Desde la Universidad de Zaragoza, Javier Mínguez desarrolla una investigación puntera en interfaces cerebro-computador, una tecnología que permite manejar un ordenador o una silla de ruedas mediante el pensamiento. En Madrid, Rafael Raya diseña dispositivos para niños con parálisis cerebral.
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«En los últimos años estamos aprendiendo que hay un nuevo canal de comunicación para personas que lo han perdido y estamos tratando de aprovecharlo». Javier Mínguez, del Instituto de Investigación en Ingeniería de Aragón, es uno de los investigadores punteros en materia de interfaz cerebro-computador. Su trabajo consiste en traducir las señales del cerebro en impulsos reales que faciliten la vida a personas que han perdido la movilidad. «Se trata de personas que pierden el control sobre los músculos de su cuerpo y en algunos casos solo les queda el pensamiento», asegura.
«Lo básico es un dispositivo que lea la actividad cerebral», explica Mínguez. Lo más eficaz es el tradicional electroencefalograma (EGG) que registra la actividad eléctrica del cerebro de manera casi inmediata. Una vez registrada la señal «se utilizan unas potentes herramientas que decodifican algunos tipos de pensamientos».
Pero ¿cómo consiguen los científicos desentrañar nuestro pensamiento? Existen varios tipos de señales que emite nuestro cerebro y que saben reconocer. Los potenciales evocados, por ejemplo, saltan en el registro cuando se produce determinada actividad. Una señal muy conocida es P300. Simplificando mucho, podemos decir que esta señal salta cuando reconocemos una «diana».
«Si te digo que pienses en una carta», explica Mínguez, «y te las voy enseñando, cuando sale tu carta se dispara la P300». Y queda constancia en el encefalograma. Los sistemas que escriben con el pensamiento, por ejemplo, funcionan con un sistema similar. Van pasando letras por la pantalla y el software detecta el potencial P300 que se desata cuando el sujeto reconoce la letra en la que está pensando.
«Veremos en un futuro prótesis controladas por el pensamiento», asegura Mínguez, quien cree que las tecnologías no-invasivas utilizadas en Europa tienen un futuro prometedor. Al otro lado del Atlántico, las investigaciones van por el lado de prótesis invasivas, como las del investigador Miguel Nicolelis, que ya ha conseguido buenos resultados con macacos y trata de probarlo en humanos.
Mínguez y su equipo han desarrollado varias sillas de ruedas y un brazo robótico que se mueven por el pensamiento. El método consiste en interpretar las señales características que «emite» el cerebro» ante determinados estímulos. Si el sujeto piensa en moverse hacia la derecha, por ejemplo, el electroencefalograma y el software detectan la señal y dirigen la silla en la dirección elegida. Y esto es solo el principio de una gran revolución.
Para saber más, sigue viendo el documental «El mal del cerebro», al que pertenece este fragmento.
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