«Los hombres del siglo XII amaron apasionadamente aquellos grandes viajes -los peregrinajes—; les parecía que la vida del peregrino era la perfecta imitación de la del cristiano. Porque, ¿qué era el cristiano sino un eterno viajero que en ninguna parte se encuentra a gusto, un transeúnte en marcha hacia una jerusalén eterna?».
Émile Male; El arte religioso del siglo XII en Francia
Jesús Ávila Granados
Revista ENIGMAS del hombre y del universo Nº 178
EI Camino de Santiago es más que un simple camino. Desde todos los confines de Europa, cientos de rutas se dirigen hacia Francia, para, en cuatro grandes itinerarios que, partiendo de París, Vézelay, Le PuyyArles.se dirigen hacia el sur, a los Pirineos occidentales, para, los tres primeros, confluir en la ciudad de Ostabat (Aquitania), y, ya en tierras hispanas, reunirse los cuatro senderos en Puente la Reina (Navarra). Y a partir de allí, seguir juntos hacia Compostela, en Galicia; ciudad calificada por Goethe como: «la calle mayor de Europa».
El camino de las mil sendas se convierte, portante, al atravesar los Pirineos por Roncesvalles o Canfranc, en una ruta que, durante diez siglos, ha sido el cauce en el que millones de personas, cada una con sus creencias, ideas e idiomas, se han reconocido como algo más que habitantes distintos y distantes del mismo continente. El mismo Goethe describió el modo en que se gestó la unidad desde la diversidad, cuando afirmó: «Europa se ha construido caminando hacia Santiago».
Las peregrinaciones a Santiago arrancan en los primeros años del siglo XI, aunque ya en el 950 un obispo de Le Puy había efectuado una primera peregrinación a la tumba del Apóstol. Y lo que resulta evidente es que, desde el primer momento, comienzan a amalgamarse en torno al Camino las tradiciones simbólicas más diversas, desde las célticas a las cristianas en cualquiera de sus vertientes o, incluso, las mágico-esotéricas. Al superponerse todas, la ruta se convierte en una senda sincrética, híbrida, crisol en el que motivaciones variopintas y peregrinos de mil orígenes y creencias van cristalizando en un sutil mestizaje cultural, única unidad posible en una Europa que asistía al lento emerger de los futuros estados.
La peregrinación jacobea rompe los moldes de cualquier otra manifestación religiosa de sentido parecido. Mientras Jerusalén, Roma o La Meca, por poner varios ejemplos, son lugares a los que los hombres acuden en busca de algo que conocen, los peregrinos que caminan hacia Santiago van al encuentro de algo que no saben muy bien lo que es. Se hace el Camino por mil razones y cualquiera es válida, pero todos los peregrinos esperan, a su llegada, las respuestas a las mil y una preguntas que se han hecho en el transcurso del viaje.
Para facilitar los desplazamientos hacia Galicia, se recuperaron las antiguas calzadas romanas, a través de las cuales les sería mucho más fácil el desarrollo de las peregrinaciones a Compostela. La Guía del Peregrino Medieval, mejor conocida como Cocíex Calixtinus, escrita en 1139, en tiempos del pontífice Inocencio II, se considera el punto de referencia primordial.
El alma del peregrino, a diferencia de los defectos y vicios humanos, era transparente; ese espíritu limpio fue recorriendo pueblos y aldeas, salvando cursos de agua, alojándose en albergues, consultando hospitales y hablando con las gentes de bien; encima, sobre la cabeza del peregrino, por las noches, un cielo estrellado que le iba indicando la dirección a poniente, a Compostela, donde le esperaba la tumba del Apóstol, que le redimin’a los pecados de la envoltura física: su cuerpo.
Y es en este viaje que proponemos a través de la geografía de Francia, donde el viajero tendrá la oportunidad de conocer y admirar las tradiciones socio-culturales de las gentes de las regiones y comarcas que atraviesa el Camino de Santiago, aprendiendo de ellos sus ancestrales costumbres, vinculadas, en la mayoría de los casos, al espíritu creador del peregrinaje.
