La ciudad de Cuzco, capital del antiguo imperio de los incas, fue desde su fundación una urbe considerada sagrada. Según algunas tradiciones, el propio término de «Cusco» significaría «centro» en lengua quechua, y en ella confluirían los tres niveles cósmicos: el mundo inferior, el mundo visible o terrenal y el mundo superior.
Gracias a los trabajos realizados en los últimos años por investigadores como Brian Bauer o el matemático y arqueoastrónomo Giulio Magli, se ha podido saber que los an-
tiguos incas diseñaron la ciudad en función de ciertas «líneas sagradas» llamadas ce-ques. Estas líneas, hasta un total de cuarenta y dos, confluían en un punto central donde, curiosamente, los incas construyeron el Koricancha o Templo del Sol, en la actualidad convertido en templo cristiano bajo el nombre de Convento de Santo Domingo. Además de confluir en dicho templo, los ceques conectaban también con otros puntos de la geografía local, que eran considerados sagrados por los antiguos habitantes de Cuzco.
Curiosamente, muchos de estos ceques contarían además con otra peculiaridad, pues estarían orientados a la salida del Sol en los solsticios de verano o invierno. Esta peculiar mezcla de elaboración de un paisaje sagrado y orientación astronómica se completaría, según el ya citado Magli, con la recreación en la disposición urbanística de la ciudad de una «constelación» con forma de puma, visible en una parte de la Vía Láctea, porción del firmamento que tenía una gran importancia para los antiguos Incas.
10 Santuarios unidos al cosmos
Las distintas civilizaciones que han poblado nuestro planeta manifestaron durante su desarrollo un notable interés por los astros visibles en el firmamento. Esta atracción se convirtió en toda una «fiebre» cósmica, generalmente vinculada a cultos religiosos o labores agrícolas, y en muchos casos permitió a estas culturas alcanzar un alto grado de desarrollo económico y pnotocientífico. Estos son diez de los santuarios más singulares que se conocen…
Javier García Blanco
Revista ENIGMAS Nº 178
En la actualidad, nuestros astrónomos intentan desentrañar los secretos del Universo con la ayuda de potentísimos telescopios y avanzados satélites espaciales. Sin embargo, a efectos prácticos, nuestra civilización vive ajena a lo que ocurre en el firmamento. La llegada de la electricidad favoreció el «despegue» de una revolución tecnológica pero, a cambio, el desarrollo de las grandes urbes y la contaminación lumínica nos alejaron aún más del hermoso espectáculo que ofrece el cielo nocturno.
Un escenario radicalmente distinto al que vivieron la totalidad de las civilizaciones que se desarrollaron en la Antigüedad. Los pueblos neolíticos, los antiguos egipcios, mayas, incas, chinos, hindúes… todas aquellas culturas mostraron un inusitado interés por el Cosmos. No en vano, sus creencias religiosas y el desarrollo de su cultura estuvieron, en muchos casos, irremediablemente unidos a los fenómenos astronómicos. Por este motivo no resulta extraño que los sacerdotes de aquellas civilizaciones fueran al mismo tiempo avezados astrónomos, y que sus templos y centros sagrados más importantes fueran erigidos teniendo en cuenta lo que ocurría en el firmamento. Gracias a aquellos complejos conocimientos astronómicos hoy podemos disfrutar de algunas de las construcciones más fascinantes de la historia, en cuyos cimientos, orientación y dimensiones, comenzamos a descubrir un sorprendente simbolismo cósmico.
1 Koricancha, Cuzco (Perú)
2 Abu Simbel, (Egipto)
El templo mayor de Abu Simbel, magistralmente excavado en la roca y con sus esculturas colosales custodiando el acceso al edificio, es hoy uno de los enclaves más visitados por los turistas ávidos de conocer el país de los faraones. Y es precisamente aquí, en este lugar sagrado erigido en la época de Ramsés II, donde encontramos uno de los ejemplos más llamativos y hermosos de edificios orientados astronómicamente.
