Mi mente no descansa: 5 motivos por los que no logras relajarte

Mi mente no descansa

Los hombres no son prisioneros del destino, sino prisioneros de su propia mente”, dijo Franklin D. Roosevelt. En ocasiones tu mente puede convertirse en tu peor enemiga. Si últimamente no logras descansar – por mucho que lo intentes – y estás agotado física y psicológicamente, es probable que te sientas identificado con esa situación y te preguntes: ¿por qué mi mente no descansa?

5 razones por las que tu mente no te deja descansar

Vivimos en una época en la que las exigencias diarias y el ritmo acelerado no dan tregua a nuestra mente. Aunque el descanso debería ser un refugio natural para recuperarnos, muchas personas descubren que su mente sigue en actividad, incluso cuando intentan relajarse. Sin embargo, la incapacidad para descansar no solo afecta el bienestar emocional, sino también la salud física, por lo que es necesario salir de ese bucle. Y para lograrlo, primero hay que encontrar la causa.

1. No has aprendido a relajarte

Cuando tienes un día o unas horas libres, ¿qué haces? ¿Eres capaz de tumbarte, leer un buen libro por placer, escuchar música que te haga feliz o simplemente dejar que tu mente divague? ¿O, al contrario, sientes la imperiosa necesidad de aprovechar bien el tiempo y buscas algo más productivo para llenar esos momentos y no sentirte culpable?

La relajación es una habilidad que se aprende. La dominábamos cuando éramos niños, pero la hemos ido olvidando bajo el mandato de una sociedad que gira a toda prisa y encomia la hiperproductividad. Por tanto, si tu mente no descansa, es probable que se deba a que no logras relajarte porque te sientes culpable de perder el tiempo y buscas continuamente actividades con las cuales llenar esos momentos de ocio destinados a desconectarte.

¿Solución? Si eres una de esas personas acostumbradas a estar permanentemente ocupadas, debes acostumbrarte a la idea de la relajación, de manera que esos intentos de desconectar no se vean interrumpidos por la necesidad urgente de “hacer algo”. Recuerda que descansar y relajarte es tan importante como trabajar o ser productivo. De hecho, no puedes rendir al máximo si no descansas.

2. Tu sistema nervioso simpático está atascado trabajando a toda máquina

Vivimos en una época de estimulación violenta de los sentidos, en palabras de Alan Watts. Todos los días, a todas horas, nos exponemos a numerosos estímulos que llaman nuestra atención. Como resultado, no es extraño que nuestro sistema nervioso simpático esté activo. Simplemente no le damos tiempo al sistema nervioso parasimpático, que es como el freno de mano y desata la respuesta de relajación, de entrar en acción.

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Esa estimulación constante – que proviene de las redes sociales, las personas que nos rodean y las mil tareas pendientes – nos mantiene en un estado de excitación constante, de manera que caemos rendidos por el cansancio, pero no nos damos tiempo para relajarnos. Eso hace que los nervios estén constantemente a flor de piel y que la mente no descanse, sometida a una estimulación continua.

¿Solución? Desconecta un poco. Pasa algunas horas al día lejos de Internet y planifica algunas escapadas a lo largo del año libres de tecnología, solo para relajarte y estar en contacto con la naturaleza o contigo mismo.

3. Tienes un pensamiento polarizado: blanco o negro

Si tu mente no descansa, es probable que se deba a que la alimentas continuamente de preocupaciones y pensamientos angustiosos. Generalmente ese bucle se genera cuando tienes un pensamiento polarizado en el que las cosas son blancas o negras, sin términos medios. Al caer en los extremos, es más fácil que solo notes la parte negativa de la situación, lo cual te genera ansiedad.

Cuando creemos que las cosas serán excelentes o terribles, perfectas o desastrosas, nos sentiremos estresados y angustiados. Ese tipo de pensamiento genera una presión interna constante y eleva el nivel de autoexigencia a niveles estratosféricos, lo que dificulta la relajación. Además, la rigidez mental puede bloquear la capacidad de encontrar soluciones intermedias, lo que mantiene la mente en tensión buscando solucionar el problema o conflicto.

¿Solución? Reconocer este tipo de pensamiento es el primer paso para desarrollar una visión más amplia y equilibrada. Recuérdate que en la vida casi nada es blanco o negro, e intenta mirar más allá de el cuadro catastrófico que dibuja tu cerebro. Añade un toque de color – metafórico – a tu vida. Te ayudará muchísimo.

4. Temes relajarte, estar contigo mismo o ser vulnerable

El miedo a relajarse o a estar a solas con nuestros pensamientos también es un obstáculo significativo para alcanzar un estado de paz mental y relajación. Cuando tememos quedarnos a solas con nuestros pensamientos, a menudo se debe a que nos resultan incómodos, dolorosos o difíciles de aceptar. En lugar de procesarlos, la mente tiende a evitar la introspección, lo que conduce a una constante necesidad de distracción. Esta evasión mantiene la mente ocupada y agitada, impidiendo que se relaje verdaderamente.

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De hecho, relajarse implica dejar ir el control y permitir que la mente y el cuerpo estén en un estado de vulnerabilidad. Para algunas personas, este estado es incómodo o incluso aterrador, porque implica enfrentarse a aspectos de sí mismos que prefieren evitar. Esos temores pueden hacer que se mantengan constantemente ocupadas, evitando inconscientemente cualquier momento de tranquilidad.

¿Solución? Para superar este obstáculo, es importante aprender a sentirnos cómodos en nuestra compañía y atrevernos a afrontar los pensamientos y emociones incómodos en lugar de ignorarlos o intentar evitarlos. A fin de cuentas, no podemos escapar eternamente de nosotros mismos, así que cuanto antes lidiemos con esos contenidos psicológicos que nos incomodan y hagamos las paces con nosotros mismos, mejor. Así la mente podrá finalmente descansar.

5. Incapacidad para vivir el presente

Pocas veces la mente está enfocada en el momento presente. Lo más habitual es que divague entre el pasado y el futuro. En muchas ocasiones, nos encontramos rumiando sobre eventos pasados, ya sea reviviendo errores, arrepentimientos o traumas. Esta rumiación genera un ciclo de pensamientos negativos que consume la energía mental y emocional, manteniendo a la mente en un estado constante de agitación y estrés, lo que dificulta la relajación.

Al mismo tiempo, la preocupación por el futuro también nos atrapa. Si el cerebro se enfoca excesivamente en el futuro tiende a preocuparse por lo que podría suceder, imaginando posibles desgracias y fracasos. Esta preocupación constante genera ansiedad anticipatoria, un estado de alerta donde la mente se prepara para amenazas percibidas, impidiendo que el cuerpo y la mente se relajen.

¿Solución? Necesitas aprender a conectarte con el momento presente, echar el cable a tierra para experimentar plenamente lo que está sucediendo a tu alrededor. La práctica de ejercicios de atención plena o actividades mindfulness te ayudarán a calmar la mente, para que no siga saltando de un pensamiento a otro.

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