Revisión de la figura de Athanasius Kircher, que ha sido considerado como un visionario
Los visionarios tienen mala prensa. Y en muchos casos, con razón. Pero han existido visionarios que pueden señalar caminos y tendencias, como el jesuita del siglo XVII Athanasius Kircher. Un curso de posgrado reciente de la Universidad de Granada sobre Hermetismo, Magia y Alquimia ha recuperado su memoria. Además, en él se concluyó que saberes de la antigüedad podrían enriquecer a las religiones y señalar nuevos horizontes. Por Leandro Sequeiros.
Una figura controvertida en este amplio campo del Hermetismo, la Magia, la Cábala judía y la Alquimia es el jesuita alemán Athanasius Kircher. Este fecundo escritor e investigador, en el siglo XVII, pretendió la armonía entre los saberes antiguos ocultos y la teología. Para el profesor Ignacio Gómez de Liaño, Kircher fue un visionario.
Para algunos otros, fue un hombre al que sobró imaginación y estuvo escaso de rigor científico. Athanasius Kircher fue un estudioso jesuita. Un hombre inmensamente curioso por el mundo que le rodeaba. Escribió miles de páginas en latín, publicó casi 50 gruesos libros en varios tomos, dominaba unas 30 lenguas de todo el mundo, antiguas y modernas e incluso inventó una lengua universal; y mantuvo correspondencia en 24 lenguas con estudiosos de todos los continentes. Miles de cartas, algunas muy extensas. Y muchas cosas todavía inéditas.
Simbología, hermetismo, magia, cábala, alquimia y, en definitiva, ocultismo. El misterio del saber humano vedado a los mortales y transmitido desde la antigüedad remota a partir de los egipcios.. El visionario Kircherdesea encontrar en la herencia hermética el secreto del saber universal. Por eso, sus obras están plagadas de imágenes con significado esotérico y hermético. Una tarea inmensa que desde hace unos años se intenta desentrañar.. Pero ¿dónde aprendió Kircher esas cosas? ¿Qué fuentes consultó? A veces nos parece un extraterrestre, un mago, un ser fuera de nuestra realidad marcada por la racionalidad aristotélica.
De alguna manera, Kircher se sitúa en un punto de debate entre la ciencia del siglo XVII, la filosofía y la teología postridentina, así como de los conocimientos ocultos, y con frecuencia perseguidos y proscritos. El interés que los investigadores dedican a la figura de Kircher puede medirse en función de los trabajos de investigación y tesis doctorales sobre su figura.
¿De qué fuentes obtuvo Kircher todo su saber? Apenas lo sabemos. Pasó gran parte de su vida en el Colegio Romano. Y no se conoce con exactitud lo que contenían en esa época las bibliotecas romanas. Pero pasó parte de su época de formación en Würzburg, donde se inició –creo- en el ocultismo y las fuentes siríacas y egipcias.
Kircher era conocido en Europa
En su tiempo, Kircher gozó de merecida fama en la revuelta Europa de las guerras de religión por su capacidad para descifrar enigmas y jeroglíficos. Prueba de ello es que, al parecer, recibió hacia 1666 un manuscrito que le remitía un antiguo alumno rector de la Universidad de Praga. Kircher no logró traducirlo y lo depositó en el Colegio Romano. En un oculto lugar de la biblioteca permaneció olvidado 250 años, hasta que en el año 1912, hace ahora un siglo, el librero inglés Wilfrid Voynich lo descubrió en la vieja biblioteca del colegio jesuita de Mondragone, cerca de Roma. Aunque algunos dudan de la veracidad de esta historia.
Se trataba, al parecer, de un rarísimo manuscrito (conocido como códice Voynich ) depositado allí 250 años antes por el jesuita y criptólogo alemán Athanasius Kircher. El documento, al que según su numeración le faltaban 28 páginas, era un volumen con gruesas tapas de pergamino (en formato 27 por 15 cm) que conservaba todavía 230 páginas de texto manuscrito fácilmente legible; en él podían verse dibujos con tinta de color que representaban extrañas flores, esquemas astrológicos, “mujercitas” desnudas bañándose en extraños lagos de tinta, algo que semejaban intestinos o tubos, arabescos, estrellas y otros extraños diseños no identificados.
