TOKIO, ene (IPS) – A pesar de leyes progresistas y un sostenido aumento de la cantidad de empleadas mujeres, Japón está rezagado en materia de equidad de género. Hay una discriminación generalizada que se ha vuelto más sutil en los últimos años.
Japón es uno de los países más industrializados del mundo, pero siempre se mantuvo apegado a sus tradiciones. Asimismo, los papeles tradicionales de género también han sido una fuente de inequidad en la tercera economía del mundo.
Según el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo, Japón es el país rico más desigual del mundo en este aspecto y, además tiende a ampliarse. En octubre, el informe anual del Foro Económico Mundial sobre brecha de género bajó de categoría a este país del lugar 99 al 101, junto con Tayikistán y Gambia, en términos de equidad política y social.
A la profesora de sociología Yuko Ogasawara, de la Universidad de Nihon, en Tokio, no le sorprende la degradación. “En este país sigue siendo imposible combinar trabajo y familia”, dijo a IPS.
“Esa es la principal razón de la desigualdad. Se espera que hombres y mujeres trabajen hasta las 10 de la noche todos los días. Si quieres formar una familia, obviamente eso es un obstáculo”, explicó.
Hace 15 años, Ogasawara publicó “Mujeres de oficina y hombres asalariados”, en el que describe el típico uso del espacio de una oficina en Japón, donde las mujeres deben realizar tareas administrativas y servir té, mientras los hombres trepan en la escala jerárquica.
“Cambió mucho desde entonces”, dijo a IPS. “Hay más mujeres en cargos ejecutivos y tienen más oportunidades. Pero hay un problema que persiste: 70 por ciento de ellas dejan de trabajar después de tener a su primer hijo”, indicó Ogasawara.
“Después de criar a sus hijos es muy difícil para las mujeres volver” a trabajar, señaló Kathy Matsui, economista de uno de los mayores bancos de Japón que estudia el empleo femenino en este país desde 1999.
“A menudo, el problema está dentro de las organizaciones y sus sistemas de evaluación”, dijo a IPS. “La mayoría de los departamentos de recursos humanos rechazan a las mujeres cuando hay un vacío de 10 años en su currículum. Para ellos significa que se olvidaron de todo lo que aprendieron y por lo tanto no son aptas para ser contratadas. Es una discriminación sutil”, explicó.
“Las mujeres que quieren recuperar sus carreras solo consiguen trabajos a tiempo parcial por un salario bajo”, añadió Ogasawara. “Están muy mal remunerados en comparación con los trabajadores de tiempo completo, así que muchas compañías quieren mantener el sistema tal y como está, pues provee de mano de obra barata”, subrayó.
La discriminación está profundamente enraizada en las instituciones.
“Japón tiene muchas leyes contra la discriminación de género”, observó Yoshiyuki Takeuchi, profesora de economía de la Universidad de Osaka. “Pero el sistema impositivo, el de pensiones, la seguridad social y el seguro de salud están basados sobre un modelo de familia de cuatro integrantes, con un padre que trabaja y una madre que se ocupa de las tareas domésticas”, remarcó.
En este país, “las empresas pagan salarios más altos a los hombres con esposas que no trabajan. Las mujeres que retoman un empleo a tiempo parcial tienen bajos ingresos. Estas son normas y leyes creadas en los años 70 en función de la realidad económica de entonces, y no han cambiado mucho. Actualmente impiden que las mujeres vuelvan a trabajar”, añadió.
Pero la realidad económica japonesa cambia muy rápido. Este país está muy comprometido por el estancamiento económico que comenzó hace 20 años.
La población envejece con rapidez, la tasa de natalidad disminuye, y los pronósticos indican que la población disminuirá 30 por ciento para 2055.
“La población disminuye y Japón no está muy abierto a la inmigración”, observó Matsui.
“No queda otra solución que aprovechar más la población existente. Las mujeres constituyen 50 por ciento de los habitantes del país, tienen un gran nivel educativo, pero dejan de trabajar al llegar a determinada edad”, apuntó.
“No hay más opción que tomar medidas para que las mujeres sigan trabajando. No es una perspectiva feminista, sino un análisis objetivo de una economista”, subrayó.
Pero la sociedad japonesa no parece muy dispuesta a aceptar esa idea. Una encuesta del gobierno realizada en diciembre reveló que 51 por ciento de las personas entrevistadas piensan que las mujeres deben quedarse en la casa y cuidar a la familia mientras sus maridos trabajan.
Esa cantidad es 10,3 por ciento más que la que dio una respuesta similar en un estudio similar realizado en 2009. El aumento fue especialmente destacado en la categoría de 20 a 30 años.
“La actual generación joven sabe cómo es crecer con una madre que trabaja”, explicó Suzanne Akieda, arqueóloga belga que vive y trabaja en Japón desde hace 40 años.
“Antes, muchas mujeres trataron de hacer a un lado sus vidas personales para seguir una carrera. Ahora, muchas comenzaron a reconsiderar si aquello fue correcto. Esa es la reacción”, añadió.