CARAL, UNA CIVILIZACIÓN INCÓGNITA Por: Carlos E. Casero

Civilización y cerámica

Una de las primeras señales que los arqueólogos identifican a la hora de establecer el grado de civilización de una antigua cultura y que apareja en el más literal de los sentidos la expresión de “progreso”, es la presencia de restos de cerámica entre los antiguos yacimientos. La ausencia de ésta, es un claro indicador de que el asentamiento en estudio, es una sociedad primitiva y con un nivel de complejidad  muy escaso. La cerámica, que proviene del griego “keramos” (arcilla), nació oficialmente entre el paleolítico y el neolítico, y vino a significar la introducción de importantes cambios en la vida y la organización social de las primeras sociedades humanas. El almacenamiento de grano durante más tiempo, la cocción de alimentos que cambiaron los hábitos alimentarios y la facilidad para la expresividad artística a la cual la arcilla se prestaba, transformaron en parte la organización social que dieron muchas de las condiciones para el gran desarrollo que se dio posteriormente en el neolítico.

La Ciudad Sagrada de Caral se encuentra en el distrito de Supe, provincia de Barranca, departamento de Lima. El tiempo estimado de viaje desde Lima es de entre tres horas y media a cuatro horas.  Fue levantada en la margen izquierda del río Supe sobre una gran terraza que está a 350 metros sobre el nivel del mar, ocupando un área de alrededor de 66 hectáreas. El valle de Supe es una estrecha quebrada fértil que en éste lugar tiene un ancho máximo de 1.5 kilómetros y alberga a lo largo de su recorrido un gran número de otros puntos de interés arqueológico contemporáneos con Caral,  como son el caso de Era de Pando, Lurinhuasi, Miraya, Allpacoto, Aspero, Chupacigarro, entre otros.

Este fue el caso de antiguas civilizaciones como la “sumeria” en Mesopotámia, iniciada en torno al año 3.500  a. de C., la egipcia a orillas del Río Nilo sobre el año 3.150 a. de C.,  la del Valle del Indo en el 2.500 a. de C., la “xia” en China en el 2.100 a. de C., o la “olmeca” en Mesoamérica, sobre el 1.500 a. de C. En todas ellas, la aparición de la cerámica aún en su estado más arcaico, en la cual aún no se conocían los hornos y el fuego se hacía a ras del suelo, catapultó  el progreso y el desarrollo de las mismas. ¿Pudo entonces existir una antigua civilización que alcanzase altos niveles de sofisticación y desarrollo que no hiciera uso de cerámica alguna?

Hasta mediados de los años 90, esta pregunta tenía fácil respuesta,… ¡no!

Sin embargo,  y a pesar de muchas reticencias iniciales, el viejo dogma establecido por la arqueología se vino abajo en 1.994 cuando los miembros del PEACS (Proyecto Especial Arqueológico Caral – Supe), dirigidos por la Dra. peruana Ruth Shady, demostraron con dataciones basadas en el carbono 14, que en tiempos tan remotos como hace 5.000 años, existía una civilización capaz de construir pirámides, realizar complejos cálculos astronómicos o componer delicadas piezas musicales, en un lugar que se encuentra en el Valle del Supe, al Norte de Lima, la capital del Perú.

Dos de las monumentales edificaciones de Caral, la Pirámide de la Huanca  y la Pirámide de la Galería , situadas en el Sector Alto de la Ciudad Sagrada.

Una cultura de más de 5.000 años

El principal de los emplazamientos de esta nueva civilización, denominado Caral, ha dado nombre a la civilización en si, La Civilización Caral o Caral-Supe, y parece ser que fue la capital política y religiosa del resto de áreas arqueológicas descubiertas, núcleos poblacionales más pequeños que incluía cerca de 30 asentamientos humanos, como Aspero, Allpacoto, Miraya, Kotosh y La Galgada entre otros, que compartían el mismo sistema administrativo y religioso, constituyendo una prospera red de intercambio comercial.