Según una carta que acompañaba al manuscrito, fechada en agosto de 1666, Kircher lo habría recibido de su antiguo alumno Johannes Marcus Marci, rector de la Universidad de Praga. El libro habría formado parte de la biblioteca del emperador Rodolfo II (1552-1612), gran aficionado al ocultismo y las artes mágicas, quien lo habría adquirido en el año 1586 por la nada despreciable suma de 600 ducados (unos 40.000 euros actuales).
En Praga, el sabio Johannes de Tepenecz (Jacobus Horcicky de Tepenecz alias Sinapius, 1575-1622), alquimista checo de humilde origen que llegó a ser responsable de la farmacia real y favorito del emperador Rodolfo II, intentó descifrar su contenido. Pero estaba escrito en una lengua misteriosa que nadie sabía interpretar. Tepenecz llegó a dejar su firma en uno de los márgenes cuando el libro pasó a ser propiedad suya a la muerte del emperador.
Esta anécdota es expresiva: Athanasius Kircher era una figura reconocida en toda Europa, gracias a sus contactos y a sus trabajos, en el mundo de las ciencias y de los conocimientos “ocultos” y a veces proscritos (alquimia, hermetismo, magia, gnosis, etc.). Kircher fue un hombre que vivió obsesionado por la armonía entre el conocimiento humano de todo tipo, el saber antiguo y el moderno, la ciencia y la teología.
Profesor del mítico Colegio Romano de la Compañía de Jesús, sumergió su poderosa mente en problemas científicos. Buscaba –como los grandes sabios de la antigüedad – la respuesta a los grandes interrogantes del ser humano, de la cultura, del conocimiento racional y científico y de Dios. El filósofo y escritor italiano Umberto Eco, ha escrito de Kircher: es el más contemporáneo de nuestros antecesores, el más trasnochado de nuestros contemporáneos.
¿Quién es este Athanasius Kircher?
No son muy abundantes los datos biográficos fiables del P. Kircher. Las fuentes directas son poco accesibles y, por lo general, se trabaja sobre fuentes secundarias. Incluso en las redes de Internet son abundantes las páginas web con datos biográficos de Kircher, muchos de los cuales están escasamente contrastados o se reducen a copiarse unos de otros. Los autores coinciden en estos datos generales sobre la biografía de nuestro autor:
Athanasius Kircher nació en Geisa (Ghysen), cerca de Fulda (provincia de Hesse-Nassau, en Sajonia-Weimar) un 2 de mayo, día de San Atanasio de 1601 (o tal vez, de 1602, según nuestro calendario).
Athanasius fue el más pequeño de los ocho hijos (seis varones y dos mujeres) fruto del matrimonio entre Johannes Kircher y Anna Gansek. Johannes Kircher, su padre, había nacido en Maguncia (Mainz), y era doctor en Teología. Siendo un joven teólogo laico, obtuvo un puesto de trabajo de tipo administrativo en la Abadía benedictina de Fulda. Esto le hizo trasladarse a esta ciudad en la que conoció a la que sería su esposa, Anna. Precisamente, en Fulda tenían los jesuitas un colegio donde estudiaron los hijos varones, y entre ellos el joven Athanasius. En este centro estudió latín, griego y hebreo desde 1614 a 1618 (desde los 13 a los 17 años) y allí sintió su vocación a la Compañía.
El 2 de octubre de 1618 ingresa como novicio en la Compañía de Jesús, y en 1620 se traslada a la ciudad de Paderborn, donde estudia Humanidades Clásicas, Filosofía escolástica, Ciencias Naturales y Matemáticas hasta 1622. Estos estudios los completó un año más en Münster y Colonia.
Una vez terminados los estudios de Humanidades y Filosofía, Kircher pasó a la etapa que en la tradición jesuítica se llama el “magisterio”, durante la cual el joven estudiante pasa a ser temporalmente profesor en alguno de los colegios para niños y jóvenes.