El hecho Apostólico de la peregrinación a Santiago fue aprobado por primera vez en 1888, por el pontífice León XIII. A partir de entonces, el Camino a Compostela volvía a brillar lentamente; en 1985, la ciudad de Santiago -su casco antiguo- sena declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO; dos años después, en 1987, el Camino de Santiago seria reconocido como Itinerario Cultural Europeo; en 1993, la UNESCO lo incluía en la lista del Patrimonio de la Humanidad, al tiempo que lo designaba como «Primer Itinerario Cultural Europeo», declarándose «Año Jacobeo» aquel que, el 25 de julio -festividad del Apóstol Santiago- coincide en domingo. En este siglo XXI, el primer Año Santo Compostelano fue el 2004; ahora celebramos el actual del 2010; y recordamos que el último del siglo XXI será el 2094.
Los cuatro grandes caminos franceses
París es el punto de partida del «Magnum iter Sancti Jacobi», que, al pasar por la ciudad deTours, recibe el popular nombre de «tu-ronensis». Esta vía era la que seguían los peregrinos de la Europa del Norte, Países Bajos y Francia septentrional. París los recibía y los peregrinos quedaban extasiados ante la grandiosidad de la capital; el obispo armenio de Arzendjan decía: «París es una villa muy grande y soberbia. ¿Quién podría describir su grandeza?». Por la calle de Saint-Denis, los romeros se dirigían a la iglesia de Saint-Jacques la Boucherie, donde se conserva la alegre y noble torre de Santiago; pasaban luego ante NQtre-Dame y abandonaban la villa por la calle que todavía lleva el nombre del Apóstol. Después, por Longjumeau, Montlhéry y Étampes, los peregrinos alcanzaban el curso del Loira, en Orleáns, donde debían venerar las reliquias de la Santa Cruz en Sainte-Croix -donde los fieles mantienen la costumbre de beber en el cáliz- rendir culto a la paterna de la Cena en Saint-Samson y orar en la tumba de San Euterpe, en la homónima abadía. En la ciudad de Tours, San Martín, el evangelizar de la Galia, «resucitó gloriosamente a tres muertos y devolvió la salud que ansiaban leprosos, energúmenos, enfermos, lunáticos y endemoniados, así como otros enfermos…», según recuerda la Guía del viajero a Compostela. Luego, los romeros seguían la ruta hacia el sur, atraviesan el Poitou y Saintonge.
Después alcanzaban la ciudad de Poitiers, donde Jacobo de la Vorágine narra la lucha contra el antipapa León.ySan Hilario,»lle-no de gracia divina, abatió la herejía amana y mantuvo la unidad de la fe». Más tarde alcanzan Lusignan, cuyo pórtico de la iglesia de san Hilario representa «al caballero Constantino», recuerdo del triunfo de la Iglesia en tiempos del Imperio. Seguidamente, por Aulnay-de-Saintonge, llegaban a Saint-Jean d’Angély, donde se venera la cabeza del Bautista, traída de Jerusalén en tiempos del emperador Marciano, y conservada en una gran basílica durante los siglos medievales por cien caballeros templarios. Esta reliquia, que muy bien puede tratarse de la cabeza del venerado Precursor, protagonizó numerosos «milagros» y prodigios: por el mar, alejaba las tempestades, y portierra devolvió la vida a varios muertos. Después, los peregrinos ganaban Saintes, donde debían prosternarse ante el cuerpo del bienaventurado Eutropio, obispo y martir. Luego llegan a Pons, para pasar al Bórdeles y las Láridas, territorio estrechamente vinculado con la leyenda de Rolando. «Descendiente de una noble familia, conde del séquito de Carlomagno, Rolando era uno de sus doce compañeros de armas, e impulsado por el celo de su fe entró en España para expulsar a los infieles. Su fuerza era tal que en Roncesvalles hendió según se dice, una roca por la mitad y de arriba abajo con sólo tres golpes; se cuenta también que al hacer sonar su cuerno la pujanza de su soplido lo partió asimismo por la mitad… Tras haber vencido a los reyes y los pueblos en numerosas guerras, Rolando, agotado por el hambre, el frío y los calores excesivos, sufriendo golpes violentos y flagelado sin cesar por al amor a Dios, atravesado de flechas y de lanzazos, este valeroso mártir de Cristo murió». En Burdeos, además de venerar las reliquias de San Seurin, titular de la homónima iglesia, y obispo de la capital aquitana, es tradición hacerlo al olifante del héroe de Carlomagno, allídepositado.Yen Belin, los peregrinos siguen deteniéndose ante las tumbas de los compañeros de armas de Carlomagno, muertos también en Roncesvalles. Y, por Dax, Sorde y su abadía, los romeros llegan a Ostabat.