La ciudad de Caral, ocupa una extensión por ahora descubierta de unas 66 hectáreas en la margen izquierda del río, sobre una meseta arcillosa de color rojizo casi desierta a 350 metros sobre el nivel del mar, sin rastros de vegetación, sobre la cual destaca las fantasmales figuras de antiquísimas construcciones piramidales. Situada a 182 Km. al norte de la ciudad de Lima y muy próxima a la carretera Panamericana, fue descubierta por buscadores de oro en 1.905, un oro por cierto que jamás encontraron, razón por la que rápidamente paso al más completo de los olvidos. Posteriormente fotografiada desde el aire en los años 40, jamás se sospecho que albergase tantas sorpresas ocultas bajo su superficie abrasa por el Sol.

La Pirámide Mayor

A excepción del polémico origen de la civilización en Tiahuanaco, oficialmente se creía que, la Civilización de Chavin (entre los años 900 y 200 a. de C.) fue la cultura más antigua de todo el subcontinente americano, la cual se extendió por gran parte de los Andes Centrales, y que sí dominó el arte de la construcción de piezas de cerámica. Los primeros pasos que los arqueólogos dan a la hora de determinar la antigüedad de un yacimiento arqueológico es a través de las muestras de desarrollo y adelantos técnicos, para lo cual fijan especialmente la atención en su escritura, lenguaje, arquitectura, refinamiento social, empleo y tipo de metales, cerámica, etc. En el caso de Caral, los investigadores chocaron frontalmente desde el primer momento con un auténtico enigma, la localización de un enclave en el cual se podían encontrar magníficas edificaciones de gran complejidad técnica, que exigían una previa planificación, pruebas de conocimientos matemáticos, astronómicos o musicales, pero, ni un solo fragmento de cerámica. Para determinar la datación de Caral fue necesario realizar pruebas de radiocarbono (carbono 14) en algunos restos de fibra (materializados en Estados Unidos, al no existir laboratorios especializados en Perú) procedentes  de las bolsas de junco trenzado usadas para transportar materiales durante la construcción de la ciudad, que databan al menos de 2.627 años antes de Cristo. El hecho de que el junco sea una planta de carácter anual, con una duración perfectamente limitada, ha permitido a los investigadores que las pruebas de radiocarbono hayan sido muy exactas, despejando por completo las dudas a los arqueólogos que inicialmente se mostraron más escépticos.

Se estableció por tanto que la Civilización Caral, se había adelantado en 1.500 años a las de Mesoamérica, con los “olmecas”  como primer representante, y en más de 3.000 años a la Civilización Maya, contemporánea en su fase final de la llegada de los conquistadores españoles a las tierras del Nuevo Mundo. Las mismas dataciones determinaron  que Caral, así como el resto de núcleos dependientes, disfrutó de una existencia de primer orden de 1.200 años hasta que se extinguió su presencia.

Distintas instantáneas del yacimiento arqueológico de Caral.

La construcción de enormes edificios con forma de pirámide distinguió especialmente a los moradores de Caral de las demás culturas que habitaron en aquellos tiempos los Andes. Plataformas de piedra de más de 600 metros en las que caben dos estadios de fútbol, muros de hasta 20 metros de elevación, pirámides de más de 150 metros de planta por 20 metros de altura  y construcciones de cinco plantas que son los mayores edificios encontrados en el Valle de Supe, eran el símbolo y el centro de poder de la clase dirigente, tanto política como religiosa, donde se realizaban las ceremonias que garantizaban el orden establecido en fechas señaladas por un calendario ceremonial muy estrechamente relacionado con la naturaleza.

La zona central de Caral albergaba las estructuras monumentales principales, entre las que destacaban las pirámides  y dos plazas circulares bajo el nivel principal del suelo. Más hacia el exterior, aparecían las residencias de la elite, los funcionarios, los artesanos y sirvientes, concluyendo el perímetro exterior  con la presencia de talleres, espacios de congregación pública y áreas de servicio. Se calcula que la ciudad tenía una capacidad para al menos unas 3.500 personas.