1. Los primeros años como jesuita: En 1623, el joven Kircher fue destinado al Colegio de Coblenza donde imparte clases de lengua griega a los niños y a los jóvenes. El curso siguiente, 1624 -1625, Athanasius Kircher, a la sazón de 24 años, pasa a impartir clases en el laboratorio de Física del Colegio jesuita de Heiligenstadt en Sajonia. Este laboratorio tenía una fama bien ganada, pues en él se encontraban los aparatos “más modernos” (entonces) para acercar a los jóvenes a los métodos de lo que hoy llamamos la investigación científica. Esta experiencia será de gran valor para Kircher. Hasta el momento no tenemos datos sobre sus inquietudes “ocultistas” y herméticas.
2. Su formación teológica: finalizada la etapa llamada de “magisterio” en 1625, Athanasius Kircher inicia sus estudios de Teología en la Universidad de Maguncia, donde también había estudiado la misma materia su propio padre. En esta ciudad fue ordenado sacerdote en 1628, con 27 años. Sus estudios los compaginó con trabajos de planimetría y agrimensura por encargo del Elector de Maguncia que contribuyeron grandemente a su posterior interés por la geografía. También empezó a utilizar el telescopio para sus observaciones que tuvieron como objetivo principal el estudio de las manchas solares. Retomaba el debate que casi 20 años antes mantuvieron Galileo y el jesuita Scheiner. Hasta el momento no tenemos datos sobre sus inquietudes “ocultistas” y herméticas. Parece ser que era un physico convencional, con tendencias platónicas propias de la época.
Profesor en Würzburg: Ese mismo año, 1628, fue nombrado profesor de la Universidad de Würzburg, donde se le encarga enseñar materias tan variadas como la filosofía escolástica, las matemáticas, las lenguas hebrea y siríaca (nombre con el que se conocía entonces al arameo). Ese mismo año inicia su interés por la interpretación de los jeroglíficos egipcios con ocasión de la lectura de un libro que trataba de los obeliscos conservados en la ciudad de Roma. En Würzburg tuvo su primer contacto con la medicina profesional (a la que hace abundantes referencias en Mundus Subterraneus) y publicó su primer libro en 1631: la Ars Magnesia, referente al magnetismo terrestre. Sería muy interesante un estudio sobre Kircher en Wirzburg, hasta que cumplió los 30 años.
El tema del magnetismo terrestre lo retomará años después publicando en 1641 el Magnetes sive de arte magnetica que conoció varias ediciones (Roma, 1641; Colonia, 1643; Roma, 1654).
3. Profesor en Francia: Avignon: En 1631, Kircher abandona la ciudad de Würzburg debido al avance de las tropas de Gustavo Adolfo, y se establece en el Colegio de los Jesuitas de Avignon. Se llevó consigo a su discípulo, el también jesuita Caspar Schott (1608-1666). Caspar Schott fue un fiel discípulo del maestro, mantuvo correspondencia con Otto von Guericke, Christiaan Huygens y Robert Boyle; y publicó más tarde Magia Universalis Naturae et Artis (4 volúmenes, Würzburg, 1657-1659) sobre Óptica, Acústica, Matemáticas y Física.
La amistad entre Kircher y Schott fue constante y les llevó a una fecunda colaboración científica. Entre otras cosas, Schott será quien complete la segunda edición, editada en 1660, del Iter Extaticum coeleste et terrestre (de 1654). Más adelante hablaremos con más detalle de este interesante libro y sus imágenes.
En el Colegio de Avignon, ciudad que era territorio pontificio, Kircher (con 30 años) enseñó matemáticas y desarrolla una amplia tarea científica en muy diferentes campos: la astronomía, el desciframiento de inscripciones egipcias, la planimetría y la agrimensura. También construye un planetario para el cual realizó experimentos basados en dirigir la luz del Sol y de la Luna hacia la Tour de la Motte del Colegio mediante ingeniosas combinaciones de espejos. De todos estos experimentos resultó un libro (del que hablaremos más adelante) sobre las observaciones astronómicas por medio de la reflexión de la luz y otro sobre una disciplina extraña: la catóptrica (la parte de la óptica que trata de los procesos de reflexión de la luz).
