EL SUSURRO DE DIOS: relato lleno de ternura y magia de María Contreras

(Relato íntegro de María Contreras*, escritora vocacional, madre y amante de la espiritualidad, la psicología y el humor, de quien ya publicamos su novela “El final de cada día” -también gratuito en pdf-)

Solía contar a mis hijos un cuento que yo misma inventé y que trataba de ángeles, de reinos, de héroes… Un día decidí plasmarlo por escrito. Y conforme iba escribiendo, la historia iba cobrando vida y adaptándose. El resultado final fue esta otra versión, orientada a las mentes algo más maduras.

“El susurro de Dios” es así un cuento para toda la familia, un relato breve impregnado de ternura. Una historia que bajo una apariencia de ciencia ficción esconde un realismo aplastante. Un cuento, en fin… susurrado por Dios.

 «Cuenta la leyenda que hace infinidad de años,los ángeles divinos protectores tenían la misión de cuidar y protegera sus vecinos de abajo, los humanos. Los ángeles protectores recibían diversas denominaciones entre los hombres: ángeles guardianes, sexto sentido, intuición, tercer ojo, sentido común, voz interior o, más comúnmente, sabiduría. Y es que los humanos no podían ver a los ángeles pero sí podían escuchar su voz, esa voz que ante una decisión importante les indicaba cómo debían actuar. Entonces, los hombres estaban en continuo contacto y sintonía con sus ángeles guardianes y sus decisiones y actuaciones eran amorosas e iluminadas, reinaban la paz y el amor en la Tierra.

En aquella época la Tierra era un vergel. Los humanos no conocían aún el lenguaje, tal y como hoy en día lo entendemos. Una mirada, un gesto, un silencio elocuente bastaban para que dos personas pudieran entenderse. La comunicación fluía a través de unas ondas invisibles y permitía el entendimiento armonioso entre las personas, entre estas con los animales e incluso con las plantas.

Esas ondas invisibles de propulsión amorosa se retroalimentaban y crecían conforme se hacía uso de ellas. Es por eso que la madre Tierra respondía con amorosa protección a sus hijos, los humanos. No había animales peligrosos – todos, incluido el hombre, eran herbívoros–, pues la Tierra procuraba abundante alimento a sus hijos. La temperatura era perfecta, no hacía frío ni calor… Todos vivían en una gran comunidad, ayudándose y amándose. No había hambre, dolor, sufrimiento ni enfermedad; nohabía competencia ni luchas de poder; no existía la envidia ni las comparaciones; no había normas limitadoras, no eran necesarias; no había miedo ni desconfianza… La comunicación y compenetración de los humanos con Dios, a través de los ángeles protectores, era constante. Dios cuidaba amorosamente de sus hijos y estos confiaban plenamente en Él, pues jamás les había fallado.

Con el paso del tiempo los hombres fueron creciendo en número y extendiéndose por toda la Tierra. Al aumentar el número de personas, la relación entre ellas devino más intensa, tanto como su necesidad de comunicación. Inventaron el lenguaje hablado, potenciaron su razón, y con ella el hemisferio izquierdo de su cerebro, hasta entonces inactivo por innecesario.

Paralelamente, dejaron sumido en el más profundo letargo a su hemisferio derecho, el que les permitía comunicar con los ángeles y con la madre Naturaleza. Tanto se redujo su comunicación con Dios que algunos de ellos empezaron a desconfiar de la providencia divina y pensaron que, quizá, algún día, no habría suficiente alimento para tanta gente. Y esa desconfianza se convirtió en miedo, una extraña, terrorífica y paralizante sensación que nunca antes habían experimentado.