Su particular ubicación ha permitido que, durante siglos, el Sol obrara un curioso «milagro» El 22 de octubre y el 22 de febrero -según algunos autores, dos días después de la fecha de aniversario de su llegada al poder y de su cumpleaños, respectivamente-, los rayos del Sol naciente atraviesan el umbral del templo, alcanzando e iluminando tres esculturas, correspondientes a Ra Harajti, Amon-Ra y el propio monarca divinizado. Una cuarta estatua, que representa al dios Ptah, permanece siempre a oscuras, seguramente porque en el panteón egipcio, este dios está vinculado con el inframundo. La importancia de este «milagro solar» obtenido mediante orientación astronómica es tal que, cuando en 1964 el edificio tuvo que trasladarse por las obras de la presa de Asuán, los ingenieros de la UNESCO que dirigían los trabajos escogieron una ubicación concreta en la que se repitiera el efecto lumínico. Esta es la razón de que actualmente el fenómeno se retrase dos días, pues en la época de su construcción tenía lugar el 20 de octubre y el 20 de febrero.
No es la única sorpresa que posee el templo mayor de Abu Simbel. A la derecha de las colosales estatuas sedentes que representan al faraón, hay una capilla de reducidas dimensiones, dedicada a Ra Harajti. Este pequeño santuario también está orientado astronómicamente, en este caso a la salida del astro rey en el solsticio de invierno.
3 Pirámide de Kukulkán (México)
La ciudad maya de Chichén Itzá fue fundada en las primeras décadas del siglo VI d.C. Sus cerca de 15 km2 están poblados con sorprendentes construcciones como la de El Caracol o el Templo de los Guerreros. Precisamente, la primera de ellas ha sido señalada por muchos investigadores como un posible edificio destinado a las observaciones y cálculos astronómicos, a los que los mayas eran tan aficionados. Pese a que El Caracol cuenta con una fisionomía que recuerda a nuestros modernos observatorios, no hay evidencias concluyentes de que cumpliera dicha función. Muy distinto es el caso de la pirámide de Kukulkán, bautizada por los conquistadores españoles como «El Castillo» Este templo, construido en el siglo XII, está compuesto por una estructura piramidal de nueve alturas. En sus orígenes, la pirámide fue dedicada al dios Kukulkán -«serpiente emplumada»-. El templo maya esconde en su forma y dimensiones varias claves astronómicas. Los mayas desarrollaron un calendario solar de carácter agn’cola, compuesto por 18 meses de 20 días cada uno. Esto daba un total de 360 días, a los que se sumaban otros 5, llamados uayeb, considerados nefastos. Las cuatro escalinatas que ascienden hasta el templo superior están formadas por 91 escalones. Multiplicando esta cifra por las 4 escalinatas, obtenemos 364 y si le sumamos la plataforma superior, el resultado es de 365, igual al número de días del calendario Haab.
De forma paralela, los mayas contaban con un segundo calendario de carácter sagrado, llamado Tzolkin, formado por 13 meses de 20 días, que daban un total de 260. Este calendario sagrado se unía al Haab en una rueda calendárica. Esto daba lugar a unas combinaciones de ambos calendarios que se repetían cada 18.980 días -o 52 años- En cada una de las fachadas de la pirámide, si sumamos los escalones que existen a ambos lados de la escalinata central, obtenemos el número 18, una cifra que coincide con el número de meses del calendario Haab.
En la actualidad, Chichén Itzá sufre una auténtica invasión de visitantes coincidiendo con los equinoccios de primavera y otoño. En esos días, al atardecer, se produce un sorprendente fenómeno que revela la importancia astronómica y simbólica del templo. Cuando el Sol inicia su descenso, parte de las escalinatas del mismo comienzan a proyectar un juego de sombras en el lado norte-nordeste. Éstas adoptan la forma de una especie de serpiente geométrica, que con el paso de las horas va descendiendo por la escalinata, como si el propio dios hubiera hecho acto de presencia, hasta llegar a una cabeza de serpiente emplumada que existe en el arranque de dicha escalinata.