En 1633, estando aún en Avignon, le presentaron a Gassendi en Aix-en-Provence, con el cual seguirá manteniendo correspondencia y amistad durante muchos años. Téngase en cuenta que Gasendi es un representante cualificado de las posturas opuestas al rígido mecanicismo de Descartes. Está por estudiar las influencias mutuas que Gassendi y Kircher pudieron tener.
En este mismo año (1633), Kircher se propone interpretar el lenguaje de los jeroglíficos egipcios. Casi dos siglos antes de Champollion y la Piedra Rosetta, Kircher trabajó en este campo basándose en la lengua copta (que dominaba perfectamente) como herramienta lingüística para descifrar la escritura egipcia. Según los expertos, en este trabajo dominó más su juvenil fantasía que el rigor científico. De estos trabajos resultó una gramática de la lengua copta, editada en Roma diez años más tarde.
Hay ocasiones en que, como dice el refrán, “el hombre propone y Dios dispone”. Eso le sucedió a Kircher. Esta es la historia: en el año 1633 el Emperador Fernando II, conocedor de la sabiduría del jesuita, propone a sus superiores que concedan permiso para que Kircher sea nombrado profesor de matemáticas en Viena. Otras fuentes (Diccionario Histórico de la Compañía de Jesús ) indican que fue Fabri de Peiresc (gran aficionado a las antigüedades e interesado en la investigación orientalista y egiptológica), quien persuadió, por medio del cardenal Francesco Barberini, al papa Urbano VIII para que lo destinara al Colegio Romano.
Concedido el permiso, Kircher se dirigió desde Francia a Alemania por vía marítima. En una accidentada travesía, sufrió varios naufragios que le obligan a arribar a la ciudad de Roma, donde no tenía intención de ir. Está por estudiar la abundante correspondencia de Fabri con Kircher. Posiblemente se desvelarían muchos misterios relativos a los estudios de Kircher.
Sea del modo que sea, Athanasius Kircher nunca llegó a Viena. Desde ese año 1633 hasta su muerte en 1680, permaneció como profesor en Colegio Romano, que gozaba en aquel tiempo de una merecida fama. Desde 1633 hasta 1638, Kircher dispuso de su tiempo para trabajar libremente en Roma. No tenía aún una misión concreta. Por ello se dedicó a la egiptología publicando el Prodromus Coptus sive Aegiptiacus (1636), un pequeño tratado de coptología.
Desde 1638, cuando tenía 37 años de edad, se incorporó como profesor de Física y de Matemáticas al claustro de profesores del Colegio Romano. No se puede entender la obra completa de Kircher, el impresionante esfuerzo intelectual de ámbito científico, filosófico y teológico, sin situarlo en el contexto de esta institución al servicio de la Iglesia.
El Colegio Romano fue fruto del desarrollo de una de las intuiciones más preclaras de Ignacio de Loyola y tenía como objetivo colaborar en la restauración católica que había iniciado el Concilio de Trento. En la mente de Ignacio se trataba de impulsar una institución dedicada a la educación cristiana de la juventud, a la formación del clero, a la recuperación de la presencia católica en las letras y en la ciencia, a la formación de apóstoles decididos a difundir la fe de Roma.
¿”El último hombre que lo sabía todo”? ( The last man who knew everything, Paula Findlen)
Aficionado a la ciencia, inventor y coleccionista se considera a Athanasius Kircher un erudito en diversos campos del saber en los que publicó diversos tratados: el estudio del chino, la escritura universal ( Novum hoc inventum quo omnia mundi idiomata ad unum reducuntur, 1660) o el arte de cómo pensar. Destacó por su estudio sobre la lengua copta y su aplicación al desciframiento de los jeroglíficos egipcios, campo en el que pese a que se le consideraba un experto no logró ningún resultado válido llegando a publicar un libro lleno de presuntas traducciones sin valor.