El siguiente gran itinerario francés a Compostela, que parte de Vézelay, es conocido como la vía «limusina». En esta ciudad de Borgoña, se encuentran los peregrinos procedentes del este y nordeste de Francia, de Bélgica y de las Ardenas, la Lorena, Alemania, Suiza. Todos juntos, antes de iniciar el viaje a Galicia, veneran a la Magdalena, en su basílica. Después de Vézelay, el peregrino recorre otros lugares de igual importancia cultural que jalonan esta ruta; entre ellos Avallon, Saulieu, Autun, relacionados con los druidas celtas y también con la dramática batalla de Alesia, donde el galo Vercingétorix fue derrotado y humillado por Julio César. Seguidamente la calzada les lleva a las villas medievales de Bourges y Nevers. Y al atravesar el Limousin, muchos son los recuerdos de Leonardo, el santo confesor de estas tierras, que realizó grandes milagros, liberando a cientos de cautivos de las mazmorras. Luego pasan por Limoges, donde los romeros rezan en la abadía de San Marcial; y ya en tierras del Périgord, alcanzan la ciudad de Périgueux, donde su catedral evoca al bienaventurado Frontón. Para llegara la villa de Ostabat, punto de encuentro con los restantes peregrinos.
El tercer gran itinerario hacia Galicia, por tierras francesas, es el que parte de la ciudad de Le Puy, al sur de la volcánica región deAuvernia; esta ruta sigue conociéndose como «vía podensis»; utilizada por los peregrinos que llegan de Lyon, Vienne, Valence y Clermont-Ferrand.
La Magdalena en Vézelay
Una creencia apuesta por la presencia de la Magdalena en esta localidad: «En el camino que va a Santiago, pasando por San Leonardo, el santísimo cuerpo de la bienaventurada María Magdalena debe ser antes de nada y a justo título venerado por los peregrinos; ella es. en efecto, la gloriosa María, que, en casa de Simón el Leproso, bañó con sus lágrimas los pies del Salvador (…). Fue ella quien, después de la Ascensión del Señor, y tras abandonar los parajes de Jerusalén con el bienaventurado Maximino, discípulo de Cristo, y con otros discípulos de éste, llegó por mar hasta el país de Provenza y desembarcó en el puerto de Marsella. En esta región permaneció durante varios años y, finalmente, fue enterrada en la villa de Aix (…). Pero al cabo de largo tiempo… Badilón transportó sus preciosos restos hasta Vézelay, donde reposan hoy en una tumba reverenciada (…) allí se les devuelve la vista a los ciegos, los mudos hablan, los lisiados se levantan, los poseídos se ven liberados (…)».
La ciudad de la Virgen negra
Le Puy es una ciudad construida sobre las lavas de numerosos volcanes, ahora extinguidos. Quedará extasiado al contemplar el espectáculo sobrenatural de los atardeceres que cubren el cielo generando siluetas esotéricas en sus conos volcánicos, sobre los cuales se alzan precisamente los edificios más monumentales -la catedral y la capilla de Saint-Michel d’Aiguilhe-; ambos Patrimonio de la Humanidad. Sus pendientes, tortuosas y mal pavimentadas calles, evocan las procesiones de los peregrinos ja-cobeos. La catedral, con su desafiante fachada de piedra volcánica polícroma, espera paciente a que los romeros terminen de ascender los interminables y fríos escalones -algunos, para cumplir una ofrenda, de rodillas-.
En esta callada ciudad se palpa la grandiosidad de las peregrinaciones a Galicia; en su interior se venera a Nótre-Dame, una imagen negra, réplica de la original quemada durante la Revolución que, según las crónicas, llevaron a Le Puy los caballeros templarios desdeTierra Santa. Pero no abandone la ciudad.sin habervi-sitado el afilado cráter donde se alza la capilla rupestre de Saint-Michel d’Aiguilhe; una de las más impresionantes iglesias de todos los caminos de Santiago; para conquistarsu cima es preciso salvar los 543 peldaños de su estrecha escalinata; una vez arriba, quedará extasiado al contemplar el pórtico trebo-lado con figuras vegetales, inscrito en un marco rectangular y un mosaico blanco y rojo que alcanza los espacios superiores; las dovelas blancas y negras de los arcos se alternan en una sinfonía cromática de singular belleza, que nos recuerda al mejor arte califal. Dentro de la lava, se halla un santuario rupestre que, aunque consagrado en 962, los templarios no dudaron en hacer suyo a mediados del siglo XIII, al comprender la fuerza telúrica del enclave, dedicando su altar mayor a San Miguel, el santo de las alturas.