4 Chankillo, (Perú)
Las desconocidas ruinas de Chankillo, en el desierto de la costa de Perú -a 400 km de Lima-, poseen el honor de ser el observatorio solar más antiguo de América, pues
sus orígenes se remontan al siglo IV a.C.
Lo más interesante de este yacimiento, sin embargo, se encuentra a 1 km de la fortaleza, en dirección este. Allí, en lo alto de una loma de 300 m de longitud con una orientación norte-sur, destaca una hilera de 13 «torres», separadas entre sí por una distancia de unos 5 m. Desde el siglo XIX, distintos autores habían sugerido un posible significado astronómico para aquellas estructuras, pero no se desarrollaron estudios más completos. Fue Ivan Ghezzi, un estudiante de la Universidad de Vale quien, en 2001, decidió profundizar en la cuestión mientras realizaba una tesis sobre construcciones bélicas. Seis años más tarde, en 2007, su trabajo dio sus frutos con la publicación en la revista Science de sus conclusiones y las de sus colegas. Tras realizar distintas mediciones, los arqueólogos descubrieron que las torres están orientadas en función de la salida y puesta de Sol en los solsticios y equinoccios.Tales alineamientos son visibles desde las estructuras ubicadas a ambos lados de la hilera de torres, y en las que se han encontrado restos de utensilios empleados en sacrificios.
Desde el punto de observación situado al oeste era posible contemplar la salida del Sol en los solsticios, que coincidía con la primera torre en el solsticio de verano, y con la última en el solsticio de invierno. Desde el punto de observación ubicado al este, por el contrario, era posible contemplar la puesta de Sol. Pero además, las torres tenían otro cometido: registrar el movimiento solar a lo largo del año.
5 Angkor Wat (Camboya)
Más de un millón de turistas visitan cada año los restos de la enigmática ciudad de Angkor, en las exuberantes selvas del norte de Camboya. Sin embargo, desde su nacimiento en el siglo IX hasta su «redescubrimiento» más de mil años después por Henri Mouhot, sus increíbles construcciones habían permanecido ocultas a ojos occidentales. La gigantesca ciudad -llegó a tener una superficie de 3.000 km2- está salpicada por más de mil templos. Sus orígenes están ligados a la cultura del Imperio Jemer, y vivió una época esplendorosa hasta el siglo XV, cuando la capital se trasladó a Ponme Penh. Pese a la fascinante acumulación de edificios religiosos, destaca especialmente el llamado templo de Angkor Wat. Esta construcción data del siglo XII, y fue erigida por orden del rey Suryavarman II -1113-1150- en honor al dios hindú Vishnú. El llamativo templo posee una planta rectangular, y está separado del terreno circundante por un foso inundado. Para acceder a
su interior hay que pasar un puente en su lado oeste, que conduce a una calzada recta que lleva hasta la puerta principal. Básicamente, está compuesto por tres terrazas, cada una más pequeña que la anterior y situada a mayor altura. En la parte central destacan cinco torres.
La visión de este templo resulta espectacular. Sin embargo, sus secretos más fascinantes, astronómicos, no son visibles a simple vista. En primer lugar, Angkor Wat es una evocación en la tierra del monte Meru, centro del Universo y residencia de las divinidades de la mitología hindú. Un simbolismo cósmico que adquiere forma con las cinco torres del santuario, que evocan los cinco picos de la montaña sagrada.
En 1976, varios científicos estadounidenses daban a conocer, a través de las páginas de Science, unas conclusiones sorprendentes. Los sacerdo-tes-astrónomos camboyanos emplearon en la construcción del recinto una medida conocida como «codo camboyano», cuya longitud equivale a 0,43545 m.Tras examinar las dimensiones, los investigadores descubrieron que los arquitectos habían codificado en ellas mensajes de naturaleza calendárica. Así, si observamos los muros exteriores, vemos que tienen una longitud de 12 veces 365,24 codos, la duración exacta del año solar. Igualmente, los ejes norte-sury este-oeste del recinto interior donde se eleva la torre central arrojan una cifra casi idéntica: 365,37 codos, un número que vuelve a aludir al ciclo solar anual.