Pienso que Kircher estaba fascinado por la investigación del origen de las culturas. Este trabajo lo llevó a cabo rastreando el origen de las lenguas. Y sobre todo, si el origen de las lenguas y de las culturas provenía de Egipto o de China. Ya lo veremos en China Munumentis Illustrata (1867). Además clasificó a los animales en aquellos que nacían de la nada y aquellos que nacían normalmente.
En su obra del año 1641 Ars magna lucis et umbrae describe varios artilugios relacionados con la luz y las sombras, entre ellos varios diseños fantásticos de Relojes solares: fue una de las muchas contribuciones del siglo XVII a la gnomónica (la construcción de relojes).
La obra escrita de Kircher
La obra impresa de Kircher es de 44 títulos de muy diversos temas. De igual modo, los manuscritos y su correspondencia son muy amplios. En 2001, con ocasión de centenario, se publicó un catálogo del fondo kircheriano. Consta de 2.587 documentos en 20 lenguas, con cartas que proceden de 336 ciudades en 42 países.
Siguiendo las pautas de la Ratio Studiorum profundizó en el estudio de los autores clásicos. Séneca, Estrabón, Plinio y el Cicerón del Somnium Scipionis, son manejados con soltura y aprovechamiento. Se puede decir que constituyen la base fundamental de su pensamiento geocósmico. Pero también debió consultar otras fuentes, otras bibliotecas extrañas. Y uno lo evoca en la biblioteca de El Nombre de la Rosa de Umberto Eco, pasando páginas de los saberes prohibidos..
Una de las preguntas que me hago después de recorrer los casi 80 años de su vida es: ¿qué itinerario sigue su mente? ¿Qué experiencias le marcaron desde sus primeros años de estudiante jesuita? ¿Qué contactos? ¿Qué amistades? Y uno se lo imagina rodeado de magos, de nigromantes, de herméticos, de gente rara..
Kircher fue n auténtico friki en del sentido más moderno de la palabra. Uno de sus primeros trabajos está dedicado a los experimentos realizados en Avignon años atrás con espejos, a partir de los cuales construye un reloj de reflexión. En los primeros años de estancia en Roma, además del tratado de coptología, publicó cuatro gramáticas árabes en latín ( Lingua Aegyptiaca restituta, Roma, 1643).
Años más tarde, vio la luz un monumental tratado de Egiptología (Oedipus Aegyptiacus). Los cuatro tomos se editaron entre 1652 y 1653. Tras estos, vinieron otros muchos libros de temas variados, tocando los temas más diversos: desde la interpretación de los jeroglíficos egipcios ( Obeliscus Pamphilius, 1650), tratados de lenguas orientales, de cultura china ( China Monumentis illustrata, Amsterdam, 1667), de música ( Musurgia Universalisfeeds.feedburner.com/feedburner/gsJB, Roma, 1650), de física (Primitiae gnomonicae catoptricae, Avignon, 1635) y geofísica (Ars Magna Lucis et Umbrae, Roma, 1646) y de magnetismo (Magnes sive de Arte Magnetica, Roma, 1641; Ars magnesia, Würzburgo, 1631; Magneticum Naturale Regnum, Roma y Amsterdam, 1667), de matemáticas, de medicina (Scrutinium physico medicum contagiosae luis, quae pestis dicitur, Roma, 1657), de zoología ( Arca Noe, Amsterdam, 1675; Turris Babel, Amsterdam, 1679), etc.
Parece ser que Kircher tenía gran interés en divulgar los conocimientos. Por eso escribe en latín, que era la lengua culta normal y universal. Sus obras tienen gran claridad expositiva, acude con frecuencia a las anécdotas, acompañaba al texto con preciosas litografías y, al escribir en latín, se difundieron sin dificultad por toda Europa.
