El suspirar ocurre cuando se sienten emociones muy fuertes, el organismo produce adrenalina y norepinefrina, y los pulmones se llenan de aire como si se fuera a correr, pero cuando ese aire no se gasta, porque la persona se queda quieta, se elimina en forma de suspiro.
Para ello realizó diversos estudios. En un primer cuestionario pudo descubrir que la mayoría de los participantes asociaban el suspiro con algo negativo. En un segundo estudio investigó la interpretación de los suspiros por parte de los participantes en cuatro situaciones hipotéticas diferentes, lo que reveló que los suspiros en otras personas eran percibidos como signos de tristeza, mientras que los propios suspiros eran vistos como una sensación de darse por vencidos. En un tercer experimento, los participantes trabajaron en unos rompecabezas muy difíciles para ellos, que en realidad no tenían solución, lo que generó muchos intentos inútiles, generalmente acompañados de suspiros.
La conclusión a la que llegaron Teigen y sus colegas es que los suspiros suelen ocurrir en pausas que nos tomamos entre intentos infructuosos de llegar a alguna solución. Lo que resultó sorpresivo de los estudios de Teigen y colegas fue que la mayoría de la gente no recuerda haber suspirado, es decir, cuando lo hacen luego lo olvidan, no le prestan atención, algunos incluso llegaron a negarlo repetidamente incluso cuando se les dijo que varias personas lo habían presenciado. El suspiro pareciera ser que es una expresión intencional de que una actividad, plan o deseo debe ser descartado, creando una pausa antes de que se pueda reemplazar con una nueva iniciativa .
El suspiro es generado por un mecanismo llamado PEEP (presión positiva al final de la expiración)
“durante el ciclo respiratorio, el pulmón lleva a cabo inflaciones adicionales para que llegue más volumen de aire, y así mantener abiertas y expandidas las vías aéreas con el fin de optimizar el intercambio de oxígeno”.
Dicho de otra manera, es un aumento de presión que permite una mayor entrada de aire al pulmón y, a la vez, un mecanismo de protección para que éste y los alveolos (unidad hemisférica que rodea al pulmón) no colapsen, por lo que el suspiro tiene la función de mantener los alveolos abiertos para lograr mejor intercambio de oxígeno.
Cuando una persona aumenta su nivel de volumen de aire y lo hace con más frecuencia, puede llegar a una hiperventilación, que elimina los niveles de dióxido de carbono (óxido cuya molécula contiene dos átomos de oxígeno); su disminución provoca que se cierren los vasos sanguíneos y llega menos circulación al cerebro, rostro, brazos y piernas, y además, produce su adormecimiento.
Al haber problemas respiratorios se ejecutan más suspiros, porque se necesita más aire, en especial todas aquellas condiciones que contribuyen a que los alveolos se “desinflen” más rápido debido a infecciones, neumonías o insuficiencia cardíaca que provoca que los pulmones se llenen de líquido.