Quien está detrás de los rebeldes libios?

Tengo la convicción de que, ante la inundación de mentiras mediáticas, una de las armas más poderosas es la hemeroteca. Los medios nos presentan desde hace un mes a Libia como un país en el que la población se opone mayoritariamente a Gaddafi desde posicionamientos ideológicos próximos a los ideales occidentales de democracia liberal. Los propios intelectuales de izquierda, como Santiago Alba Rico, afirman que la oposición a Gaddafi no tiene ”ni asomo de socialismo, pero tampoco de islamismo”. Lo que no acaban de explicar es a qué se debe tan repentino cambio. Porque hasta hace apenas un año, la única oposición digna de tal nombre que tenía el gobierno Libio era un grupo nominalmente islamista, el Grupo Islámico Combatiente Libio.
Ahora ningún medio nos habla de ellos. Así que habrá que investigar qué nos decían hace años.

Este grupo fue creado oficialmente hace 15 años. Muchos de los integrantes fundadores del GICL eran excombatientes contra la ocupación soviética de Afganistán, entrenados y subvencionados como los talibán, por la CIA. Muchos movimientos islamistas libios disconformes desde hacía años con las injusticias sociales del régimen fueron captados por el GICL, que los manipuló para luchar por sus intereses. A partir de la constitución de este grupo supuestamente islamista en 1995, lo que hasta entonces habían sido pequeños y esporádicos enfrentamientos, pasaron a convertirse en una seria amenaza interna al régimen de Gaddafi.
En ese 1995, de repente, los insurgentes supuestamente islamistas cobran una capacidad operativa inusitada.
En Junio logran infiltrarse en las fuerzas de seguridad y liberar a uno de sus líderes, preso en un hospital. En Agosto consiguen, también con infiltrados, asaltar la prisión de Bengasi y liberar a más activistas. Gaddafi pone en máxima alerta a sus fuerzas de seguridad y denuncia que los ataques están provocados por elementos entrenados y financiados desde Sudán por un agente llamado… Bin Laden -por entonces, un perfecto desconocido para la opinión pública.
En Septiembre, surge una insurrección popular contra Gaddafi en Bengasi. La insurrección fue eliminada tras un centenar de muertos por ambos bandos. Llama la atención que esa ciudad, que hasta ayer era un nido de islamistas radicales, hoy se haya convertido en el centro de la democracia y el liberalismo libios.
¿A qué se debe este estallido islamista tan repentino? Una de las claves ya la hemos dado: un tal Bin Laden se había instalado en Sudán para entrenar activistas. Pero aun más importante y significativo es el hecho de que los miembros del grupo GICL, aunque eran considerados terroristas por la UE, recibieron asilo político en Gran Bretaña. Asilo político… y algo más.
En Febrero de 1996, el GICL organiza un espectacular atentado contra Gaddafi, que mata a varios de sus guardaespaldas. Un ex agente del MI5 ha revelado que el gobierno británico financió el fallido intento de magnicidio con 160.000 dólares.
Sería prolijo enumerar el listado de acciones terroristas e intentos de rebelion protagonizados por este grupo armado. Quien esté interesado puede consultar este artículo.
La  orientación que da Gaddafi a su política económica e internacional a partir de la proclamación por parte de Bush de la War on terror. A partir del momento en que Gaddafi abre las puertas a las transnacionales petroleras -la mayor parte de las cuales son, casualmente británicas- se desencadenan una serie de sorprendentes y repentinos cambios con respecto al GICL, acontecimientos que van acompañados de un rápido descenso de su actividad.
-El 10 de Octubre de 2005, el Reino Unido declara ilegal al grupo al que hasta entonces protegía y financiaba.Comienza a difundirse la falta de apoyo de al Qaeda al GICL
-En 2006, el gobierno de Libia inicia conversaciones de paz con el GICL dirigidas por Sayf al-Islam Gaddafi.
-En 2009, los ideólogos del GICL rompen oficialmente con las tesis de la supuesta organización islamista al-Qaeda.
-El 17 de Febrero pasado, 110 prisioneros del GICL son puestos en libertad por el gobierno de Gaddafi.

Esta sucesión de hechos indica claramente que la mayoría de activistas del GICL eran personas justamente ansiosas de mejoras sociales manipulados por los servicios de inteligencia occidentales y al-Qaeda para derrocar a Gaddafi. Cuando Gaddafi dejó de ser un enemigo para occidente y los saudíes, los militantes y presos del GICL fueron abandonados a su suerte.

Ahora, cuando Gaddafi había conseguido acabar con la amenaza del GICL y se estaba aproximando a la política venezolana de nacionalización del petróleo, surge de nuevo una revolución en Bengasi, un nuevo intento de golpe de estado. Pero esta vez ya no se trata de supuestos islamistas. Milagrosamente, tan milagrosamente como surgió el GICL, surge un comité ciudadano de ideología difusa encabezado por un ministro de Justicia que ha traicionado a Gaddafi y un tal Hafiz Gogha, del que nadie, ni los propios libios, había oído hablar hasta ayer.

La clave del asunto nos la ofrece, sin querer, Jean-Pierre Filiu: ”Las sublevaciones populares han acabado en semanas con regímenes que Al Qaeda amenazaba, pero a los que nunca puso en peligro a lo largo de sus 20 años de existencia.” Lo que hay que entender con esto es lo siguiente: al-Qaeda no ha logrado uno de los objetivos para el que había sido creada por Zbigniew Brezinski: desestabilizar a estos países bajo supuestos principios islamistas, logrando arrastrar tras de su bandera a una gran base social. Al contrario que los españoles con el PSOE, los musulmanes han descubierto la impostura: al-Qaeda no tiene nada que ver con lo que predica, sino que es un engendro de la CIA.
Por eso es preciso crear de la nada un nuevo movimiento popular que no sea ni socialista ni islamista, sino tan difusamente “rebelde” como un anuncio de Pepsi o un concierto de Víctor Manuel y Ana Belén, carente de ideología para que suscite simpatía y apoyo universales: desde Losantos hasta Santiago Alba Rico, todos deben apoyarlos. Porque así, con ese apoyo masivo, será apoyada también la invasión militar, ésa que parece revelarse para las transnacionales como la única manera posible de acabar con Gaddafi, una vez que la financiación de la disidencia externa se ha demostrado infructuosa

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