El Musaeum Kircherianum
Su afán divulgador le llevó a montar en Roma un gran Museo (conocido luego como Musaeum Kircherianum. Nuestro activo autor, empezó a coleccionar objetos curiosos en su propio cuarto en Roma. Como la cantidad de objetos aumentó desmesuradamente, el Rector concedió a Kircher una estancia mayor. Pero en 1615 Alfonso Donnini (más conocido por su nombre latinizado de Donninus) había donado al Colegio una colección de cosascuriosas y valiosas. Este fue el germen del Musaeum Kircherianum que fue dirigido por el P. Athanasius Kircher en Roma.
El Museo comprendía colecciones de curiosidades, rarezas naturales, arqueología, etnografía, instrumentos científicos, malacología, rocas, minerales y fósiles, etc. En 1678, Jorge de Sepi, bajo la dirección de Kircher, publicó un catálogo del mismo ( Romani Collegii Soc. Jesu Musaeum celeberrimum, cuius magnum antiquariae rei, statuarium imaginum, picturarumque partem ex legato Alphonsi Donnini S.P.Q.R. a secretis munifica liberalitate relictum P. Athanasius Kircherus Soc. Iesu novis et raris inventis locuplectatum, cumpluriumque Principum curiosis donariis magno rerum apparatu instruxit; Amsterdam, 1678).
A la muerte de Kircher, los jesuitas encomendaron al padre Filippo Bonanni (1638-1735) su reorganización e ilustración. En 1709 publica la obra Musaeum Kircherianum (539 páginas y 171 láminas). Con la supresión de la Compañía de Jesús en 1773, las piezas del Museo fueron dispersadas. Aunque tras la restauración hubo un intento de agruparlas, la incautación por parte del Gobierno italiano en 1870 acabó con el Musaeum. Los restos del mismo se integraron en 1913, parte de ellos en el Museo Paleoetnográfico del Museo de Roma, y otros en los fondos del Museo Nazionale de Castel Sant´Angelo.
Se atribuyen a Kircher muchos “inventos” curiosos, entre ellos, un sistema de proyección a través de colores, que puede considerarse antecesor del cinematógrafo. Kircher pretendía difundir y divulgar los conocimientos de que disponía por medio de esta obra monumental. Sus obras son de gran claridad, reúne los avances científicos de su época en armonía con los datos de la Escritura, de los Santos Padres y la tradición de la Iglesia, así como los mitos, lo saberes ocultos, la alquimia, la magia, el hermetismo.
Kircher deseaba un saber universal que incluyese todos los conocimientos dentro del marco del saber teológico. Al estar escrito en latín el libro se divulgó rápidamente por Europa en la que obtuvo gran popularidad. Jungius y Leibniz citaron las obras de Kircher y von Guericke aprovechó muchas de las ideas de la Magnes, sive de arte magnetica (1643), de la Ars magna lucis et umbrae (1646), del Iter Exstaticum (1654) y del Mundus Subterraneus(1665).
Está por hacer un estudio completo de las ideas de Kircher. Hay estudios parciales (sobre la música, la egiptología, las lenguas, las matemáticas, el universo, la idea de la Tierra, etc). Su extensa obra, a veces compleja, manifiesta la mente de un visionario. Un hombre de profunda fe que quiso unificar todo el saber humano bajo el vasto edificio de la revelación bíblica. Me fijaré en unos cuantos aspectos:
La Tierra oculta y mística: el Geocosmos
Kircher elaboró una visión mística y científica del mundo: elGeocosmos. ¿Pero, cómo surge la idea del Geocosmos en la mente de Kircher? Todo parecer ser un misterioso juego de casualidades. El año 1638 hay que considerarlo, según sus biógrafos, fundamental para la obra geográfica y geológica de Athanasius Kircher.
Kircher acuña un concepto nuevo que ha pasado al vocabulario científico: es el concepto de Geocosmos que se introduce para interpretar dentro de él los fenómenos naturales globales del planeta Tierra. Basándose en el organicismo, Kircher concibe en su poderosa mente una gran obra de síntesis. El primer ensayo general de su obra se publica en 1654, añadido a la primera edición de su Iter Exstaticum.
