Mujeres al pie del cañón

FUENTE: Revista MUY INTERESANTE, Noviembre 2012.
 
 
Parte I: Desde el principio de los tiempos
Tradicionalmente el arte de la guerra se ha considerado como un ámbito de exclusiva competencia masculina, tal vez debido a lapropia naturaleza de la mujer, misma que ha demostrado a lo largo del tiempo, que es más propensa a buscar consensos y evitar los enfrentamientos y conflictos. Pero, como siempre, la historia nos sorprende y nos deja en evidencia que desde el principio de los tiempos las aventuras militares no han sido ajenas a las féminas de todas las edades, lugares y condición social, ya que sea por vocación, amor patrio u otras necesidades, los casos de mujeres en los campos de batalla nos son muchos más de los que podríamos pensar, y hoy por hoy, tan comunes como ver a un hombre combatiendo fieramente al enemigo.
De mitos y realidades
Las diosas guerreras han estado siempre presente en los panteones de casi todas las culturas y civilizaciones, como Palas Atenea, de quien se dice nació de la cabeza de Zeus con la armadura puesta y dando fieros gritos de guerra, la diosa celta Brighid o Juno (Belona) para los aguerridos romanos. Pero no solo los mitos y leyendas se nutren de mujeres dadas a la defensa o invasión. Dentro de las guerreras más fieras de las que se tenga noción, uno de los pueblos que más se ha rastreado y de quienes lo poco que se sabe es de las famosas Amazonas, descritas a la perfección por el sacerdote, teólogo e historiador hispano Paulo Orosio en su obra más conocida, Historiae Adversus Paganos, mujeres de quienes, a raíz de la etimología del vocablo a-mathon (sin pecho), se decía que desde pequeñas se les realizaba la mutilación por caución de uno de sus pechos, para acomodar de mejor manera el carcaj con sus flechas. Pero la historiografía cuenta con registros de mujeres guerreras, menos efímeras que las Amazonas, como las registradas por el padre de la historia, Heródoto, quien escribió sobre Tomyris -reina de los masage-tas-, quien fue capaz de derrotar al temido ejército del rey Ciro de Persia en 530 a.C., el ejército de 180 mujeres citado en ‘El Arte de la Guerra por Sun Tzu, o Thyra de Dinamarca quien encabezó su ejército, o la princesa hindú Akkadevi (1010-1064), encargada de organizar tropas durante el asedio a la fortaleza de Gokage (1047). Y los nombres propios comienzan a llenar páginas y páginas de los anales con muieres como Artemisa de Halicarnaso que participó en la batalla de Salamina (480 a.C.) o las reinas Berenice I, Berenice II.ArsinoelIIolareinafaraónHatshepsut, quienes no dudaron en empuñar las ar-masconelfinde encabezar susbatallones. Contamos también con escritos que cuentan la hazaña de Amanirenas, una reina guerrera de Nubia, quien llevó a sus fuerzas a luchar contra los territorios romanos en África, o Boudica, reina de los Ícenos, quien lideró un enorme ejército contra los romanos en Bretaña. Estas narraciones se corroboran con importantes hallazgos arqueológicos, mismos que han rastreado restos femeninos enterrados con sus armas, en lugares tan alejados y disímiles como Kazajastán, Tabriz (Irán) o Perú, con el enterramiento de ‘La Señora de Cao’ una, sino la única, gobernante mujer del pueblo Mochica, Apesar de que en los textos y la arqueología avalan la hipótesis de que no era extraño encontrar mujeres luchando, para los historiadores la presencia de ellas en el campo de batalla es más bien una excepción.
La mujer, un soldado por excelencia
Más cercana nos resulte quizás la Francia feudal, misma que fue tierra de grandes mujeres, a quienes no les temblaba la mano al momento de empuñar una espada para defender a su país y a su religión. En los cimientos de esta sociedad encontramos la historia de Santa Genoveva, patrona de París; la leyenda segura que esta santa organizó, en el siglo V, la defensa de la ciudad contra las arremetidas de Atila y sus huestes. Y qué decir de Leonor de Aquitania, quien se trasladó a Tierra Santa junto a su esposo el rey galo Luis VI! en el año de 1145. Las Cruzadas también fueron el destino de Florina (1083-1097), hija del duque de Borgoña, para casarse en una Jerusalén ya cristiana con su prometido Sweyn de Dinarmarca.
