¿Los dioses no pueden alcanzar la iluminación según el budismo y Saint Seiya?

¿Por qué algunas formas de budismo y un personaje de Saint Seiya niegan que los dioses o devas sean capaces de alcanzar la iluminación y convertirse en Budas?

Publicado por primera vez un el 3 de diciembre de 1985 en la revista Shūkan Shōnen Jump, Saint Seiya o Los Caballeros del Zodiaco es un manga shōnen escrito e ilustrado por el maestro Masami Kurumada. Su adaptación anime, a cargo del famoso estudio Toei Animation, es una de las más elogiadas de todos los tiempos y cuenta con millones de fans. Una serie sobre guerreros o “santos” que utilizan su “cosmos” o la energía de sus sentidos para servir a la reencarnación de la diosa griega Athena, protectora de la humanidad contra el dios Hades o la muerte.

Aunque este manga anime recurre a distintos elementos de la mitología griega, también recupera nociones de las enseñanzas budistas. Shaka, uno de los “doce santos dorados” de Athena, bajo la casa de Virgo, es un discípulo del Buda y un maestro liberado capaz de infligir un castigo terrible a sus oponentes. Para conocer su comprensión de la naturaleza de los dioses y de la vida humana, es necesario explicar qué es el “Saṃsāra” o el universo:

La noción de reexistencia cíclica es la base explicativa y soteriológica del budismo. Nacimiento, muerte, renacimiento. El karma es la realidad situacional de los seres sintientes o de diversas actitudes. La transición de instante a instante, de acción a acción y de perspectiva a perspectiva es la modificación de las características de la experiencia. Esta sucesión kármica permite formas existenciales o disposiciones mentales ilusorias que podrían describirse como “lugares” donde el sufrimiento renace y sigue cambiando. El budismo clasifica estos lugares en “seis reinos” que incluyen, tanto nuestra manera de vivir humana, como la de los dioses. El progreso que ilumina o hacia la “nirvanización” de estos mundos es también el de Kanon, el Bodhisattva Avalokiteśvara la Bosatsu de la compasión universal o “MahāKaruṇā”.

Igualmente conocidos como los “seis caminos de la reencarnación”, en japonés “Rikudō Rinne”, en el anime Saint Seiya también dan nombre a la técnica más terrible del santo de Virgo. Concentrando su cosmos, Shaka puede proyectar una luz que golpea directamente a su enemigo, enviándolo aparentemente a cualquiera de estos reinos o a todos, uno a uno:

El reino del infierno, “Jigoku-kai” o “Jigokudō”, supone los planos del mayor sufrimiento. No son un lugar de castigo, sino lo tormentoso y lo miserable de las circunstancias kármicas de quienes han quedado atrapados tercamente en las peores formas de ignorancia, ira y apego. Estos ríos de sangre, montañas mórbidas, lluvias de azufre y páramos helados, temor tras temor, son vidas que se consumen durante millones de años. Y, sin embargo, como todo en el universo, los también denominados “Narakas” no son permanentes. Eventualmente, uno puede pasar a otra actitud mental o renacer en otro de los cinco reinos. Los seres infernales o en el peor de los caminos reciben los beneficios de “Shō Kannon” o el sagrado Avalokiteśvara.

El reino de los fantasmas hambrientos, “Gaki-kai” o “Gakidōpretas”, se caracteriza por la pobreza o como un agujero insaciable. A la actitud mental o forma de vida conocida como “preta” nada la satisface plenamente y, atrapada en su voracidad y materialismo, famélica y con el estómago hinchado, arrasa o se traga todo lo que se le presenta. Este plano existencial o de atención es el de la insuficiencia y se explica bien con una metáfora budista sobres quienes, teniendo sed, beben hasta reventar de un mar de agua salada. Los pretas que saltan sobre carne muerta reciben los beneficios de “Senju Kannon” o el Bodhisattva de los mil brazos.

El reino de los animales, “Chikushô-kai” o “Chikushodō”, es el de la estupidez y la ceguera. Un plano donde priva la ley del más fuerte que devora al débil, y cada ser o mentalidad es un cazador y una presa que vive una sola perspectiva inamovible, sin flexibilidad, humor o empatía. Esta existencia solo instintiva es repetir casi lo mismo del nacimiento a la muerte. Los animales reciben los beneficios de “Bato Kannon” o el Bodhisattva con cabeza de caballo.

El reino de los semidioses o titanes, “Shura-kai” o “Ashuradō”, se caracteriza por los celos y el conflicto constante, la lucha que jamás tiene un ganador definitivo y cuyos resultados la reinician una y otra vez, generando la incompletud. Los “asuras” son seres sobrenaturales y privilegiados que, no obstante, están atrapados en una existencia o mentalidad turbulenta de batallas por el dominio y los recursos de su mundo, la falta de descanso del ego. Los guerreros asuras reciben los beneficios de “Juichimen Kannon” o el Bodhisattva de las once cabezas.