Mundus Subterraneus (1665) es un gran tratado sobre lo que el autor denomina Geocosmos: el mundo terrestre considerado como una unidad, a medio camino entre el Macrocosmos (el Mundo, kosmos en griego) y el microcosmos (el organismo humano). La interpretación organicista, de raíz neoplatónica y aristotélica, concibe el funcionamiento del globo terrestre como si fuera el de un ser vivo. El organicismo postula que el Macrocosmos reproduce la realidad del Microcosmos, representado por el hombre y los seres vivos.
Las imágenes del mundo subterráneo de Kircher tuvieron una gran aceptación durante mucho tiempo. Pero las ideas kircherianas no son del todo originales. Muchas de sus afirmaciones hunden sus raíces en las doctrinas clásicas de Platón y Aristóteles, así como en concepciones mágico-herméticas y también de la filosofía estoica.
La Centrosofía
Para entender en su justa dimensión el intento científico, filosófico y teológico del Geocosmos será necesario citar uno de los textos más clásico de Mundus Subterraneus, perteneciente al Libro Primero, “o Centrográfico, que también se llama Centrosofía ” (eco hermético u ocultista).
“Cuando me propuse dar a la luz las cosas admirables del mundo subterráneo, me pareció que tenía que empezar mi disertación por aquella parte que con toda justicia se considera la base y el fundamento de todas ellas. Porque, así como el poder de Dios brilla en toda la fábrica del mundo corpóreo y en los diversos órdenes de los seres, así también luce en gran manera la inacabable sabiduría del Hacedor en la construcción del Centro. En él se esconde un no sé qué admirable y, por así decir, émulo de la divinidad, en el que casi coinciden lo máximo y lo mínimo, mientras que en toda la amplitud del mundo contiene todos los cuerpos brillantes, a todos los deriva hacia sí, los atrae y los lanza fuera de sí: obra muy admirable, obra de la diestra del Excelso, que se funda en la fuerza de Dios que del mismo modo que sacó las propagaciones del organismo mundano como de un centro, también las reduce todas a lo mismo y quiso que todas estuviesen conectadas con lo mismo” (De Mundus Subterraneus, 1665, Libro I, sección primera sobre la admirable naturaleza del centro y la mayor de las obras de Dios. Prefacio. Adaptado de E. SIERRA, opus cit., pág. 55-56).
Kircher y los jeroglíficos de Egipto
Atanasius Kircher fue también un visionario en su intento de conocer la cultura egipcia. Fue uno de los pioneros en el estudio de las lenguas del antiguo Egipto y específicamente de los jeroglíficos, además de dejar notables contribuciones en otros campos. Con una buena formación en griego y hebreo, a él debemos la consideración de que el copto es la última etapa de desarrollo de la lengua hablada en el Egipto Faraónico, o que el hierático no es más que una forma cursiva de los jeroglíficos.
Con respecto a estos últimos, si bien Kircher pensaba que pudieron tener un empleo (segundario) cotidiano y “vulgar”, como signos de valor fonético o alfabéticos, dedicó su estudio al supuesto uso, para él superior y de mayor interés, como un sistema simbólico que ocultaba misterios y verdades universales, y que, como buen jesuita ilustrado y, partícipe de las corrientes neoplatónicas imperantes, consideraba compatibles con la fe cristiana.
Aparentemente el interés de Kircher por los jeroglíficos comenzó estudiando una colección de inscripciones egipcias conservada en la ciudad alemana de Speyer. Posteriormente, se aplicó al copto, y comenzaron a aparecer sus trabajos al respecto.
Tal vez el estudio más completo de Kircher sobre este tema es el Oedipus Aegypciacus, 1652-1655 (4 volúmenes), pero en 1636 publicó el Prodromus coptus sive aegyptiacus, su primera gramática copta. En 1644 apareció suLingua aegyptiaca restituta, que durante mucho tiempo fue el mejor y casi único léxico copto al alcance de los eruditos occidentales. En 1650 apareció el Obeliscus Pamphilius, dedicado ya a los jeroglíficos.