Pero aún hay más. Si medimos la distancia existente entre distintos puntos que aparecen en el recorrido del eje este-oeste del edificio, encontramos varias cifras expresadas en codos: 1.728, 1.296,864 y 432. Multiplicando por mil cada cifra, obtenemos exactamente la duración en años de los distintos periodos de tiempo de la mitología hindú: Krita Yuga, Treta Yuga, Dvapara Yuga y Kali Yuga.
6 Isla de Pascua (Chile)
Las célebres y enigmáticas estatuas pétreas de la isla de Pascua podrían estar erigidas siguiendo una llamativa alineación astronómica. Esa es la conclusión a la que han llegado, tras un estudio preliminar, el antropólogo chileno Edmundo Edwards y el astrónomo español Juan Antonio Belmonte, uno de los mayores expertos mundiales en arqueo-astronomía.
Los dos investigadores estudiaron la disposición de treinta ahus -plataformas sobre las que se colocaban los moais- y llegaron a la conclusión de que, pese a lo que se creía hasta ahora, las estatuas no están orientadas a la salida o la puesta de Sol durante solsticios o equinoccios -salvo excepciones-, sino que más bien podrían estar «mirando» a estrellas de las Pléyades o a la constelación de Orion, conjuntos estelares que tuvieron gran importancia para los antiguos pobladores de Rapa Nui.
Precisamente, la investigación surgió a raíz de que Edwards escuchara a los más ancianos de la isla curiosas historias sobre el cin-turón de Orion -llamado tautoru, «los tres bellos»- y las Pléyades -matoriki o «pequeños ojos»- Según las antiguas creencias de la isla, el principio del año estaba marcado por la «salida» de las Pléyades antes del amanecer durante el solsticio de invierno, mientras que su visión en el atardecer durante la estación de Hora Nui coincidía con la temporada de pesca, una época en la que también se celebraban importantes rituales a los antepasados -representados por los moais-.
Además, los investigadores destacaron la existencia de dos curiosas piedras en un rincón de la isla. Una de ellas es conocida como «piedra para observar las estrellas», mientras que la otra parece representar un mapa estelar, que aludiría a las Pléyades en relación con la temporada de pesca. Pese a todo, el astrónomo español señaló que puesto que hay más de un centenar de ahus en la isla, sería necesario un completo estudio de todos ellos para confirmar sus hallazgos preliminares.
7 Torre de los vientos (Atenas)
Uno de los edificios de planta octogonal más antiguos que se conservan es la llamada Torre de los Vientos, una singular y bella edificación situada en el agora romana de Atenas, justo a los pies de la Acrópolis. Esta curiosa torre data de mediados del siglo I a.C., y fue construida por el arquitecto macedonio Andronikos de Khyrros. La torre, de unos 12 m de altura y 8 de diámetro, está realizada en mármol pentéli-co, y en cada uno de los lados de su octógono -que están orientados a los puntos cardinales y los intermedios- aparecen representados, una a una, las divinidades griegas de los vientos: Bóreas, Apeliotes, Euro, Noto, Cecias, Lipso, Escirón y Céfiro.
Esta peculiar «rosa de los vientos» pétrea estaba coronada por una cúpula de madera, rematada con una pequeña escultura de bronce que cumplía las funciones de veleta y que señalaba en todo momento qué viento era el que estaba soplando. Casi todas las fuentes de la época lo citan como un horologion, un sofisticado artefacto destinado a medir el tiempo de distintos modos.
Aún hoy pueden contemplarse en algunos de sus lados, y justo debajo de las representaciones de cada dios del viento, varillas metálicas y surcos grabados en el mármol que servían para calcular la hora y, también, la posición de los planetas. En el interior de la torre existía un complejo reloj de agua mediante el que era posible realizar los cálculos durante la noche y en los días nublados.
