El siglo XXI será un siglo de alianzas de países, consideran algunos expertos. Ya para finales de este decenio en el Extremo Oriente puede formarse una confederación con China a la cabeza.
La UE de una “asociación interestatal” se transformará en una poderosa federación con una población de medio millardo de almas. ¿Será así en realidad y qué respuesta puede dar a ello Rusia?
El futuro mundo será un mundo de grandes sujetos económicos, aseveran ciertos politólogos. Los pequeños países no están en condiciones de hacer frente a gigantes como EEUU y China.
EEUU y China están preocupados por la creación de sus bloques. Como un prototipo de la “unión americana” puede ser considerado el Tratado Norteamericano de Libre Comercio (NAFTA). El Extremo Oriente quiere asegurarse contra las consecuencias de la crisis por medio de la unión de países de la ASEAN y China. Entre ellos existe ya un acuerdo comercial. Andrei Ostrovski, vicedirector del Instituto de Estudios sobre el Extremo Oriente, nos depara algunos detalles sobre las alianzas:
—Se pretende, en primer lugar, asegurarse contra la situación de crisis en el mundo. Me refiero ante todo a la UE y a EEUU, cuya deuda pública es igual al PIB. En la zona euro la situación empeora, el ritmo de crecimiento del PIB en la UE y en EEUU es inferior al 2 %. Al propio tiempo, el Oriente se desarrolla a ritmos más rápidos. En estas circunstancias es lógico el intento de abandonar a socios que avanzan a una velocidad menor.
En tal situación Rusia no tiene prácticamente alternativa a la formación de su propio bloque. Por ejemplo, la Unión Eurásiatica, supone el politólogo Pavel Sviatenkov, señalando que el principal criterio del éxito de todo el proyecto será la unión de Ucrania a la misma:
—Ucrania es un país importante, tiene cuarenta y cinco millones de habitantes. Muchas cosas dependen no solo de la economía sino asimismo del número de habitantes. Cuanto mayor sea la población, tanto mayor es el mercado potencial. La alianza de Rusia con Kazajistán y Bielorrusia, suma ciento cincuenta millones de almas. Junto con Ucrania tendrían casi doscientos millones. Se comprende que tal asociación será un factor de peso. A pesar de nuestras maniobras en torno a los países de Asia Central, el principal premio no son ellos sino Ucrania.
Empero, a muchos políticos ucranianos (y bielorrusos) que miran a Europa Oriental, les amedrenta la segunda parte de la palabra “euroasiático”.
Por lo demás, todos los que quieren unirse, tienen problemas. Gran Bretaña a menudo pone chinas a los procesos de integración de la UE. Las conversaciones en el Extremo Oriente son frenadas por roces políticos y económicos entre los socios fundamentales.
Las actuales estructuras supranacionales viven una crisis y por eso no están en grado de resolver los problemas que se plantean ante algunos estados. El futuro no pertenecerá a las alianzas sino a algunos estados, asevera Borís Kagarlitski, director del Instituto de Globalización y Movimientos Sociales:
—Antes de que surjan nuevas formaciones, se registrarán graves conmociones en los estados clave. Del desenlace de estas conmociones dependerá cómo se formen nuevas uniones interestatales y si se formen o no. Creo que ahora llega la era de estados nacionales. Y pienso que la propia configuración de estados nacionales y sus relaciones cambien de raíz.
El experto está convencido de que en la nueva historia tal cosa se ha observado reiteradas veces. En el siglo XVII el sistema global, creado por el capital financiero-mercantil, se desintegró en economías industriales nacionales. Hoy vivimos justamente una crisis del sistema financiero mundial., de modo que la historia tiene una posibilidad de repetirse.
vs/as