El reino de los humanos, “Sei-Kai” o “Ningendō”, nuestro mundo de felicidad, cólera, llanto, miseria y tristeza, el entrelazamiento de todos los sentimientos. La inestabilidad es la riqueza de nuestro mundo que es un infierno y un paraíso, siempre sacudido por las emociones, alegría llena de agradecimiento y una constante vulnerabilidad trágica. Y, de acuerdo con algunas sectas budistas, es el único de los seis reinos donde es posible la iluminación. Los humanos reciben los beneficios de “Juntei Kannon” o la madre de los setenta millones de Budas.

El reino de los devas, “Ten-Kai” o “Tendō”, es el cielo acogedor donde todo ser o estado mental es aparentemente bendecido con placeres permanentes y poderes excelsos. Sin embargo, de acuerdo a Shaka, el santo de Virgo, este es el plano más peligroso de todos.

El cielo hace parte del Saṃsāra, es decir, del reciclaje de todas las vidas y todas las experiencias. Aunque pueden vivir millones de años, los dioses también decaen, son mortales, y están sujetos al sufrimiento que supone la ilusión de la temporalidad. El ilimitado placer del cielo es un apego a la perfección y a una vigilancia constante para evitar cualquier perturbación. Distraerse lo más mínimo, ceder o inclinarse a la realidad de los otros cinco reinos, puede atrapar a los dioses en sus características condicionadas, precipitándose para renacer en el dominio de las bestias, el de los fantasmas hambrientos o, inclusive, el del dolor infernal.

Esto explica por qué para Shaka y para diversas sectas budistas, los dioses nunca podrán alcanzar la iluminación y deberán renacer antes como seres humanos. Nuestra situación es la ideal para comprender la naturaleza de este universo e ir a dormir al Nirvāṇa como duerme el despertar en el despertar, en la energía de la ilusión y las pesadillas. Nuestro mundo es el mismo nivel de felicidad y de tristeza potenciales. Existir aquí permite todo lo mejor, todo lo peor y, si atendemos a la enseñanza de los Budas, pudimos haber pasado una gran parte de la vida del universo en progreso tratando de aprender, nacimiento tras nacimiento, a ser seres humanos.

Algunas enseñanzas budistas insisten en este valor de nuestro nacimiento como prerrequisito para alcanzar la iluminación, imposible para los otros seis reinos de las vidas no humanas. Aunque hay que decir que, en otras enseñanzas, se supone que el Buda Shakyamuni o “Tathāgata” ha predicado a todas las formas de existencia el “Buddhadharma”, las cuatro nobles verdades y el noble camino óctuple. Según cuenta la leyenda en la que se basa la festividad “Lhabab Düchen”, con cuarenta y un años, el Buda ascendió temporalmente al cielo para predicar a los dioses, recompensando así la bondad de su madre ahí renacida, liberándola del Saṃsāra.

Solo hay un lugar, un punto, en esta rueda desde el cual puedes llegar a ser un Buda, y es aquí. Los devas son demasiado felices como para convertirse en Budas, o para preocuparse por convertirse en Budas. Los narakas son demasiado miserables, los asuras están demasiado enojados, los animales son demasiado tontos y los pretas están demasiado frustrados. Solo en la posición intermedia, la posición del hombre, podríamos decir, la posición de igualdad, la posición de suficiente ecuanimidad para empezar a pensar en salir de esta carrera de ratas, solo desde allí puedes llegar a ser un Buda. Así que la posición de un Buda puede ser representada como si no estuviera en la rueda en absoluto, o como si estuviera justo en el medio de ella. No hay diferencia.

Estas palabras del filósofo Alan Watts son un excelente resumen sobre por qué para Shaka los dioses están tan lejos de los Budas, y los humanos, tan cerca. También es una buena síntesis de la enseñanza de Siddhārtha Gautama: el príncipe que vivía como los dioses no podía entender este universo. La mortificación o la destrucción de uno mismo son un obstáculo, como también lo son la indiferencia al dolor y saturarse de uno mismo. Solo lo vulnerable de los seis reinos o aprovechar la impermanencia creativa de todo lo que existe abre el Saṃsāra a la verdad del Nirvāṇa, ese no lugar infinito que puede ser cualquier lugar y, sobre todo, el ser humano, el loto escondido, la flor que se abre en la adversidad oscura y llena de posibilidades.

Imagen: Shaka, el santo de Virgo, Wattpad.

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