Un hongo de miel que se encuentra en Oregon tiene el tamaño de 1665 campos de futbol y encabeza la lista de los organismos más grandes del mundo
El organismo viviente más grande del mundo es un hongo, Armillaria ostoyae, que se encuentra en el Bosque Nacional de Malheur, en Oregon, Estados Unidos. Este organismo, conocido como hongo o seta de miel, empezó de un sola espora demasiado pequeña para ser vista sin un microsocopio hasta llegar a extenderse 880 hectáreas, o cerca de 1665 campos de futbol.
El monstruo de Oregon, como a veces se le dice, ha esparcido sus filamentos rizomórficos a lo largo del bosque por unos 2400 años matando cientos de árboles al crecer, ya que es un organismo saprófito.
El descubrimiento de este organismo ocurrió después de que la científica Catherine Parks investigara la muerte masiva de árboles en el bosque nacional y extrajo muestras de ADN de 112 raíces distinta. Parks descubrió que en 61 de las muestras había material genético correspondiente al mismo ADN: el melífluo monstruo de Oregon.
En la superficie este hongo brota como un fungi de múltiples sombreros dorados que surgen en otoño, los cuales son comestibles aunque no tienen un sabor muy cotizado.
En 1992 se había encontrado otro Armillaria ostoyae en el estado de Washington, de un poco más de la mitad del tamaño del monstruo de Oregon, el cual en su momento fue el organismo vivo más grande.
Algunas personas consideran al Gran Arrecife de Coral de Australia como un superorganismo, sin embargo la ciencia considera que es un agrupamiento de distintos organismos.
El álamo temblón forma colonias de árboles genéticamente idénticos conectados subterráneamente por un solo sistema de raíz. El sistema de álamos completamente conectados más grande que se conoce es el llamado Pando en Utah, que cubre .43 km2 (106 acres) y constituye el organismo vivo más grande en cuanto a masa.
Es posible que algún día, sin embargo, nos demos cuenta que el organismo vivo más grande es la Tierra entera, en una época posterior al atomismo de la ciencia y a la ficción del ego y quizás, como en la película Avatar, descubramos que siempre fuimos parte de un bosque bioneuronal inalámbrico en el que cada organismo enriquece y afecta la experiencia de la conciencia colectiva y de cada uno de sus nodos (nosotros). Tal vez después de esa época dorada –de los hombres de miel- nos encontremos con el entendimiento definitvo de que el universo entero es un solo organismo, un único animal de luz.