Pero la guerrera francesa por excelencia no pertenecería a la clase acomodada, ni mucho menos a la realeza. Hacia 1425, una joven lorenence de 15 años, que se dedicaba al pastoreo, se convertiría en sinónimo de todo lo que implica ser una mujer soldado: Juana de Arco. Cuando Juana llegó al mundo en 1412, Francia e Inglaterra se encontraban en tensas relaciones a causa de las pretensiones del monarca inglés de hacerse con el trono francés. Poco después, tras la batalla de Agincourt en 1415, Francia se dividió en la obediencia a dos monarcas: Carlos V!I en los territorios al sur del Loira y Enrique VI, rey de Inglaterra, en los situados al norte de este río. La hasta entonces “tensa calma” se alteró en 1428, cuando la adolescente Juana aseguró que unas misteriosas voces la exhortaban a tomar el mando de las tropas francesas, coronar como rey al Delfín de Francia en Reims y expulsar a los ingleses del país. Por ser mujer y pobre, nadie le creyó. Sin embargo, la joven, segura de la misión que Dios le había encomendado, viajó hasta la Lorena francesa con la intención de entrevistarse con el futuro Carlos VII e incorporarse a su ejército.
Convencido de que Juana era la elegida y la esperada Virgen de Lorena -predestinada a salvar a Francia de su desgracia-, el entonces pretendiente a la corona puso un ejército a su disposición. Al frente del mismo, el 25 de febrero de 1429 Juana partió en busca de los enemigos de los galos, que impedían que el legítimo rey de Francia, ungido por Dios, subiera el trono. Tres meses después, los ingleses fueron derrotados.
Pero esta no sería su única victoria, ya que a esta le siguió una triunfal campaña que tuvo como resultado la solemne coronación en Reims del Delfín de Francia como Carlos VII, el 17 de julio de 1429. Tras haber logrado la misión encomendada por Dios, Juana pidió al rey permiso para regresar a su pueblo natal, pero le fue denegado. Al poco tiempo, y tras fracasar estrepitosamente en el asedio a París, la doncella de Orleans fue apresada por los borgoñeses (24 de mayo de 1430). Siendo estos partidarios de los ingleses Juana fue entregada en manos de los británicos. En Rúan, un tribunal inquisitorial la acusó de herejía por usar ropas masculinas, y de bruja, por decir que Dios le hablaba. El 30 de mayo de 1431, Juana de Arco fue quemada en la hoguera en la plaza del viejo mercado de Rúan. Gracias a su valor y a sus convicciones religiosas, desde ese mismo día la joven se transformó es un símbolo de la nación que defendió hasta el último día de su vida.
Otro símbolo patrio encarnado pro una mujer provino de noble cuna. Isabel I de Inglaterra (1533-1603) tampoco tuvo problema alguno en vestir ropas de hombre para, en más de una ocasión, ponerse a la cabeza de sus tropas: en esta oportunidad, los propios luteranos que acusaron a Juana de hereje, alabaron a su reina, quien era Gobernador Supremo de la Iglesia de Inglaterra.
Los casos de Juana de Arco e Isabel I de Inglaterra no fueron los únicos en la historia que recurrieron al cambio de ropa para combatir. Camuflar la identidad fue, en muchas ocasiones, la única forma de que ellas cumplieran su vocación.
Cambiando el hábito por el uniforme
Uno de los tantos casos que relata la historia fue el de la “dama de Arintero”, quien bajo el nombre de el “caballero Oliveros” militó en las guerras civiles castellanas. Tenemos además a Phoebe Hessel, quien peleó en la batalla de Fontenoy (1745) y que a primera y segunda vista se veía igual a un hombre.
Pero uno de los casos más conocidos dentro y fuera de Chile fue el de Catalina de Erau-so (1592-1635), mujer que pasó a la historia como “La Monja Alférez”.
La historia de esta mujer soldado comenzó con un acto muy común en su época: ya que no se había casado, sus padres la obligaron a entrar a un convento, del cual escapó. Logró conseguir ropas de hombre y vestida como tal se alistó en las tropas que tenían como destino el Nuevo Mundo. Siempre bajo la identidad masculina llegó a combatir con fiereza en la frontera de Arauco e incluso enamoró a varias señoritas de buena familia, quedando comprometida más de una vez. En Catalina encontramos un elemento dife-renciador de las “Damas de Hierro” anteriormente mencionadas, ya que la Monja Alférez no solo se veía, sino que se comportaba como un hombre de tomo y lomo: caminaba como tal, cortejaba damiselas, tomaba y se peleaba como un verdadero soldado de la época.
