Para James Hillman, uno de los principales continuadores de la psicología profunda de Jung, la vida moderna en sí misma está enferma y esta enfermedad tiene que ver con que dividimos la vida psíquica de las cosas, como si el mundo exterior no tuviera un componente psíquico y no hubiera una influencia mutua entre los estados psicológicos y los lugares y espacios en los que vivimos. Según Hillman, la psicoterapia ha perdido de vista el hecho de que el alma no reside únicamente dentro de la mente individual, sino que está profundamente entrelazada con el mundo exterior. En sus propias palabras:
Hemos tenido cien años de análisis, y la gente se vuelve cada vez más sensible, mientras el mundo empeora cada vez más. Quizá sea hora de ver eso… Lo que queda fuera es un mundo en deterioro. ¿Por qué la terapia no ha notado eso? Porque la psicoterapia solo trabaja en el alma ‘interior’. Al separar el alma del mundo y no reconocer que el alma también está en el mundo, la psicoterapia ya no puede hacer su trabajo. Los edificios están enfermos, las instituciones están enfermas, el sistema bancario está enfermo, las escuelas, las calles: la enfermedad está ahí afuera.
Hillman sugiere que estos espacios — edificios, instituciones, sistemas financieros y educativos — no son simplemente estructuras físicas; son reflejos de fuerzas arquetípicas, patrones simbólicos y mitos que han modelado la conciencia humana a lo largo del tiempo. Desde esta perspectiva, cuando estos entornos carecen de profundidad, belleza y sentido espiritual, se vuelven “enfermos”. Para Hillman, esta «enfermedad» no es solo una metáfora, sino una señal de que nuestras instituciones y espacios comunes han perdido su conexión con algo más profundo y simbólico.
Hillman ilustra cómo, por ejemplo, un tribunal debería encarnar el arquetipo de la Justicia, inspirando respeto por la ley y el orden, mientras que una escuela debería reflejar el arquetipo de la Sabiduría, fomentando la curiosidad y el crecimiento. Sin embargo, cuando estos lugares son diseñados o gestionados sin un propósito simbólico, se vuelven fríos y carentes de alma, lo cual, en última instancia, afecta tanto a los individuos como a la sociedad.
De esta manera, Hillman critica el psicoanálisis tal como se practica actualmente, sugiriendo que, al desconectarse de la dimensión arquetípica del mundo, la terapia ha perdido efectividad. En su visión, se necesita una psicología que se reencuentre con el “alma del mundo”, restaurando la belleza, el mito y el significado en la vida cotidiana. Hillman argumenta que al integrar el alma en nuestro entorno colectivo, no solo podríamos sanar a las personas, sino también a las estructuras e instituciones que las rodean.
Esta idea lleva a Hillman a proponer una psicoterapia que vea a los edificios, las instituciones y los espacios públicos como potenciales espejos de los dioses y arquetipos. Así, podría surgir una sociedad más saludable, en la cual el entorno físico y social se revitalice al reflejar verdades arquetípicas.