Se cree que hace 4.590 millones de años una acumulación de gases ubicada en el lugar donde está ahora el Sol empezó a metalizarse de repente y formó una estrella.
Lo que no está claro es la causa de la metalización de la nebulosa. Astrónomos del Instituto Carnegie de Ciencias (EE.UU.) lograron detectar al ‘culpable’ basándose en sus ‘huellas dactiloscópicas’. Lograron calcular los modelos completos en 3D del proceso de formación del Sol por primera vez en la historia. Los meteoritos primitivos pueden servir como prueba de que la nebulosa de gas y polvo ubicada en el lugar donde ahora tenemos al Sol colapsó debido a una polución proveniente de una estrella masiva.
En los meteoritos se detectan partículas subatómicas de isótopos radioactivos de vida corta en grandes cantidades. Teniendo en cuenta que los períodos de semidesintegración de estos isótopos son de millones de años y que la presencia de los productos de esta semidesintegración en diferentes fases minerales en los meteoritos es abundante, se puede concluir que en la nebulosa no se produjo una inyección de partículas subatómicas, sino de isótopos paternos. El isótopo paterno debía haberse formado en la nebulosa presolar y resultar atrapado dentro de los precursores de meteoritos antes de que los mismos meteoritos se cristalizaran. Es el caso, por ejemplo, del hierro-60 (su período de semidesintegración es 2,6 millones de años) y los productos de su desintegración.
Este isótopo puede aparecer en grandes cantidades solo como resultado de una fusión nuclear en estrellas masivas. De aquí viene la conclusión de que a la nebulosa primaria llegaron desde afuera los elementos que la ‘contaminaron’, comprimieron su núcleo y la hicieron colapsar, formando el Sol y los planetas a su alrededor. Con el simulacro 3D, los especialistas estadounidenses se dedicaron a averiguar cómo era el proceso exactamente y qué tipo de estrellas masivas había sido ‘responsable’ de la ‘agresión’. Existen dos teorías sobre el origen de ‘los elementos contaminantes’. Una dice que fue la onda de choque de la explosión de una supernova vecina, que inyectó material de la estrella que estalló en la nebulosa de gas y desencadenó así la formación del Sol. Otra estipula que el colapso de la nebulosa y la formación del Sol se debe a los vientos estelares muy potentes originarios de una gigante roja. La tecnología tridimensional permitió a los astrónomos probar la primera versión y descartar la segunda. Calculó que la onda de choque desde una gigante roja sería bastante lenta y amplia. Distribuiría el hierro-60 solo en la periferia de la nebulosa y no habría podido alcanzar su núcleo.
Mientras tanto, el hierro-60 es encontrado en el centro tanto de la nebulosa (por ejemplo, en el caso de la Tierra) como en el centro de los meteoritos. Es decir, en realidad la honda no fue tan amplia como sería la de una gigante roja. El innovador modelo informático logró presentar en detalle el ‘momento’ en el que la onda de choque golpea la nebulosa y la comprime. Según las imágenes simuladas, se formó un frente parabólico del choque que envolvió la nebulosa, creando en su superficie hendiduras en forma de dedo. El modelo mostró que fueron uno o dos de estos dedos los que inyectaron en la nebulosa la polución, en otras palabras, los isótopos de vida corta. En menos de 0,1 millones de años más tarde, la nebulosa colapsó y formó el núcleo de la protoestrella que sería el Sol y los planetas a su alrededor. Los especialistas del Instituto Carnegie subrayan que solo la onda de choque originaria de una supernova habría podido producir este efecto. Es centenares de veces más fina que la de una gigante roja y por eso desembocó en inyecciones mucho más eficientes.
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