Y un detalle significativo: muchos siglos después de su construcción, durante la ocupación turca de Grecia, los mevlevi o derviches giradores, utilizaron habitual-mente el edificio para llevar a cabo sus sema, danzas-meditación que realizaban dando vueltas en torno a la torre, cumpliendo así un ritual que busca la ascensión espiritual.
8 Newgrange (Irlanda)
El túmulo de Newgrange es una de las tumbas de tipo corredor más célebres y singulares que se conservan. Sus piedras han visto pasar, desde su construcción por los pobladores neolíticos de Irlanda, la friolera de 5.300 años. En realidad, no se trata más que de un dolmen -de gigantescas dimensiones-, cubierto por un túmulo circular de tierra, rodeado en su parte inferior por piedras de cuarzo blanco que realzan su estampa. El túmulo alcanza los 50 m de diámetro, mientras que el corredor o pasillo que conduce desde la puerta hasta la zona de enterramiento -en forma de trébol-, se alarga por espacio de 19 m. Su función era, portante, funeraria, aunque con unas características poco habituales.
En la fecha de su construcción, hace más de cinco milenios, y sólo durante el solsticio de invierno, tenía lugar un auténtico «milagro solar». En el amanecer de esos días, los primeros rayos del Sol se abn’an paso a través de un ventanuco existente en la puerta, atravesando limpiamente los 19 m de corredor para terminar iluminando un muro de cierre, en el que está grabada una hermosa espiral triple. Un instante mágico y único, pues no volvía a repetirse hasta el año siguiente, siempre y cuando el clima lo permitiera.
Han pasado más de 5.000 años desde que sus constructores erigieran Newgrange, y en ese tiempo el cambio de posición del eje terrestre ha provocado que el fenómeno ya no sea visible en la fecha de los solsticios. A cambio, en la actualidad los responsables del monumento megalíti-co han instalado un sistema eléctrico que reproduce artificialmente el «milagro del Sol».
Se han barajado muchas hipótesis para explicar la curiosa orientación astronómica del túmulo. Algunas sugieren que Newgrange fue utilizado como observatorio para determinar la fecha del solsticio de invierno, y de este modo elaborar el calendario. Sin embargo, este punto parece poco probable.
Si tenemos en cuenta la función de la construcción -enterramiento-, y puesto que el solsticio de invierno marca el momento en el que el Sol «renace» y se inicia un nuevo año, es muy probable que el fenómeno solar tuviera una función simbólica, relacionada con un mensaje de resurrección o de la vida en el más allá.
Una posibilidad nada descabellada si tenemos en cuenta que el único «capaz» de presenciar el milagro solar en primera persona era el difunto allí enterrado.
9 Petra (Jordania)
Ubicada al sur de los actuales territorios de Palestina y Siria, la cultura nabatea -que vivió su mayor desarrollo entre los siglos III a.C. y II d.C.-, no goza hoy de la popularidad de otras civilizaciones mediterráneas de la antigüedad. Y, sin embargo, este pueblo nos legó una de las más hermosas construcciones realizadas jamás por la mano del hombre: la ciudad de Petra, capital del reino nabateo.
