La semana pasada Biden ordenó el despliegue en Israel del sistema Terminal de Defensa de Área de Gran Altitud (THAAD), junto con su personal operativo. Su determinación de seguir brindando apoyo incondicional a Israel, a pesar de su postura cada vez más agresiva, ha generado preocupación.
La decisión de Estados Unidos de enviar a Israel un avanzado sistema de defensa antimisiles, gestionado por un centenar de sus propios soldados, constituye un paso importante hacia la intervención directa de Estados Unidos en una guerra regional en Oriente Medio.
Es la primera vez que Estados Unidos envía sus tropas a Israel desde que comenzó la guerra el 7 de octubre del año pasado, aunque la Casa Blanca dijo en octubre que no había planes para hacerlo.
Las tropas estadounidenses participarán en hostilidades armadas contra Irán, en caso de que se produzca un ataque israelí, que a su vez provocaría un nuevo contraataque con misiles balísticos iraníes.
La póliza de seguro en forma de apoyo militar alentará a Israel a continuar intensificando la guerra. Netanyahu va a concluir que haga lo que haga contra Gaza, contra Líbano y contra Irán, no arriesga mucho ya que está bajo la tutela del Pentágono.
La armada naval y los aviones de combate estadounidenses (incluidos los aviones cisterna) permiten a Israel a ampliar su campaña en Líbano y arriesgarse a una guerra con Irán. El general Charles Q. Brown, presidente del Estado Mayor Conjunto, planteó la cuestión durante una reunión en el Pentágono y la Casa Blanca, según informó el New York Times el 4 de octubre.
“Los oficiales militares se preguntan si enviar fuerzas adicionales a Oriente Medio ayuda a prevenir una guerra mucho mayor o si envalentona a Israel”, dice el New York Times. “El general Brown, el secretario de Defensa Lloyd J. Austin III y otros funcionarios intentan lograr un equilibrio entre contener el conflicto y envalentonar a Israel, dijo un alto funcionario del ejército de Estados Unidos. Otro funcionario dijo que es más fácil para Israel pasar a la ofensiva cuando sabe que el ‘Gran Hermano’ no está muy lejos”.
Aunque Israel siempre ha hecho exactamente lo contrario de lo que Biden le pide públicamente, siempre ha aprobado ex post facto lo que ha hecho Israel.
El envío de un sistema de defensa antimisiles gestionado directamente por las fuerzas estadounidenses es el último acontecimiento en una guerra en la que el apoyo de Estados Unidos a los agresores es cada vez más evidente, a pesar de los repetidos llamamientos de Biden a Netanyahu, de puertas afuera, para que “muestre moderación” y pida un alto el fuego.
Es una actitud hipócrita. Si Estados Unidos realmente quiere impedir las matanzas y prevenir una guerra regional, su política ha sido un fracaso. Pero la verdadera política de Estados Unidos es derrotar a Hamas, Hezbollah e Irán frente a Israel, y creen que les está yendo bastante bien.
El envío estadounidense del sistema THAAD estuvo motivado porque el ataque de Irán del 1 de octubre con 200 misiles balísticos ha tenido más éxito de lo que han admitido públicamente. Muchos misiles que apuntaban a bases aéreas israelíes ni han fallado, aunque Israel ha minimizado el daño causado.
La asistencia del Centcom, el Mando Central de Estados Unidos, para desactivar el ataque casi ha agotado los recursos de interceptores de la Sexta Flota, lo que hace necesario apoyo adicional para Israel en una posible represalia contra Teherán, según Ynetnews.
La reacción de Teherán ante una mayor participación estadounidense en la guerra es decisiva. Por un lado, hasta ahora Irán ha tratado de no tomar represalias directamente contra Estados Unidos. El presidente iraní Masoud Pezeshkian dijo ante la Asamblea General de la ONU a finales de septiembre que Irán “no caerá en la trampa de la guerra” desencadenando una guerra a gran escala contra Estados Unidos.
La intervención de las tropas estadounidenses en Israel indica que la guerra va a ser larga
¿Logrará Israel arrastrar a Siria también a la guerra?