El puente del Diablo
Dejando Le Puy, y con el consuelo de haber orado ante la Virgen negra, los peregrinos seguían su marcha hacia el sur. La siguiente etapa importante era Conques, famosa por su monumental abadía dedicada a Santa Fe, virgen y mártir, cuya alma santísima, después de que los verdugos le hubieran cortado la cabeza en la montaña de la ciudad de Agen, fue llevada al cielo por coros de ángeles bajo la forma de una paloma y coronada con los laureles de la inmortalidad. La fachada de la iglesia abacial, benedictina, ofrece un tímpano de gran belleza, donde se establecen dos escenas opuestas: el cielo y el infierno; delante, en la plaza, una fuente de excelente agua, a la que acuden los peregrinos, porque, según la tradición, cura todos los males. Y ya, por fin, llegamos a Cahors; ciudad abierta sobre un amplio meandro del río Lot; precisamente, para cruzar sus caudalosas aguas, los peregrinos utilizan el «PontValentré», una formidable y colosal fortaleza de piedra, que aseguraba el tráfico de los peregrinos de Santiago de Compostela por la «vía podensis»; además de cumplir una notable función comercial, al facilitar los accesos a Cahors, por el sector occidental, desde las grandes y florecientes bastidas -ciudades medievales de nuevo cuño-, siendo testigo y protagonista de los grandes acontecimientos que sacudieron a la sociedad del sudoeste francés en la Baja Edad Media y también durante los siglos modernos.
Después, los peregrinos proseguían el trayecto en dirección a Moissac, cuya abadía vivió un episodio sobrecogedor durante la cruzada contra los albigenses, ya que su abad era hijo de creyentes cataros, y ocultó en su claustro a numerosas familias occita-nas, siendo arrasado el monasterio por orden de Simón de Montfort. Y, finalmente, los romeros alcanzan Ostabat.
La Vía que llega de Provenza
El cuarto gran itinerario del camino a Compostela portierras francesas se inicia en la ciudad de Arles. Se trata de la «vía tolosa-na» -que recibe ese nombre porque atraviesa Toulouse, la capital de Occitania-, utilizada por los peregrinos que, procedentes de Oriente y también de Italia, escogían los Alpes marítimos hacia Aviñón o hacia Aix; otros preferían un ramal próximo a la costa -la «vía aureliana»-, para visitar en la ciudad de Marsella la abadía de Saint-Victor. Pero es desde Arles donde comienza realmente esta calzada, que, además, recibía a los peregrinos hispanos llegados de Cataluña y Aragón. Aquí precisamente, además de honrar los restos de San Trófimo, San Honorato y Saint-Gilíes, los peregrinos deambulaban a lo largo del «Alyscamps», la ciudad de los muertos.
