Foto: EPA
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Panamá entró hoy en el primero de cinco días mágicos de carnaval y religión, de fiesta y penitencia, que cada año en esta época paraliza al país hasta el inicio de la cuaresma, cuando beodos y feligreses sepultan la despreciable sardina.
El entierro pone fin a las carnestolendas que impregnan de lujuria hasta a los más frívolos, pero marca el punto a partir del cual el calendario litúrgico se dinamiza sobre los rescoldos de la quema de alguna figura simbólica con forma de sardina, parodia de la quema de Judas.
Panamá sigue la inercia con la llegada del Miércoles de Ceniza, el cual esperan desde la noche anterior cuando la gente sale a pie bailando tras la tuna de caja y tambor, y luego pasea al ritmo de una murga, con trajes típicos y coreando temas relativos a alguna fantasía de la historia, literatura, flora, fauna o mitología.
Hombres y mujeres pasados de copas amanecen en las calles para sucumbir a lo más brillante del rumbón con la quema de cohetes rindiendo pleitesía a la reina empollerada y festejando su triunfo para cerrar el carnaval a las 5 de la mañana con lo que llaman el Topón.
Es como la resaca de la fiesta grande que sirve de eslabón para unir una expresión cabalmente pagana al homenaje al Nazareno que los espera paciente en Atalaya, un pueblito a 250 kilómetros de la capital, donde los feligreses, sin el aliento cortante del aguardiente y ya casi sin fuelle de tanto jolgorio, se convierten de rumberos en pagadores de promesas.
Así extienden el largo asueto bajo la justificación de visitar la imagen del Nazareno en la Basílica Menor de la ciudad de Santiago de Veraguas, donde este año la jerarquía católica espera la presencia de 300 mil panameños y varios miles de extranjeros.
A pesar de repetitivo, el espectáculo es impresionante en Atalaya. El lugar se atiborra, los autos hacen filas defensa con defensa y hasta el Domingo de Ramos un remolino feérico perturba la tranquilidad bucólica de la pequeña villa, donde el Nazareno mira de soslayo a sus feligreses desde tiempos antiquísimos cuando la imagen fue encontrada en el siglo XVII y guarecida en un pequeño y pobre bohío de pescadores.
Ya no se escuchará el contagioso redoblante en Las Tablas, meca del carnaval, y el protagonismo pasará de las reinas empolleradas de Calle Abajo y Calle Arriba, a los pagadores de promesas que arrastran sus penas y culpas despellejándose las sangrantes rodillas contra el pavimento caliente, sudando arrepentimiento.
Las novenas por el Nazareno comienzan hoy, pero se extenderán hasta el 16 en vigilia por el domingo 17 cuando el calendario litúrgico cierra con la masiva procesión de peregrinos sin cuya participación todo sacrificio, autoflagelación y castigo, sería virtualmente inútil.
Carnaval y religión, Las Tablas o Atalaya sepultan en ron o en salmos el lacerante verbo político, más filoso cuanto más se acercan las elecciones presidenciales de mayo de 2014, pero sólo momentáneamente. El torbellino de pecadores y penitentes rasgando sus vestiduras será apenas una parábola demasiado terrenal que, a lo sumo, oxigenará pulmones, pero no burlará la atmósfera asfixiante a la que regresarán en horas a pesar del miserere pronunciado a coro ante la imagen del Nazareno. PL
http://spanish.ruvr.ru/2013_02_08/Carnaval-fiesta-extranjeros-Panama/