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Hijo de reemplazo:
El miedo al sufrimiento por el hijo muerto, lleva inconscientemente a los padres a concebir un nuevo hijo que suplante al anterior.
Cuando los padres asisten al fallecimiento de un hijo (puede ser a consecuencia de aborto, complicación en el parto, a un accidente o a una enfermedad infantil), el mecanismo autosanador del duelo supondría padecer el dolor extremo de aceptar la pérdida. Muchos padres evitan ese camino y muy pronto se puede activar en ellos una estrategia que consiste en concebir a otro hijo que reemplace al muerto. El nuevo bebé nace con el contrato de llenar el vacío que su hermano dejó: “Para existir y que mis padres me amen, debo ser mi hermano”.
En la mayoría de los casos nace con el mismo sexo y se le bautiza con el mismo nombre. Las fechas de concepción y nacimiento también pueden coincidir con las mismas del fallecido, con las de su misma muerte o entierro. En lugar de despedir al muerto, su identidad se “instala” en el recién nacido, de modo que se bloquea el luto por el primero.
Un niño que fallece se mitifica, es un ángel, un bendito que hubiese satisfecho todas las necesidades de la familia. El hijo de reemplazo vivirá con culpa y frustración no estar a la altura de ese al que sustituye y puede desarrollar lo que llamamos una neurosis de fracaso.
Los hijos de reemplazo son concebidos sin haber hecho el duelo por un hijo anterior fallecido. El embarazo reemplaza al duelo. Incluso a veces, el nuevo hijo nace el día de la muerte o del entierro del fallecido e inclusive se le da el mismo nombre. Las consecuencias psicológicas no son deseables: la carga de culpa y la neurosis de fracaso, toman protagonismo en la vida de estas personas. Un ejemplo lo tenemos en Vicent Van Gogh. En 1852, un año antes de su nacimiento, su madre tuvo un hijo que nació muerto, llamado Vincent.
http://planocreativo.wordpress.com/2012/10/06/madres-y-padres-con-conciencia-los-hijos-de-reemplazo/