Lo que hasta el momento no se ha logrado, ha sido localizar la necrópolis de la ciudad, una circunstancia que sería de gran importancia dada la cantidad de datos arqueológicos que aportaría, aunque sí se han localizado esqueletos aislados de varias personas, de no más de 1,50 metros de altura, que se cree fueron muertos en accidentes y no producto de enterramientos rituales. Del mismo modo, se han localizado siete niños recién nacidos con claras señales de haber sido sacrificados, algunos de ellos bajo los cimientos de edificaciones importantes que podrían poner de manifiesto el inicio de tradiciones muy posteriores en el tiempo, en las que en distintos pueblos andinos aún se entierra un ser vivo como tributo a la Pachamama antes de levantar una obra.

Todo parece indicar que los habitantes de Caral dieron suma importancia al uso de la música, sobre todo en sus ceremonias religiosas. En la imagen, una de las numerosas flautas localizadas en el área del anfiteatro.

La actividad de sus habitantes era principalmente comercial, y también como centro de peregrinaje religioso, al haberse detectado gran cantidad de altares y fogones construidos para ofrendas. En sus ceremonias utilizaron el fuego y la música, dándose la circunstancia de que,  uno de los hallazgos más importantes fue un conjunto de 37 cornetas hechas con huesos de llamas y venados, y otras 32 flautas traversas elaboradas con huesos de pelícanos y cóndores. Aún desconociendo los metales y que no poseían grano de ningún tipo, desarrollaron conocimientos científicos que aplicaron a la agricultura, la construcción de canales de riego y terrazas agrícolas, así como la confección textil, pesca y el desarrollo de medicina natural para tratar distintas dolencias. Predijeron el tiempo, realizaron observaciones astronómicas, y basaron su economía en el comercio de algodón y productos marinos que intercambiaban con otras poblaciones menores de la selva y los andes centrales.
Si bien no se ha encontrado prueba alguna de la presencia de escritura, se cree ahora que fueron los primeros en utilizar los “quipus”, del quechua khipu (nudo), un sistema nemotécnico mediante cuerdas de lana o algodón de uno o varios colores y nudos que posteriormente desarrollaron distintos pueblos en los Andes, popularizándolo especialmente los incas, quienes lo usaron principalmente como un sistema contable para todos los funcionarios del imperio inca, pero que según algunos expertos, podría haber sido utilizado también como una forma de escritura.

Parece ser que la religión fue el principal nexo de unión de Caral con el resto de los núcleos urbanos que constituían su área de influencia. Sin embargo, no se conoce prácticamente nada sobre su organización política, aunque se sospecha que Caral fue la sede principal de una comunidad formada por distintos linajes, cuyos lideres de forma asamblearia, tomaban todo tipo de decisiones. No existen evidencias de que fueran un pueblo guerrero, al no aparecer armas o fortificaciones, ni tampoco muy dado a las expresiones artísticas manuales (pintura, escultura, etc.) aunque si que hicieron especial hincapié en el arte de la música.
¿Qué pueblos más arcaicos dieron origen a la Civilización de Caral? ¿Cuánto tiempo de desarrollo, planificación y conocimiento previo se necesitó para poder construir pirámides de gran complejidad técnica hace 5.000 años? ¿Cómo fueron capaces de realizar un increíble y moderno entramado de canales de irrigación en uno de los parajes más áridos del mundo, sin tan siquiera disponer de herramientas de metal?

La Ciudad Sagrada de Caral, recientemente declarada Patrimonio Cultural de la Humanidad por la Unesco, sigue sorprendiendo al mundo. Recientemente se descubrió en el sitio arqueológico de Vichama  (la ciudad agropesquera que forma parte de la civilización más antigua de América) una pirámide cuya pared refleja la figura de unas manos cruzadas agarrando un cuchillo, semejante a la que existe en el templo de Kotosh, en la región Huanuco, otro enclave de la Civilización Caral.