La suerte de Erauso cambió cuando, tras ser herida en batalla, fue descubierta su verdadera identidad, por lo que fue devuelta a España. Años después, y por los servicios prestados a la corona, la originaria de ; San Sebastián Guipúzcoa, regresó a América donde vivió sus últimos días en México bajo el nombre falso de Antonio de Erauso.
Un final trágico fue el ocurrido a Charles Garain, quien fuera miembro del regimiento de soldados suizos que participaron en el asalto al menorquín castillo de San Felipe en 1782. El militar cayó malherido en la batalla y falleció a consecuencia de las heridas que recibió. La sorpresa mayor se la llevaron los monjes encargados de amortajar el cuerpo al descubrir que se trataba de una mujer y, según se señala en el acta de su defunción del soldado, esta mujer era virgo intacta. A diferencia de lo que ocurrió con Juana de Arco, Garain tuvo la suerte de recibir honores de héroe, y sus restos descansan en la Iglesia Nuestra Señora del Carmen de Mahón, en Menorca España.
La historia se asombra no solo del arrojo de las francesas, ya que las ibéricas no se quedaron atrás al momento de defender su territorio. El 4 de mayo de 1598 María Mayor Fernández de Cámara y Pita (1565-1643) fue la encargada de detener, en la Coruña, el avance de las sanguinarias tropas británicas encabezadas por Sir Francis Drake
Más conocida como “María Pita”, los documentos de la época la señalan como carnicera, siendo los instrumentos propios de su trabajo, los que la acompañaron al momento de enfrentarse a los ingleses tras el grito de “¡Quien tenga honra, que me siga!”. A este llamado lleno de orgullo patrio respondieron varias mujeres, como Inés de Ben, quien resultó herida en la contienda. Gracias a ellas, las tropas inglesas de 12.000 soldado debieron replegarse.
María Pita volvió a su vida normal tras lograr la paz para su pueblo. Años después, cuando enviudó de su cuarto marido, el rey Felipe II le concedió una pensión de gracia, equivalente al sueldo de un alférez -más de cinco mil escudos mensuales-, en agradecimiento por su arrojo y por los servicios que prestó a la corona.
Parte II: Todo por la independencia y la libertad
Con el paso de los siglos, el rol de la mujer en los ejércitos fue adquiriendo mayor presencia, y no solo en el ámbito de la asistencia y la enfermería. En febrero de 1810, La Gazeta de Madrid se preguntaba por qué el interés mostrado por las mujeres en defender a España de los invasores era mucho mayor al de los hombres. La verdad es que desde los albores de las guerras independentistas, las mujeres no dudaron un solo momento en tomar las armas. Con la ausencia de hombres, las mujeres se vieron en la obligación de proteger sus pueblos y familias.
Ellas contra Napoleón
Entre las españolas que repelían la amenaza de Napoleón Bonaparte, se distinguió Agustina Zaragoza Doménech, “Agustina de Aragón”, una chica proveniente de Barcelona, quien con solo 22 años llegó a Zaragoza siguiendo el rastro de su marido Juan Roca, viendo avanzar a las tropas
imperiales por la zona de Portillo, Agustina ocupó el lugar de un artillero muerto, encendió la mecha de uno de los cañones y obligó a que el enemigo se retirara.
Agustina de Aragón participó luego como miembro de las guerrillas, mereciendo el reconocimiento de los altos mandos del ejército de la corona española, por lo que se le otorgó el grado de Alférez junto con una pensión vitalicia: incluso recibió un homenaje del propio general Wellington. Pero esta valerosa mujer no estuvo sola en su lucha por la libertad de Fernando VII. La acompañaron aristócratas, religiosas y amas de casa. Entre ellas encontramos los nombres de María Lostal, Manuela Sancho, la condesa de Bureta, Josefa Amar, la Madre Ráfols, Maria Agustín, entre tantas otras valientes, quienes siguieron su ejemplo.
Ante tanto fervor patriótico, el ejemplo más claro de la importancia que habían adquirido las mujeres en el campo de batalla se dio con la creación de la Compañía de Señoras Soldado de Santa Bárbara, un batallón exclusivamente femenino creado en Girona en junio de 1809, fecha en la que la ciudad del Oñar, se vio nuevamente sometida a sitio, dejando en manos de los ciudadanos la responsabilidad de defenderla, organizándose en diversas unidades y, entre ellas, un batallón formado solo por mujeres: la Compañía de Santa Bárbara.
