Tejidos exquisitos y siluetas elegantes. Mirando los brillantes mostradores de los centros comerciales sería difícil imaginarse cómo fueron realizadas muchas de estas prendas. Bangladesh es precisamente uno de los exportadores de textiles más grandes del mundo. Los bajos costes atraen al país a famosas marcas de Europa y Estados Unidos como Tommy Hillfiger y J-C Penny, que sitúan allí sus fábricas. Sin embargo, la situación en estas dista de ser próspera y las condiciones de trabajo son penosas. Está claro que lo único que le importa a los empresarios son los beneficios, no piensan en qué comen sus trabajadores. Bajos estándares de seguridad, edificios en vías de destrucción y sistemas de electricidad envejecidos. Todo esto convierte el trabajo en las fábricas en un oficio peligroso. Lovely tenía 11 años cuando por poco muere en un incendio en una fábrica textil. Trabajaba allí por tan solo 50 centavos al día para ayudar a su familia a sobrevivir. No todos tuvieron la suerte de salvarse. Unos 500 empleados han fallecido en incendios de fábricas textiles en los últimos 5 años. “Todo lo que vi era humo. Esto fue lo último que vi antes de perder la conciencia. No sé qué sucedió después. Sigo sufriendo muchísimo. Todavía tengo que comprar medicinas. Mis manos me duelen mucho, también las piernas. Me cuesta andar”, dice Lovely Deh. Tan solo un 1% de los trabajadores de Bangladesh son miembros de sindicatos. Al igual que Lovely, la mayoría tiene miedo de protestar. Ella fue abandonada por su familia que no podía pagar los altos costes de su tratamiento. Nunca recibió ninguna compensación, ni de los directores de la fábrica ni de las empresas a las que esta suministra sus productos. Y es que la mayoría de las compañías de ropa prefieren hacer la vista gorda en cuanto a lo que está sucediendo en sus fábricas lejanas. Mientras, la corrupción entre los propietarios de las plantas y los políticos locales hace prácticamente imposible responsabilizar a las marcas occidentales por sus omisiones. Las prendas constituyen un 80% de las exportaciones de Bangladesh. Unos 80.000 millones de dólares parten a Estados Unidos y Europa cada año. Mientras los empleados de las fábricas continúan entregando sus vidas a un precio muy bajo.
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