La hermosa y creativa versión teatral de “El principito”, del director italo-alemán Roberto Ciulli, sumerge al espectador en los juegos y reflexiones de ese niño eterno que fue Antoine de Saint-Exupéry. “Le petit Prince” es una obra para mayores que los mayores seguimos regalando a los niños. Por José Luis Gärtner.
Para Saint-Exupéry, domesticar significa crear lazos. El director de teatro italo-alemán Roberto Ciulli traduce en su versión usando la palabra amansar. Los dos términos –a pesar de sus acepciones peyorativas- sirven para describir la amistad. Pues la amistad nos brinda la oportunidad de abandonar nuestro instinto salvaje y vincularnos a los demás dejando atrás los intereses primarios.
“Si vienes, por ejemplo, a las cuatro de la tarde, ya desde las tres comenzaré a estar feliz. Cuanto más avance la hora, más feliz me sentiré. Al llegar las cuatro, me agitaré y me inquietaré; descubriré el precio de la felicidad !”
Es cierto; los afectos contienen emociones que nos hacen vibrar incluso en la ausencia. La amistad es un tesoro que no se extingue con la muerte del amigo. Hay seres a los que seguimos amando aunque se hayan ido para siempre. Que me lo pregunten a mí.
La magia del teatro posee ese don de hacernos volver a la infancia –ay de aquel que pierde al niño que lleva dentro- y observar la estupidez con que los mayores rigen sus destinos.
En realidad necesitamos muy poco para estar a gusto. Tal vez una planta a la que regar, una flor que nos inunde los sentidos, siempre y cuando seamos capaces de sentarnos junto a su diminuta majestuosidad y la gocemos intensamente.
Pero desgraciadamente los mayores no sabemos distinguir entre un sombrero, y una serpiente que se ha tragado un elefante. No sabemos apreciar nuestras pequeñas alegrías y por eso las vamos devaluando con el tiempo. Madurar consiste en adquirir experiencias, pero también en acomodarse al conformismo.
Tal vez deberíamos escuchar lo que piensan los niños de todo esto. Tal vez deberíamos dejar de atiborrarlos de estupefacientes juguetes, concebidos para convertirlos en buenos clientes, y admirar las capacidades de su imaginación. Al fin y al cabo, la imaginación es el único arma de que disponemos para eludir la consciencia de la muerte.
Así pues, como bien dijo el zorro: “sólo se ve bien con el corazón. Lo esencial es invisible a los ojos.” Por eso, deberíamos ser capaces de cerrar los ojos para observar las cosas con la mirada limpia de un niño.
Compañía: Teatro de la Abadía.
Dirección: Roberto Ciulli.
Lugar y fechas de representación: Días 2 y 3 de febrero en el Teatro Alhambra de Granada.
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