Quienes gestaron estos batallones fueron mujeres ligadas a la vida militar por familia o matrimonio, y el General Álvarez de Castro, que estaba al frente de los defensores del reino, quien aceptó la propuesta, una que hace doscientos años fue toda una innovación y un gran paso en la inserción de la mujer en competencias que les habían estado vetadas hasta ese momento. Claramente no fue un paso por el reconocimiento de sus derechos, ya que eso llegó un siglo y medio después.
Por nuestra independencia
Desde España llegaron las ideas independentistas a nuestro territorio tras la creación de la Logia Lautarina, e inmediatamente algunas mujeres se sintieron parte de la causa. En los albores de la independencia ellas solo tenían dos caminos: casarse o encerrarse en un convento, y gracias a la agitación política llegada al continente, las féminas se vieron por primera vez como sujetos activos en el ámbito público.
Ciertamente el contexto de la guerra tomó provecho del ímpetu que muchas mujeres mostraron en defender los idearios libertadores, ya que tras la conquista de la independencia de España, la mujer regresó al ámbito que le correspondía, lo privado. En un primer momento, su rol se vio limitado a acciones de corte más bien político-social, organizando reuniones secretar en sus casas. Algunas de ellas, valiéndose de la atábica supuesta debilidad de género, fueron espías, levantando eficientes redes de correos humanos con valiosa información.
Las mujeres fueron las encargadas de organizar protestas y ejercer persuasión en las tropas realistas. También donaron sus joyas a la causa, proporcionaron escondite a los fugitivos, repararon armas, escondieron pertrechos, y caminaron junto a sus ejércitos, transformándose en las conocidas “rabonas” (mujeres que seguían a sus esposos, y al caminar al final del destacamento, se les denominó así; en Chile este rol lo cumplieron nuestras entrañables cantineras, encargadas del rancho de los soldados). Estas valerosas mujeres guerreras se vistieron de hombre para ser aceptadas en las huestes.
En nuestro país Paula Jaraquemada Alquí-zar (1768-1851) tuvo un rol activo en la lucha por nuestras emancipación. Tras la derrota de Cancha Rayada, Doña Paula puso a disposición de San Martín caballos, peones y su hacienda de Paine, la que se transformó en hospital para soldados. Esta patriota mujer se enfrentó estoicamente a los realistas al negarles las llaves de sus bodegas, para salvaguardar a un grupo de revolucionarios escondidos.
Otra de las figuras a destacar en nuestra gesta independentista fue doña Francisca Javiera Carrera y Verdugo, hermana de nuestro Padre de la Patria, quien fuera el motor político de su familia, y quien desde el anonimato fue la mejor amiga y consejera de Los Carrera en asuntos políticos, siendo la gestora de nuestra primera bandera nacional, conocida como de la Patria Vieja.
Javiera Carrera llevó importante información, movilizó a grupos de mujeres encargadas de confeccionar vendajes para los heridos, así como enfermeras capaces de asistirlos tras el combate. Lamentablemente, la muerte de sus hermanos la alejó de la vida pública.
Pero si bien en Chile las mujeres que tomaron las armas fueron muy pocas, no pasó lo mismo en el resto del continente, donde tenemos ejemplos de gran valor, como los de Juana Azurduy (1780-1862) quien combatió aún estando embarazada, o la ecuatoriana Manuela Sáenz, mujer de Simón Bolívar, quien vestida como un militar, luchó en varios combates; al salvar la vida de Bolívar, Manuela fue llamada “la libertadora del libertador”. En este recuento no podemos dejar fuera a Micaela Bastidas en Perú, esposa del inca Túpac Amaru, quien codirigió el movimiento de independencia conocido como la rebelión de Túpac Amaru. Esta mujer fue estratega y guerrera, y a causa de su activo apoyo a la causa, fue ahorcada en 1781 junto a su marido, y a la casi desconocida capitana de un batallón femenino, Tomasa Condemayta.
Guerras Mundiales
Ya en el siglo XX, la sucesión de guerras locales y las dos Guerras Mundiales vieron aparecer a la mujer como parte activa de dichos conflictos, a lo que sin duda ayudó la “necesidad” de mano de obra en las ciudades, lo que las llevó de lleno a incorporarse al mundo del trabajo, y también a los ejércitos, aunque solo fuera en servicios auxiliares.
