación.

Aun así, esa última cifra está al alcance de una parte importante de la fuerza laboral estadounidense. En 2023, el ingreso anual promedio fue de $56,940 (antes de impuestos). Si la inflación se detuviera, o los salarios aumentaran por mandato federal para mantenerse al día con la inflación, el estadounidense promedio podría pasar sus primeros 15 años ahorrando dinero para escapar a Marte, y menos tiempo si hubiera una manera de pagar su boleto en cuotas o trabajar para saldar su deuda en minas marcianas.

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Pero sin cambios significativos en la economía estadounidense (bastante centrada en los servicios), los derechos laborales, los impuestos al 1% más rico y el liderazgo (en resumen, sin un cambio radical sociopolítico y económico en Estados Unidos), menos ciudadanos de los países del Primer Mundo podrían permitirse un boleto a Marte sin encontrar empleos con salarios que sean un orden de magnitud o dos mayores que 60.000 dólares. Además, el proceso de instalar un asentamiento funcional y autosostenible equivale a lanzar una gran guerra mundial desde todos los lados a la vez.

En cuanto al costo de construir un asentamiento en Marte, esto dependería del costo por tonelada de material transportado al Planeta Rojo. En 2017, Musk estimó que el precio de trasladar material a Marte sería de 140.000 dólares por tonelada. Eso sería 174.260 dólares en 2023; seamos conservadores y digamos que será de 200.000 dólares por tonelada para cuando Starship pueda empezar a hacer viajes a Marte. En 2017, Musk dijo que 100.000 millones de dólares es una cifra factible para concretar un asentamiento en Marte. Siguiendo con nuestras matemáticas de servilleta, eso es casi 200.000 millones de dólares.

Musk también dio estimaciones de que esto podría hacerse tan pronto como en el año 2050, pero considerando los muchos reveses para Artemis de la NASA y Starship de SpaceX, y la disonancia geopolítica entre las naciones que viajan al espacio cuando se trata de… todo, esta es una estimación muy idealista. Otra eventualidad que a menudo se pasa por alto es cómo los contratos espaciales tienden a enfatizar la necesidad de escalar la actividad económica que ya se ha establecido como factible. Una vez que Musk demostró que sus cohetes Falcon 9 podían entregar lo que queramos a la órbita baja de la Tierra, los contratos de SpaceX eclipsaron rápidamente los lanzamientos operados por la NASA y cualquier otra entidad o nación del mundo.

Y aunque ese dinero se utilizó para ahorrarles a los contribuyentes la larga factura del desarrollo de Starship, la necesidad constante de apoyar y reciclar a la tripulación de la ISS (sin mencionar el lanzamiento de varios activos militares por parte de SpaceX) ha contribuido a un crecimiento horizontal económicamente positivo para SpaceX. Una vez que lleguemos a la Luna, todas las corporaciones que puedan permitirse superar la oferta de las más pequeñas ofrecerán a SpaceX, y a cualquier otra empresa aeroespacial privada que pueda hacer el viaje, riquezas incalculables para expandir sus actividades en nuestro vecino lunar. Luego están las riquezas de los asteroides cercanos que contienen más dinero en metales raros que el que cualquier persona en la Tierra haya ganado o tenido jamás, algunos de los cuales, como Davida, 16 Psyche , Diotima y más, contienen trillones de dólares.

En otras palabras, nadie habla de un posible escenario en el que Artemisa sea un éxito rotundo, en el que SpaceX, Blue Origin, la NASA y sus amigos estén expandiendo la presencia humana permanente en la Luna y esas riquezas incalculables estén regresando a la Tierra para las élites del mundo. Pero a pesar de todo este éxito, una misión a Marte se retrasa perpetuamente porque se puede ganar más dinero si no se va durante varias décadas más.