El miedo se transmitía, al igual que el amor, a través de unas ondas invisibles de alta velocidad y enorme magnetismo que envolvían a las ondas amorosas de baja intensidad, paralizándolas, desactivándolas. Las ondas del temor también se retroalimentaban, de manera que su impacto negativo enviado a la madre Tierra era devuelto con mayor fuerza al hombre. Así, el miedo a la carencia de alimento dio paso al afán de dominación de los animales e incluso de los hombres más débiles. Los animales y loshombres más débiles tuvieron miedo de sus dominadores y ese miedo se convirtió en odio, envidia y desconfianza; la ausencia de ondas amorosas envolviendo la Tierra trajo la aparición del frío, de los desastres naturales, del hambre, de la enfermedad, del dolor, de la muerte…

El miedo sustituyó entonces al amor y apareció el mal. Y con él, la necesidad de protegerse. Y para protegerse potenció el hombre su razón creando herramientas y armas, construyendo casas para guarecerse, medios para transportarse, guerras para acumular alimento por miedo a su escasez, medicinas para paliar el dolor y la enfermedad, etc. La Tierra se convirtió en un ruidoso, temible y desapacible lugar para vivir. Los ángeles protectores ya no eran escuchados por los humanos.

Envió entonces Dios a la Tierra una encarnación del Amor universal en grado supremo denominada Jesús.Tan pocos entendieron su palabra que de poco sirvió su misión en aquella época. No obstante, su mensaje fue salvaguardado y transmitido de generación en generación con la esperanza de que, algún día, la humanidad recobraría el entendimiento y lo descifraría. Y pasaron los años y los siglos y llegó la revolución industrial. Y con ella, más ruido y más prisa. No había ni tiempo ni silencio suficiente para escuchar siquiera el último hilo remanente de la voz interior del hombre, la voz de los ángeles, la voz de Dios.

Tan inútil devino su misión, que la reina del reino de los ángeles protectores decretó la suspensión indefinida de las actividades de los ángeles en la Tierra.

Mucho tiempo después, el entonces príncipe del reino de los ángeles guardianes se presentó ante su padre, el rey, y le dijo:

–Padre, los sabios del reino opinan que, de seguir sin actividad, nuestra existencia devendrá inútil y tenderemos a desaparecer.

–Lo sé, hijo, lo sé. Aunque hace tiempo que no actuamos en la Tierra, aún queda una fina capa de Luz Amorosa que protege a nuestros vecinos, los humanos. Sin embargo, está escrito en El Gran Libro del Ángelus Divinus que si los humanos no conectan con la Fuente en un período de trescientos años terrestres, los ángeles volveremos al estado prior de pura y sutil energía, disolviendo con nosotros esa fína capa de luz protectora. La oscuridad más absoluta envolverá a la madre Tierra desintegrando todo atisbo de vida y ocasionando su inmediata y total destrucción.

–Pero, padre, no podemos permitir que esto suceda…

–Nadie ha encontrado hasta ahora la solución, hijo mío. El estado de caos, ruido y miedo en la Tierra es tan grande en la actualidad que las posibilidades de que escuchen nuestra voz son ínfimas, con el factor añadido de que si descendemos en nuestro estado etéreo a la dimensión humana incrementaremos el riesgo de ser contaminados por las micropartículas de temor destructivo y, con ello, la posibilidad de que la fuerza maligna de tales ondas rasgue el fino velo de amor sutil que aún mantiene con vida a nuestros vecinos.

La respuesta del rey causó profundo estupor en su hijo. Pero el príncipe no cejó en su intento de proporcionar un hálito de esperanza al Universo. A través de su chakra de conexión interestelar conectó con la Gran Fuente de Amor Universal y solicitó a Dios una respuesta urgente. Sabía que muchos antes lo habían intentado pero, hasta el momento, Dios no había querido interferir en el libre albedrío de los humanos, dándoles la oportunidad de volver a despertar por sí mismos sus conciencias y, con ello, limpiar el karma acumulado durante tantas vidas. Pero ahora las cosas habían tomado un cariz diferente. Dios sabía que había que intervenir y así se lo hizo saber al príncipe del reino de los ángeles protectores.

A la mañana siguiente, el príncipe volvió a hablar con el rey.

–Padre –le dijo–, he hablado con Dios. Tengo la solución al gran problema.

–Cuéntame, hijo.

–Verás, si los humanos ya no saben escuchar su voz interior haremos que escuchen nuestra voz exterior.

–Explícate mejor.