Naturalmente hubo excepciones, como la de Dorothy Lorenz, quien en 1914 debió trasvestir-se para ser miembro de las tropas británicas, o el de Olga Krasilnikov (1915), cuyo heroísmo fue recompensado con la cruz de San Jorge. Otro de los ejemplos destacados fue el de Ecaterina Teodoriu, quien abandonó su puesto de enfermera para ser parte del Cuerpo de Reconocimiento, donde tuvo a su mando un pelotón de 25 hombres.
Se calcula que en la II Guerra Mundial cerca de 400.000 mujeres sirvieron en las FF.AA. estadounidenses, por lo que en 1948, el Senado de ese país reconoció su incorporación a las fuerzas armadas. Pero no olvidemos a tantas otras mujeres que ayudaron valerosamente en la retaguardia dentro de la Resistencia francesa, italiana o polaca, así como en el S.O.E. (Special Operations Executive) británico, ni tampoco a las mujeres que lucharon durante la Guerra Civil Española.
Parte III: La lucha por la igualdad
El 7 de enero de 2002, Michelle Bachelet asumió como ministra de Defensa Nacional, siendo la primera en ocupar esa cartera no solo en Chile, sino en Latinoamérica. Este hecho, sumado a su historia ligada a la Fuerza Aérea por su padre, además de sus vistosas apariciones aperada con los clásicos uniformes camuflados que usan los militares y su imagen arriba de un tanque durante las inundaciones de 2002, llamaron la atención por lo poco común que era ver a una mujer en labores que desde siempre se han asociado, en todo el mundo, a los hombres.
Pero lo de Michelle Bachelet fue más llamativo que peculiar, porque lo cierto es que las mujeres desde hace muchos años que son parte activa de la mayoría de las Fuerzas Armadas en el mundo y su participación, si bien en un principio fue más de labores de oficina y de enfermería, hoy está incorporada en todos los frentes, literalmente.
Los comienzos formales se relacionan con los servicios de enfermería y el primer cuerpo de este tipo se fundó en el Reino Unido en 1881, a propósito de la Primera Guerra de los Boers. Luego, en 1885, se creó un ente similar en Canadá (Rebelión Noroeste); siguió Australia en 1898 (Guerra Sudafricana) y Estados Unidos, en 1901, por la Guerra Hispanoamericana.
Fue durante la Primera Guerra Mundial (1914-1918) donde además de las tareas de primeros auxilios, las mujeres se desempeñaron bajo el mando militar con ocupaciones como el ensamblaje de armas, empaquetamiento de municiones peligrosas (balas, bombas y proyectiles) y manejaron camiones.
En el frente
En el centro de Londres, específicamente en Whitehall, desde 2005 existe “The women of World War II”, un monumento que homenajea a las mujeres de la Segunda Guerra Mundial. La obra, de John W. Mills, tiene 17 prendas de ropa y uniformes en ambos lados, que simbolizan los trabajos que ahí realizaron. Y es que en esa oportunidad sus tareas no solo se remitieron al área de la salud o lejos del frente de batalla, sino que salieron a combatir, si bien no a la par, en oficios que hasta entonces eran privativas de los hombres. Fueron muchas las que atendieron el llamado del ejército estadounidense y se alistaron en sus filas. Se creó el Cuerpo del Ejército de Mujeres (W.A.C.) que les ofrecía la oportunidad de desarrollar sus habilidades, además de los primeros auxilios. Fueron cerca de 150 mil mujeres las que se inscribieron en la entidad. Pilotos de avión (principalmente en Rusia y Alemania), espías y agentes, entre otras labores netamente militares cumplieron valientes mujeres que comprometidas con sus países, se aventuraron en la guerra. Sin embargo, una vez finalizada, a partir de 1945, la rutina volvió lentamente a la vida de todos y las mujeres, en ese sentido, vivieron una especie de retroceso, pues los hombres volvieron a tomar sus puestos, en la casa y en la milicia.
Actualmente ver mujeres en conflictos bélicos ya no llama tanto la atención. La mayoría de los países cuenta con dotación femenina en sus filas. Por eso no fue motivo de extrañeza que durante la Guerra del Golfo Pérsico -que se caracterizó por la rudeza del ejército estadounidense- fueran mujeres las que aparecían en las fotos que a diario nos llegaban por parte de las agencias que cubrían el conflicto, desempeñándose en las más diversas tareas.