Sus templos y monumentos excavados en la roca alcanzaron una gran popularidad tras su aparición en una de las aventuras de Indiana Jones, y hoy son un atractivo destino para millones de turistas. Sin embargo, pocos visitantes conocen sus complejas claves astronómicas. El primer edificio de importancia que recibe al visitante es «El Tesoro» o Al Jazna. Se trata de un monumento excavado en la roca rosácea sobre el que todavía se discute si fue la tumba del rey Aretas IV -9 a.C.-40 d.C.-, un templo dedicado a ls¡s-AI Uzza -una divinidad nabatea-, o ambas cosas. Los estudios realizados por el investigador José Antonio Belmente revelan que está orientado en dirección al desfiladero de As Siq, y desde su fachada era posible observar una porción celeste donde se producía la salida más septentrional de la Luna o el planeta Venus. Continuando el paso en dirección hacia el centro de la ciudad, nos encontramos con las tumbas reales talladas en la cara oeste de la montaña Yebal al Jubza. Lo más curioso en términos astronómicos, es que dichas tumbas están orientadas de tal forma que desde su ubicación es posible contemplar directamente la puesta de Sol en los equinoccios. Estas fechas tenían una gran importancia para los nabateos. pues el tiempo que coincidía con la primera Luna posterior a los mismos estaba relacionado con el culto a los muertos.
Otra de los elementos arqueoastronómicos se encuentra cerca de las tumbas reales. Se trata de dos obeliscos de unos 6 m de altura, dedicados a las divinidades Dushara y Al Uzza, orientados en función de los equinoccios. Por esta circunstancia, al amanecer y al atardecer de estas fechas, la sombra proyectada por uno de ellos se superpone sobre el otro. El significado de este espectáculo de luz y sombra, tal y como explica Belmente, es todavía desconocido.
10 Segeda, (Zaragoza)
En 2003, un grupo de arqueólogos que trabajaba en el yacimiento celtibérico de Segeda, en la comarca de Calatayud (Zaragoza), descubrió por casualidad una plataforma formada por dos muros de grandes dimensiones -10 y 16,6 m de longitud- construidos por sillares de hasta 500 kg. En un primer momento los expertos creyeron que se trataba de una construcción defensiva, pero estudios posteriores parecían indicar que se trataba de otra cosa. Fue el profesor Martín Almagro Gorbea quien, recordando otros yacimientos europeos, decidió probar suerte con la arqueoastronomía.Tras contactar con Manuel Pérez Gutiérrez, profesor de astronomía y geodesia de la Universidad de Salamanca, tomaron datos exhaustivos en el enclave y, al traspasarlos a programas informáticos de simulación astronómica, descubrieron que el ángulo formado por los muros señalaba al cercano cerro de la Atalaya, pero también a la puesta de Sol en el solsticio de verano hacia el año 200 a.C., probable fecha de la construcción. Para confirmar los datos, el equipo se desplazó el 21 de junio de 2009 hasta el lugar, presenciando in situ el fenómeno. «Fue algo impresionante, un momento mágico», explicó Francisco Burillo, catedrático de Prehistoria de la Universidad de Zaragoza y director de las excavaciones.
Los científicos determinaron que el enclave podía considerarse «el primer santuario celtibero identificado y vinculado con una ciudad», lo que lo dotaba de mayor importancia. Con el paso de los meses y la continuación de los estudios, esta consideración no sólo se vio confirmada, sino ampliada. Durante el Congreso Internacional de Astronomía Cultural celebrado en octubre de 2009, Burillo y su equipo presentaron los hallazgos realizados hasta la fecha. «Queríamos confirmar lo que intuíamos, y es que habíamos encontrado algo de lo que no existe paralelo en la antigüedad en el Mediterráneo», explicó Burillo. «Y sí, aunque en la antigüedad hubo construcciones dedicadas al solsticio y al equinoccio, no hay nada como lo que hemos encontrado», añadió. Además de la alineación de la plataforma con el solsticio de verano, fecha en la que el Sol se pone exactamente sobre el cercano cerro de La Atalaya, los arqueólogos han determinado también otras llamativas alineaciones astronómicas. Así, la piedra angular de la construcción está orientada de forma perfecta con la puesta de Sol en los equinoccios, lo que se produce sobre otro cerro, el de Valdehornos, y el resto de los muros de la estructura señalan perfectamente al norte geográfico y a la llamada «Parada Mayor» o Ciclo Metónico de la Luna -cada 19 años-, respectivamente. Los arqueólogos consideran que la estructura constituye un «ejemplo único» de calendario lunisolar, utilizado además con fines religiosos.
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