Guía espiritual para tiempos desesperados por BillQuick

Estimados lectores de maestroviejo:

Sri Nisargadatta Maharaj  http://www.yogaenzaragoza.com/?id=1

Hoy se publica un nuevo capítulo del libro 

“Guía espiritual para tiempos desesperados”

Recuerdo el enlace del primer capítulo ,  la descripción de su autor y como se había elegido este blog para dar a conocer su obra.

http://maestroviejo.wordpress.com/2013/01/09/guia-espiritual-para-tiempos-desesperados-por-billquick/

 

Tengo que decir, que he seleccionado este capítulo porque explica muy bien, por qué el mundo material nunca consigue satisfacernos.

Es algo que ha estado presente en las conversaciones de los lectores, en diferentes temas.

Cuando conseguimos un logro, nos sentimos muy bien, pero luego, este va desapareciendo y nos vuelve la sensación de que es preciso volver a empezar, a lo mejor no por el logro, sino para volver a tener ese bienestar.

Es el mito de  Sisifo, el apego a lo material hace que su castigo sea eterno.

Sin embargo, “ese lado izquierdo” del que nos hablaba BillQuick en el primer capítulo, nos proporciona  justo lo contrario, una satisfacción permanente, por encima del tiempo y del espacio, por encima de lo material.

El Ámbito de lo Sagrado

El Ámbito Sagrado de la Existencia no es otra cosa que un sentido de admiración, reverencia, asombro, arrobamiento, deleite, que brota en el corazón cuando se percibe la Presencia Divina. Una Felicidad burbujeante y siempre nueva que convierte todo, así sea feo o desagradable, en interesante y hermoso, significativo y auspicioso.

Es algo así como estar enamorado. ¿Se ha dado cuenta el lector/a de que, cuando nos enamoramos, los defectos del ser amado se disipan como por arte de magia?  No es que la persona se libere verdaderamente de sus defectos. Lo que en realidad ocurre es que nosotros entramos en tal estado de exaltación y deleite que dejamos de percibirlos como tales. No nos enfocamos en ellos sino que, más bien, parece que los trascendemos; percibimos algo en la persona que está más allá de sus defectos. Algo más profundo, más real, más esencial.

Cuando uno se enamora; se abre, se relaja. Aunque sea parcialmente, se despoja de la armadura de la auto-defensa y se vuelve más generoso, comprensivo, confiado y vulnerable. El foco de la atención se desplaza de los aspectos negativos a los positivos y el corazón se desborda, se expande  y,  se  llena de felicidad.

Pero este estado de felicidad no dura. Y no dura, en primer lugar, porque todo lo que ocurre en el tiempo tiene, necesariamente, fecha de caducidad, un lapso de vida limitado.  Pero hay otras razones: Si bien querer a alguien es un movimiento expansivo que nos lleva a considerar el bienestar del otro, es a la vez un movimiento de conquista que nos induce a apropiarnos de algo ajeno para anexarlo a nuestra individualidad.

Nos sentimos vacíos y, creemos que, si engrandecemos nuestra individualidad mediante la incorporación de “otros”, nos sentiremos mejor. Esto nos revela que lo que llamamos “amor” está teñido de posesividad  y  depende del logro de nuestros objetivos. Si todo va bien, somos “felices”, si no, somos “in-felices”.

La Felicidad real va mucho más lejos, porque no depende de los logros ni de las circunstancias, no es una adquisición y, no está sujeta al tiempo. La Felicidad real, o Ámbito Sagrado, es una frecuencia  infinitamente dichosa  siempre  disponible, obstruida innecesariamente por la convicción de ser un cuerpo/mente limitado en  tiempo y  espacio.

Esta convicción es como un prejuicio que nos impide amar a una persona o, como una nube que se interpone entre el sol y la tierra, impidiendo que los rayos del sol lleguen a su destino. Una vez que la nube desaparece, el sol no tiene obstáculo y, sus rayos llegan a todas partes. De la misma manera, cuando la identificación con el cuerpo/mente desaparece, ya no hay obstáculo que impida la fluidez y plenitud del Ámbito Sagrado de la Existencia.

Para descubrir el Ámbito Sagrado hay que desviar la mirada del mundo material y prestar atención, en primer lugar, a lo que hemos llamado el lado izquierdo del sendero; de la misma manera que el enamorado olvida los defectos de su amada para deleitarse en su compañía. El Ámbito Sagrado es descubrir  en uno mismo y, ver reflejada en los demás, esa chispa divina cuyo encanto es irresistible más allá de toda medida. Es enamorarse perdidamente de Dios; embriagarse con su presencia, ser capaz de detectarlo en todas las cosas, así vaya disfrazado de mendigo, de lluvia, de perro, de flores, de fealdad, de belleza, de muerte, no importa qué.

Hay unas estatuas de Buda que le muestran riendo a mandíbula batiente. Se supone que representan el momento de la Iluminación, cuando se da cuenta de que Dios no está en algún lugar distante, sino más cercano que el propio cuerpo. Que todo es Dios, que él mismo es Dios, que sólo existe Dios, escondiéndose detrás de millones de máscaras, jugando al escondite con cada uno de nosotros. Que la pesada carga de sufrimiento que creía llevar a sus espaldas ¡era ficticia!  Que el mundo no es más que maya, la ilusión del espacio/tiempo. La gran broma cósmica. Por eso ríe y ríe y ríe…

Nuestra atención está enfocada en el lado derecho del sendero. Estamos encerrados en nosotros mismos, a la defensiva, pendientes de los defectos de los demás, criticando, quejándonos, preocupándonos, buscando placer, huyendo del dolor, etc. Y por eso no sentimos a Dios. No tenemos tiempo para mirar del lado izquierdo.

El Ámbito Sagrado es Amor sin límites, Belleza Indescriptible, Maravilla Infinita. Está en nosotros y en cada manifestación, visible ó invisible. El Ámbito Sagrado vibra, canta dentro y fuera de cada uno; sin importar si uno es “bueno” o “malo”. No es algo lejano. Es inmediato. Está disponible aquí en este mismo instante.

El único requisito para descubrirlo es dejar de ser un obstáculo. Abandonar la falsa idea de ser una “persona”. Superar la adicción  a los estímulos del lado derecho y, enfocarnos, en primer lugar, en la tranquilidad del lado izquierdo del sendero. El lado izquierdo es como un río que recorre miles de kilómetros para finalmente desembocar en el océano. Y ese océano no es otra cosa que el Ámbito Sagrado de la Existencia.

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