–Es el deseo de Dios que instruyamos a nuestros mejores soldados de paz para que puedan encarnarse en seres humanos. Dejarán entonces de ser ángeles pero conservarán escrito en sus almas su propósito vital. Haremos oleadas de envíos en un período de dos mil años terrestres y los nacimientos se producirán en países y culturas de diversa índole para llegar al mayor número de almas posibles.

–Y ese propósito en particular será…

–Aportar luz y claridad al mensaje divino de Jesús –señaló el príncipe.

–Escucha, hijo, eso está muy bien pero… todos los humanos tienen un propósito vital, todos han conocido o están por conocer ese día, persona, momento o circunstancia que active el resorte del entendimiento y la transmisión de su divina misión. Sin embargo, al estar desconectados de la Fuente, de nuestro sabio consejo, no han sabido identificar ese propósito. ¿Quién te dice que no le sucederá lo mismo a nuestros ángeles encarnados?

–Es posible, si son humanos nacerán con sus mismas limitaciones. Y también tendrán libre albedrío. Y olvidarán su pasado angelical y su misión divina. Pero lo que sí se puede hacer desde aquí arriba es crear el caldo de cultivo para que ellos, en particular, escuchen ese propósito cuando llegue el momento necesario, eligiendo un ambiente y una familia favorables en los que nacer.

–¿Eres consciente de que el éxito de esta misión no está garantizado y de que los ángeles encarnados deberán volver a pasar por el ciclo de encarnaciones terrenales necesario hasta que puedan nuevamente ascender de dimensión? ¿Y de que conocerán el hambre,
el dolor, el temor, la enfermedad, el apego, etcétera, etcétera?

–Lo sé, padre, lo sé. Pero es la voluntad de Dios y no podemos resistirnos a ella.

–Está bien, pues. Por cierto… ¿quién liderará el ejército?

–Yo.

–¿Tú?

–Padre, siempre me enseñaste que ser príncipe implica un gran privilegio y, al mismo tiempo, una gran responsabilidad. Estoy más preparado que nadie y me corresponde dar ejemplo, ya lo sabes.

–Estoy orgulloso de ti, hijo mío. Que la luz de Dios descienda sobre ti y se apiade de tu misión. Tras fundirse en un gran abrazo, padre e hijo se despidieron.

Según cuenta la leyenda, El Gran Libro del Ángelus Divinus se reescribió tras ese gran abrazo. Su página 7.000.000.000 dispone que el príncipe y jefe del ejército de paz nacerá en el seno de una familia de clase media de no se sabe qué lugar, y desde el mismo día de su nacimiento intrauterino empezarán a notarse las oleadas de Amor sobre el mundo».

La historia terrenal de ese bebé y de sus coetáneos humanos aún está por escribirse pero, con absoluta certeza, sé que tendrá un final feliz. ¿Por qué? Porque… me lo ha susurrado Dios.

*María Contreras es madre de profesión, escritora de vocación, amante de la psicología y de la espiritualidad, defensora de la «buena educación» y partidaria del amor con humor. Para llegar a todo ello ha tenido que: Licenciarse en Derecho y diplomarse en Empresariales por la Universidad Pontificia de Comillas (ICADE); cursar un Master en el Ejercicio de la Abogacía y otro de Urbanismo; colegiarse como abogada; trabajar seis intensos años en un despacho de renombre y tres más en el suyo propio. Sigo… Convertirse en madre; iniciar una oposición de la rama jurídica; escuchar a sus hijos, escucharse a sí misma; cambiar los apuntes jurídicos por cuentos absurdos, relatos, novelas y «unas cuantas» tareas domésticas; cofundar la Asociación Española para la Educación Integrativa (aún en ciernes); meditar; vivir; aceptar; estar…

Al final de cada día” es su primera novela, fruto de la quietud y la espontaneidad adquirida en estos últimos años. En la actualidad está ultimando su segunda novela, con el título aún por definir. También ha escrito unos divertidos cuentos infantiles y otros relatos absurdos, locos o espirituales. Toda su obra está disponible gratuitamente a través de su bloghttp://blogdemariacontreras.blogspot.com

http://www.elblogalternativo.com/2013/01/01/el-susurro-de-dios-relato-lleno-de-ternura-y-magia-de-maria-contreras/

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