Considerada la civilización de Caral precursora de la inca, se cree que sus dioses fueron los mismos a los que éstos adoraron. La veneración de determinadas montañas jugó un papel central en la cosmología y religión de las sociedades andinas tradicionales, donde la importancia de los dioses que habitaban las montañas, conocidos generalmente en distintas regiones de Perú como apus, wamanis o awkillu, fue del todo determinante. Fueron dioses como Viracocha, Inti, Mama Quilla, Pacha Mama o Pachacamac quienes según la tradición descendieron desde las alturas y establecieron sus moradas en los más elevados picos de los Andes, y desde donde dirigieron como educadores y maestros de la humanidad, la labor de enseñanza a los hombres de, entre otras cosas, la agricultura, la medicina, la astronomía, etc, o le regalaron directamente bienes tan preciados como el maíz.

Quipu con más de 4.500 años de antigüedad. Según la opinión de diferentes investigadores los quipus fueron un sistema  equivalente a la escritura, pues es posible lograr más de 8 millones de combinaciones gracias a la multitud de colores en las cuerdas,  la distancia entre ellas,  las posiciones de los nudos y el tipo de los nudos posibles. Hay algunos pueblos andinos que mencionan tener «escritos» en los quipus de su localidad, que ya ni los más viejos del lugar apenas pueden descifrar.

El fin de una civilización

Al igual que las contemporáneas de Mesopotamia y Egipto, la Civilización de Caral también concluyó después de un largo periodo de esplendor. Después de levantar pirámides al mismo tiempo que Zoser, faraón de la II Dinastía, ordenaba a Imhotep erigir la primera pirámide del Antiguo Egipto (Pirámide Escalonada de Sakkara), en algún momento en torno al año 1.800 a. de C., mientras que el mítico Hammurabi ascendía al  trono de Babilonia, la fuerza de la naturaleza borró prácticamente hasta el presente las huellas de la más antigua civilización americana conocida por la ciencia. Al menos esa es a hipótesis más manejada a la hora de explicar la desaparición de Caral y el resto de poblaciones satélites.
La acción de uno o varios terremotos, seguidos de un cambio brusco climático achacado a los efectos del fenómeno “El Niño”, determinaron el destino de Caral después de poco más de 1.200 años de existencia.  La destrucción de los canales de riego y el consiguiente efecto sobre los campos de algodón, el principal producto de intercambio comercial, más una prolongada sequía con bajadas de temperatura y fuertes vientos que arrasaron los campos, unido todo  ello también con la desaparición de la pesca del litoral central del Perú por el cambio de temperatura de sus aguas, terminó por dispersar a los pocos supervivientes de la catástrofe.

Ruth Martha Shady Solís, antropóloga y educadora peruana, nacida en el Callao el 29 de diciembre de 1.946. En 1994 inició la investigación sobre los orígenes de la Civilización de Caral en el Valle de Supe. Desde el año 2.003 es Jefa del Proyecto Especial Arqueológico Caral – Supe/INC, y es Presidenta del Consejo Internacional de Monumentos y Sitios – ICOMOS Perú.

Mudos testigos durante siglos de un pasado desconocido, las pirámides y el resto de edificaciones y áreas arqueológicas de Caral, están arrojando mucha información sobre la forma de vida y las costumbres de esta civilización andina de más de 5.000 años de antigüedad. Mucho es el trabajo que queda por realizar y muchos son los interrogantes que aún quedan por responder a todos los enigmas que sobre los orígenes y la propia existencia de Caral se han planteado desde su descubrimiento.
De momento y gracias al tesón de investigadores como la Dra. peruana Ruth Shady y el resto de miembros del PEACS, se ha derribado un dogma más de los que habitualmente los sectores más conservadores de la arqueología nos tiene acostumbrados.

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