«Alyscamps», deformación de «Campos Elíseos», una interminable avenida flanqueada de tumbas de piedra cuyo origen se pierde en la noche de los tiempos. Aquí encontraron sepultura -primero pagana y después cristiana- personas desde la antigüedad; las más antiguas se remontan al siglo IV a.C.; las más modernas al siglo XIII d.C.; Fenicios, griegos, romanos, celtas… yacen en este legendario camposanto. El lugar, que parece flotar sobre una aureola de magia y misterio, ya era conocido en tiempos de los galos, y hoy se convierte en etapa obligada para los que viajan por el «Midi» francés en busca de aquellos enclaves de leyenda vinculados con las raíces del peregrinaje a Compostela. El papa Zósimo escribió una guía para los peregrinos que visitaran Arles. Leída durante toda la Edad Media, indica lo siguiente: «Debe visitarse, cerca de Arles, el cementerio situado en un lugar llamado Alyscamps, e interceder por los difuntos, siguiendo la costumbre». En ningún otro lugar de la vieja Europa se puede encontrar un cementerio con tantas tumbas de piedra o mármol, tan monumentalmente realizadas, que compiten con las mejores obras arquitectónicas, sin contar la impresión que causa su visión en forma de interminables alineamientos -como si de men-hires se tratase- que sobrecoge el ánimo. Estos sarcófagos presentan un trabajo variado; llevan inscripciones antiguas grabadas en alfabeto latino, pero en una lengua ininteligible. Con el Renacimiento empezó la ruina de Alyscamps, pues los señores de Arles adoptaron la costumbre de regalar al menos un sarcófago a todos sus ilustres huéspedes. El emperador Constantino «el Grande» (274-337), enamorado de esta ciudad, quiso convertirla en capital del Imperio. A partir del s. IV la necrópolis fue cristiana y se engrandeció notablemente en época merovingia (s. VI d.C.). Más tarde, la necrópolis de Alyscamps sirvió de fuente de inspiración a reconocidos poetas de todos los tiempos. Dante (1265-1321) trasladó escenas literarias al histórico cementerio, especialmente magistral en su IX Canto del Infierno. Y Ariosto (1474-1533), en su Orlando Furioso -una leyenda medieval que narra cómo el cuerpo de Orlando fue traído aquí después de haber hallado la muerte en la batalla de Roncesvalles-, ambienta en el Alyscamps, bajo los seculares árboles y milenarias losas, uno de los más sobrecogedores episodios de la Chanson de Roland.
Después de Arles, los peregrinos siguen su viaje hacia poniente, pasando por la ciudad deToulouse, donde visitan la iglesia de Saint-Sernin, la cual, dicen las crónicas, concede muchas mercedes a los peregrinos que rezan en su altar mayor. Y después la ruta tuerce hacia el sur, buscando afanosamente los Pirineos, para entrar en tierras hispanas por Aragón (Canfranch), conectando luego con la ciudad de Jaca, y recibiendo a los peregrinos que llegan desde la ciudad de Huesca y pasan por San Juan de la Peña, en cuyo monasterio rupestre estuvo custodiado durante varios siglos el Santo Grial. Este itinerario, como decíamos al comienzo, en la villa navarra de Puente la Reina, se unirá con los otros tres restantes llegados de Francia en dirección a la última morada del Apóstol.
La leyenda del Pont Valentré
El «Pont Valentré» una formidable y colosal fortaleza de piedra, alzada sobre las nerviosas aguas del Lot, cuenta con una curiosa leyenda. Su construcción se remonta al siglo XIV; los ciudadanos de Cahors querían un nuevo puente y nombraron al obispo de la ciudad, Raymond, como cabeza nominal. Su construcción fue decidida en el año 1306. Sin embargo, en 1313 los ciudadanos se ven obligados a recolectar fondos para poder proseguir las obras, que habían sido paradas por la persecución de los templarios por orden del monarca Felipe IV «el Hermoso» y la pérdida de los planos originales. En 1353 los trabajos seguían todavía en marcha, por la caída en desgracia del Temple, primero, y por las epidemias de peste después. Una vez concluida la obra, se impusieron unos derechos de paso, en concepto de aduana.
Una leyenda popular medieval ha llegado a nuestros días. Se dice que las obras en el «Pont Valentré» aún no habían sido terminadas en 1378. El arquitecto, desesperado al no lograr ver concluido el puente, no duda en pactar con el diablo, entregando su alma a condición de que el maligno ejecute fiel y puntualmente sus órdenes.
En unos cuantos días, el puente fue casi terminado. El arquitecto, atemorizado, a fin de liberarse del maléfico conjuro, ordena al diablo que eleve en una criba el agua necesaria para la terminación de los matacanes altos de la torre central. A pesar de los múltiples intentos, el demonio no logró transportar ni una sola gota y se vio obligado a aceptar la derrota, vengándose al hacer desaparecer los sillares: como podemos apreciar actualmente, está inconclusa, al faltarle los matacanes de los cuatro lados de la torre central. Esta torre se conoce, por tal motivo, como «Tour du Diable».
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lo he hecho en el año 2003 como experiencia es increible posiblemente las mejores vacaciones de mi vida , una aventura inolbidable
lo hice en bici a razón de cerca de 1oo km diarios, 8 dias y medio desde roncesvalles se lo recomiendo a todo aquel que este falto de paz interior……