Al 2011, las mujeres constituyen el 15% de las fuerzas armadas combinadas en Estados Unidos y de las fuerzas desplegadas en Irak y Afganistán, el 11% son mujeres.
En Chile
El espíritu combativo de las mujeres en nuestro país es inngegable y se remonta a mucho antes de que Chile fuera lo que es hoy. Y qué mejor ejemplo que la Guerra de Arauco (1536-1882), donde las indígenas lucharon a la par con los hombres mostrando arrojo y orgullo.
Luego, durante la Guerra del Pacífico (1879-1884), en un tono más silencioso, pero no por eso menos importante, las mujeres tuvieron una participación destacada. No fueron muchas, pero marcaron presencia en las trincheras, en labores de enfermería y otras tareas de tipo humanitario. Fue ahí donde apareció la figura de la “cantinera”, mujeres oficialmente autorizadas por el Gobierno de Chile para acompañar al ejército.
Irene Morales es una calle muy transitada del centro de la capital, pero ¿sabemos quién fue? Se trata de la más conocida cantinera de la Guerra del Pacífico y según la leyenda, fue la primera mujer-soldado en entrar a Tacna gritando ¡Viva Chile! Filomena Valenzuela provenía de una familia acomodada y estaba casada con el director de la banda del batallón Atacama, asi que fue ahí donde se alistó como cantinera. Fue de las primeras en desembarcar en Pisagua y su heroísmo se hizo notar en la cuesta de Los Ángeles, lo que le valió su ascenso a subteniente, proclamado por el general Baquedano. Se le conoció como la “Madrecita” porque aparte de su reconocida bravura, se preocupó del bienestar de los soldados.
Otras valientes fueron María Quiteria Ramírez, que participó en la Batalla de Tarapacá, y Carmen Vilches. Las costureras Leonor Solar y Rosa Ramírez, Dolores Rodríguez, Mercedes Debia y Juana López.
Las Fuerzas Armadas hoy
En Chile las FF.AA. están compuestas por el Ejército, la Armada y la Aviación. Carabineros es una fuerza de orden. Paradójicamente fue la primera en aceptar mujeres en sus filas.
Por contraparte y después de 188 años de historia, en diciembre de 2010, se graduaron las primeras 28 oficiales femeninas de la Armada, las primeras también en navegar en el crucero de instrucción, la Esmeralda.
En 1974 se implemento en el Ejército de Chile el Servicio Militar Femenino y comenzó así una nueva era en la institución. Hoy tiene una dotación de 438 oficiales, un cuadro permanente en la Escuela de Suboficiales de 1.171 efectivos, una tropa profesional de soldados con 265 mujeres y 786 conscriptos, llegando a un total de 2.660 integrantes femeninos. Hasta 2002, las oficiales solo podían aspirar al cargo de coronel, pero con Juan Emilio Cheyre como comandandante en jefe de la institución castrense, se determinó que las mujeres podían llegar a ser generales. Según lo explicó el actual Comandante en Jefe, el general Juan Miguel Fuente-Alba, la posibilidad de la primera general podría darse en 2034, de acuerdo a la carrera militar.
Antes de 2002, al igual que en las otras ramas de las Fuerzas Armadas, las mujeres se desempeñaban en áreas de telecomunicaciones, ayudantías, como secretarias, personal de salud, asistencia social y otras afines.
En este sentido, la Fuerza Aérea fue pionera, pues de labores netamente administrativas, las mujeres se incorporaron rápidamente a las diferentes especialidades de la institución. El 2001 se les abre la posibilidad de llegar a pilotar aviones de guerra y aspirar a cargos más altos. Es así como el 2009 egresó el primer batallón de la Escuela de Especialidades con 63 suboficiales. El 5 de abril de 2006 la subteniente Ka-rina Miranda se convirtió en la primera mujer piloto de combate de la FACH, pilotando un Halcón A-36. Durante el vuelo bombardeó blancos y se defendió de los aviones interceptores que la atacaron. Al descender, la subteniente recibió la piocha roja, graduándose con el resto de sus compañeros -hombres-, haciendo historia para todas las mujeres chilenas.

 http://ccoo-chilecomparte.blogspot.com.es/2013/01/mujeres-al-pie-del-canon.html

Deja un comentario

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.