Los agricultores prefieren usar bolsas, aunque los cajones reducirían pérdidas, según expertos. Crédito: Indika Sriyan/IPS
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COLOMBO, 29 mar (IPS) – Las zonas norte y este de Sri Lanka, donde durante más de dos décadas el gobierno combatió a los rebeldes Tigres para la Liberación de la Patria Tamil-Eelam hasta derrotarlos en 2009, son ahora áreas de alto rendimiento agrícola.
Los precios de la mayoría de los artículos en este país de Asia meridional van en aumento. A comienzos de febrero, por ejemplo, los combustibles se encarecieron hasta 49 por ciento.
El gasóleo, usado fundamentalmente en el transporte comercial y en la generación de energía, se disparó 36 por ciento.
La rupia srilankesa, que se cotizaba a 107 por dólar en enero, saltó a 130 la semana pasada.
El Banco Central informó que este país gastó 21 por ciento más en compras petroleras a inicios de este año que en el mismo lapso de 2011.
También se incrementaron los precios de la electricidad, del transporte y del pan. Ante esta ola inflacionaria, el gobierno tomó medidas para impedir un aumento en el gas y los productos lácteos.
La inflación preocupa a la población especialmente porque se acercan las celebraciones del Año Nuevo budista, a mediados de abril.
Pero no todo aumenta: los precios de las verduras se mantienen a un precio bajo desde hace dos años. Según información reunida por el Instituto Hector Kobbekaduwa de Investigación Agracia y Capacitación (HARTI), todas las variedades de verduras han registrado una significativa caída de precios.
En la primera semana de este mes, los frijoles cayeron 50 ciento respecto del mismo lapso de 2011, mientras que los tomates y las berenjenas lo hicieron 60 por ciento, y la remolacha 50 por ciento.
«Son caídas muy significativas», dijo a IPS el investigador Ajith Rathnasiri, de HARTI.
El experto atribuyó la baja de precios a varios factores, entre ellas el buen clima para la producción en la isla, pero en especial al hecho de que antiguas zonas de conflicto en el norte y en el este, casi marginadas del mercado nacional durante la guerra civil, producen en forma abundante y continuada desde inicios del año pasado.
«Hay vastas áreas de tierra cuyas cosechas ahora están llegando a los centros nacionales de distribución a un ritmo semanal», destacó Rathnasiri.
La agricultura y la pesca fueron siempre actividades fundamentales en el noreste. Al menos 30 por ciento o más de la economía de la región depende de esos dos sectores.
Como las oportunidades de empleo son escasas en las antiguas zonas de conflicto, varios cientos de miles de personas que regresaron a sus aldeas cuando finalizó la guerra se dedicaron a cultivar en pequeñas porciones de tierra o en sus propios jardines.
«Tradicionalmente, el norte ha tenido algunas de las tierras más fértiles en el país para el cultivo de verduras», dijo a IPS el investigador Kiruja Sivasubramaniyam, oficial de campo de la Organización Internacional del Trabajo dedicado a proyectos agrícolas en el norteño distrito de Vanni, el más afectado por el conflicto bélico.
La última evaluación de la Organización de las Naciones Unidas sobre la región concluyó que la producción se incrementó 60 por ciento en la última temporada de cosechas.
«El maíz alcanzó su mayor extensión de cultivo, de unas 68.500 hectáreas. Para esta temporada se espera una mayor cosecha de maíz, papas, frijoles mungo verdes, lentejas negras y maní», según el informe.
«Algunas variedades que tradicionalmente eran solo cultivadas en áreas más frías de la Provincia Central ahora son producidas en el norte y el este. A veces estas zonas registran mejores cosechas», añadió Rathnasiri.
El rendimiento fue tan alto en febrero que los precios del tomate cayeron a unas 10 rupias (menos de un centavo de dólar) por kilogramo.
«Hace un año, el principal centro de distribución nacional en Dambulla recibía entre 600.000 y 700.000 kilos por día, pero en febrero recogió el doble», dijo Rathnasiri.
Otro factor que contribuyó al aumento de la producción fue la distribución de fertilizantes baratos y semillas de alto rendimiento, así como una política nacional que estimuló a la agricultura a pequeña escala, destacó.
Pero el alto rendimiento también tiene sus propios escollos. Una gran cosecha a veces puede implicar grandes pérdidas a los agricultores, cuando son víctimas de intermediarios inescrupulosos que fijan los precios a su antojo.
Esa fue la experiencia a mediados de 2011 de un pequeño grupo de agricultores de la aldea de Olumadu, en el distrito de Kilinochchi, en Vanni.
Los aldeanos habían logrado una abundante cosecha de berenjenas, pero sufrieron pérdidas porque los intermediarios ofrecieron solo ocho rupias por kilo. «Incluso ahora tenemos dificultades para vender algunas variedades en forma rentable», dijo el agricultor Chitra Gurukularaja, de Dharmapuram, en Kilinochchi.
Pero investigadores de HARTI explicaron que los agricultores sufrían pérdidas también debido a la falta de planificación. «Cuando una variedad tiene rendimiento, todos la producen, y por tanto los precios automáticamente caen», explicó Rathnasiri.
Según L.P. Rupasena, vicedirector de investigaciones en HARTI, este país carece de un sector agrícola integrado. «No tenemos información, no contamos con un sistema en el que los agricultores puedan buscar datos y evaluar el mercado», dijo a IPS.
Uno de los mayores engaños que sufren los productores tiene que ver con las semillas. En este mercado desregulado, los importadores por lo general compran más de tres veces la cantidad de variedades populares necesarias.
«Es por eso que tenemos tantos tomates, porque hay una oferta excedentaria de variedades de semillas importadas que maduran rápidamente», señaló Rathnasiri.
Por su parte, Rupasena dijo a IPS que la única forma de superar estos escollos era regular el mercado, aunque reconoció que no sería fácil.
«No podemos lograr que nuestros agricultores usen cajones. Todavía prefieren sacos o bolsas de fibra de coco», dijo, en referencia a las protestas del año pasado en toda la isla contra una política del gobierno que obligaba a los productores a transportar sus artículos en cajones de madera.
Expertos como Rupasena aseguran que el uso de cajones podría reducir las pérdidas durante el transporte hasta 30 por ciento.
«A pesar de su importancia nacional, (la agricultura) sigue desregulada y no profesional», lamentó.
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