Por Javier García Blanco | Arte secreto
Escena de nigromancia en ‘Saúl y la bruja de Endor’, de Salvator Rosa | Crédito: Wiki …Ya hemos tenido ocasión de ver aquí las extrañas costumbres y pasatiempos de algunos artistas fruto, en muchos casos, de personalidades geniales y al mismo tiempo excéntricas.
Y ese fue el caso también de dos artistas del Renacimiento, escultores para más señas, quecausaron admiración y sorpresa en su época por dedicarse a una práctica tan poco ortodoxa como la nigromancia, es decir, la invocación de los muertos y la adivinación a través de ellos.
El primero de ellos era Giovan Francesco Rustici, un escultor florentino de familia noble que, gracias a sus contactos con los Médicis —y más concreto con el mismísimo Lorenzo el Magnífico— tuvo la oportunidad de estudiar en el taller deVerrocchio y más tarde de convertirse en ayudante del mismísimo Leonardo da Vinci, con quien le unió una gran amistad.
Pero además de grandes dotes para el arte, Rustici fue —a decir de biógrafos como Vasari—, un hombre con un excelente sentido del humor, divertido y amante de las bromas —»el más divertido e imaginativo de su tiempo»—, capaz de asombrar a sus contemporáneos con su habilidad para domesticar a todo tipo de bestias salvajes.
El mismo Vasari recoge varias anécdotas a este respecto, relatando cómo Rustici había amaestrado a un puerco espín, «de tal modo que se quedaba debajo de la mesa como un perro, y a veces se frotaba contra las piernas de la gente, con lo que las recogían muy rápidamente».
El biógrafo y pintor aretino explica también que Rustici había hecho construir una habitación a modo de vivero, en la que había criado decenas de serpientes, y a la que acudía —sobre todo en verano—, para «observar sus frenéticas y locas travesuras».
A pesar lo extravagante de estas costumbres, fue otra práctica, mucho más siniestra, la que sin duda debió espantar a sus contemporáneos: la nigromancia. A decir de Vasari, Rustici se aplicó al estudio de dicha «disciplina», queempleaba más como divertimento que con fines dañinos, pues su uso principal era «dar extraños sustos a sus criados y ayudantes».
‘Mercurio iniciando el vuelo’, de Giovan Francesco Rustici | Crédito: The Fitzwilliam …Mucho más inquietante fue el caso de nuestro segundo protagonista, el también escultorSilvio Corsini (1495-1547). Aunque fue un artista de segunda fila, Corsini no tuvo nunca problemas para encontrar encargos, trabajando en distintas ciudades italianas como Florencia, Milán o Pisa, entre otras.
Fue en esta última localidad italiana donde —según cuenta Vasari—, Corsini sirvió como sacristán de la Compañía de la Misericordia, una cofradía religiosa que en aquellos años ejercía una labor de caridad cristianaacompañando a los reos que iban a ser ejecutados.
Sin embargo, en el caso del escultor, no sólo le movía la misericordia, sino su extraña afición por la nigromancia. Tal es así que en cierta ocasión Corsini se obsesionó de tal forma con uno de los reos a los que había acompañado que, un día después de su ejecución, acudió al camposanto y se llevó su cadáver.
No contento con haber profanado la tumba, Corsini procedió a disecar el cuerpo, no sin antes desollar el cadáver y hacerse con la piel un chalecoque llevó puesto durante meses sobre su camisa.
Es posible que el escultor hubiera llevado aquella macabra prenda mucho más tiempo pero un día, mientras se confesaba, relató lo que había hecho al sacerdote, y éste le ordenó que diera a los restos —y al singular chaleco— una cristiana sepultura, cosa que hizo finalmente.
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