¿Cuánto dolor puede soportar una sociedad?, se pregunta.
Después de años de crisis, los líderes de la Eurozona han iniciado 2013 con un renovado optimismo. “Podemos decir que la amenaza contra el euro ha sido superada”, proclamó el presidente de la Comisión Europea, José Manuel Durao Barroso. “La crisis del euro ya ha quedado atrás”, sostuvo el presidente francés, François Hollande, justo antes de Navidad.
“La fase más aguda de la crisis parece haber terminado”, insistió el primer ministro italiano, Mario Monti. ¿Significa eso que ya ha pasado lo peor?.
En esencia, y para ser justos, hay datos que invitan a ser optimistas, opina Matthew Lynn en su columna de Marketwatch. El rendimiento de los bonos se ha estabilizado y en Italia y España han caído significativamente desde los máximos del verano pasado. Las bolsas están subiendo y el euro está imparable.
Hace mucho tiempo que una cumbre no termina a las tantas de la madrugada y que no se ven fotos de Christine Lagarde (FMI) y la canciller Ángela Merkel preocupadas.
Pero hay un inconveniente, alerta. En realidad, la verdadera crisis de la Eurozona apenas está empezando. Tomó forma en un principio de crisis financiera. La segunda fase, sin embargo, será de una crisis económica y social, mucho más difícil de resolver, opina Lynn.
Cuando estalló la crisis del euro, primero en Grecia y después en Irlanda y Portugal, se produjo esencialmente un colapso de la confianza en los mercados. Los gobiernos de los países periféricos descubrieron que ya no podrían pedir prestado salvo a tasas prohibitivas. Los bancos no prestaban dinero ni siquiera entre ellos y muchas entidades llegaron al colapso y tuvieron que ser rescatadas.
“Pero una crisis financiera y bancaria es relativamente fácil de solucionar. Todo lo que tienes que hacer es imprimir un poco de dinero. Lo aprendimos en 2008 y 2009″, señala Lynn.
¿Problema resuelto?
Mucho ha cambiado la situación para países como España o Italia, tras el mensaje del BCE del pasado septiembre, cuando insistió en que estaba dispuesto a hacer lo que fuera por salvar el euro y anunció un plan de compra de deuda en caso de que un gobierno lo solicitara. El bono italiano a diez años ha bajado del 6% al 4,1%, el español está lejos del máximo del 7,5% que tocó el pasado verano…
¿Significa esto que el problema está resuelto? Lamentablemente no, comenta Lynn. Todavía quedan grandes problemas por resolver. Los países periféricos siempre han sido poco competitivos frente a sus vecinos del norte de Europa.Además de eso, muchos países han tenido que acometer fuertes recortes en el gasto público como parte de los paquetes de austeridad exigidos.
Y, para empeorar las cosas, el capital sigue siendo mucho más caro para las empresas de los países periféricos que para las alemanas, por ejemplo. Eso hace que sea mucho más caro para ellas invertir.
El resultado de todo ello ha sido una profunda y rápida recesión. El BCE anticipa una contracción del 0,3% en 2013 en la Eurozona, pero cada país sufrirá su propia contracción. El desempleo y la pobreza están en alza, señala.
El paro en España es del 26% y en Grecia, del 26,8%. Las empresas todavía siguen destruyendo empleo y el FMI prevé que, al menos hasta el 2017, el crecimiento en España no superará el 1,7% una tasa insuficiente para que la economía cree empleo. Así que el paro masivo se convertirá en norma para España y Grecia e incluso para Italia también.
La pregunta entonces es, ¿cuánto dolor puede soportar una sociedad antes de que haya tenido suficiente? Lynn piensa que en algún momento entre el 28 y el 33% de desempleo está el punto de ruptura.
Países como Grecia y España están no muy lejos de renunciar a la moneda única. A menos que puedan darle la vuelta a la situación, se irán, añade. “No haga caso de la calma aparente. La verdadera crisis aún tiene un largo camino por recorrer”, sentencia Lynn.