Israel ha llevado la guerra a Gaza y luego a Líbano, además de bombardear Yemen y atacar Irán. Por medio queda Siria, un país que ya está parcialmente ocupado por Israel desde 1967.
Históricamente, Líbano y Siria siempre han tenido destinos entrelazados, política, económica y socialmente, debido a sus vínculos fronterizos y culturales comunes. Por lo tanto, la guerra actual se puede extender fácilmente, como ya ha ocurrido en el pasado.
En la última década, Líbano ha acogido a casi 1,5 millones de refugiados sirios, lo que ha puesto a prueba su infraestructura y sus servicios públicos. Ahora, a medida que Líbano estalla en pedazos, podría suceder lo contrario: los refugiados pueden regresar a Siria, desestabilizando aún más al país. Las ramificaciones sociales, económicas y políticas de esta situación son enormes y si la guerra se extiende es poco probable que Siria escape a sus consecuencias.
Se estima que más de 250.000 civiles libaneses han huido a Siria. Para un país que aún se recupera de una brutal guerra civil, esta afluencia exacerba una crisis demoledora que se prolonga desde hace más de una década.
Además, Israel ha lanzado numerosos ataques aéreos en territorio sirio, contra emplazamientos vinculados a Hezbollah y a la Guardia Revolucionaria de Irán. Hasta ahora el gobierno de Damasco se ha limitado a condenar verbalmente los ataques, evitando así represalias militares. Sin embargo, las continuas operaciones militares israelíes en el espacio aéreo sirio podrían terminar provocando una reacción más fuerte, empujando a Siria a involucrarse en la guerra abiertamente.
Entrar directamente en la guerra de Líbano no serviría a los intereses estratégicos del gobierno sirio. Todavía enfrenta sus propios desafíos internos, incluido el hecho de que algunas áreas están fuera de su control. El gobierno parece centrado en consolidar su poder dentro del país y participar en una guerra con Israel podría deshacer los frágiles avances que ha logrado hasta ahora.
Siria no es aún estable y gran parte del país aún se está reconstruyendo en medio de sanciones internacionales, lo que hace que cualquier participación en una guerra regional sea un error de cálculo potencialmente catastrófico.
Económicamente el gobierno lucha por reconstruir el país después de años de guerra y otro conflicto militar podría acabar con la recuperación en marcha. Militarmente Siria no es rival para el ejército israelí. Aunque mantiene una presencia militar y tiene alianzas con Hezbollah, Irán y Rusia, su potencia de fuego está muy por debajo de la israelí.
El gobierno sirio es consciente de que una guerra fortalecería a las milicias yihadistas dentro de sus propias fronteras. Algunos grupos podrían aprovechar el caos de la guerra para reagruparse y desafiar nuevamente al gobierno.
La historia ha demostrado que Siria tiende a evitar la participación directa en los choques entre Israel y Hezbollah. Durante la guerra de 2006 en Líbano, Siria se abstuvo de entrar en la contienda, aunque apoyó a Hezbollah diplomática y logísticamente. La neutralidad le permitió evitar las devastadoras consecuencias de una guerra directa con Israel. Es probable que hoy siga la misma estrategia.
Sin embargo, la afluencia de refugiados de Líbano ya está pesando sobre la frágil estabilidad del país. Con más de 250.000 refugiados libaneses entrando en territorio sirio, los escasos recursos se están agotando. En un país que aún no se ha recuperado completamente de su propia crisis, esta nueva ola de personas desplazadas podría desestabilizar aún más la economía y debilitar los servicios públicos. La infraestructura sigue siendo frágil y la llegada de una gran población de refugiados podría exacerbar la fragilidad existente, lo que facilitaría los disturbios y la desestabilización social.
En una guerra indirecta entre Israel e Irán, Siria podría convertirse en un campo de batalla. Ambos países optarían por utilizar el territorio sirio como escenario de ataques contra objetivos adversarios, lo que hundiría aún más a Siria en otra guerra aún mayor que la actual, incluso aunque intente evitarlo.
La región sigue siendo volátil y la situación podría cambiar rápidamente dependiendo del desarrollo de la guerra y de la manera en que los primeros espadas, Irán e Israel, decidan maniobrar en este complejo escenario.