En Oedipus Aegyptiacus, publicado entre 1os años 1652 y 1654, Kircher recopila gran cantidad de monumentos e inscripciones egipcias, incluyendo todos los obeliscos de Roma, convirtiéndose en la obra fundamental de referencia hasta la publicación de la Description de l’Égypte a comienzos del siglo XIX. En ella lleva a su máxima expresión su interpretación mistérica y simbólica de los jeroglíficos, para lo cual, además de la filosofía y las matemáticas griegas, reconoce contar con la magia y la astrología caldeas, la alquimia árabe y la Cábala hebrea.
El Oedipus contiene muchos elementos valorables, como la larga recopilación, estudio y descripción de monumentos faraónicos (incluido el templo de Isis Campensis en Roma), así como otros difícilmente aceptables en la actualidad, como el tratado de Alchymia Hieroglyphica… El volumen tercero está dedicado a la traducción de las inscripciones jeroglíficas, que, según su sistema de comprensión simbólica, conduce a lecturas totalmente erróneas. Célebre es su versión de la fórmula egipcia “Osiris dice” (que introduce las palabras puestas en boca del dios), que para Kircher contiene el siguiente texto: “La traición de Typhon termina en el trono de Isis, la humedad de la naturaleza queda guardada por la vigilancia de Anubis…”.
Los misterios de China
Por qué publica Kircher en 1667su China monumentis qua sacris profanis, nec non variis naturae et artis spectaculis, aliarumque rerum memorabilium argumentis illustrata. Kircher aquí también fue un visionario. Las motivaciones presentes en la obra de Kircher no se circunscriben únicamente a los amplios espacios del universo chino sino que remiten a problemas irresueltos ligados a la cultura egipcia. Es más, la archiconocida comparación de los caracteres chinos con los jeroglíficos egipcios supone la culminación de la obra de Kircher acerca de Egipto, cuyo comienzo data del Lingua Aegyptiaca restituta (1643) y continúa con Oedipus Aegyptiacus (1652-55).
Pese a que en diferentes partes de la China Illustrata, como en el capítulo IV (pp. 223 y ss.), Kircher acertó a vislumbrar notables diferencias entre los ideogramas chinos y los jeroglíficos (que apuntan siempre a los “conceptos ideales”), en general su recurso a la consideración sobre la naturaleza idolátrica de la religión egipcia le sirvió para explicar las derivas politeístas asentadas en India y China.
Conclusiones
Athanasius Kircher fue un visionario que quiso construir una síntesis universal de todos los saberes orientados desde la revelación divina en la Biblia. Mantiene una visión del mundo heredada de las antiguas filosofías que es el marco de referencia de sus postulados. En eso coincide con sus contemporáneos del siglo XVII, por el que la filosofía del organicismo revistió un ropaje renovado que se difundió dentro de lo que se ha dado en llamar la visión panvitalista del mundo.
Para estos médicos, sus teorías están atravesadas por una visión según la cual Dios, en uso de su omnipotencia, quiso crear el mundo como un inmenso mecanismo vivo, para que frente a él los hombres ejercieran inteligentemente su voluntad de conocerlo y dominarlo. Tal fue la tesis más central de estos mecanicistas modernos.
Usando de esa misma omnipotencia, Dios ha querido que el mundo creado fuese un ingente organismo viviente, para que dentro de él, conviviendo humanamente con todo cuanto en él existe, pudiesen los hombres comprenderlo para dominarlo y curar sus enfermedades. Dos paradigmas alternativos intentan desarrollar el conocimiento y el funcionamiento de esta realidad del cosmos: por un lado, la máquina; por otro lado, el organismo viviente.
En el siglo XVII se expresa con fuerza la interpretación organicista del mundo. Para ellos, el universo se nos aparece como una multiplicidad de cosas cualitativamente distintas entre sí. Pero la existencia visible de cada una de ellas y su peculiaridad cualitativa no son sino la manifestación de las “fuerzas” específicas y genéticas que tienen la raíz misma de su realidad activa y productivamente las hace ser y ser como son.
Muchas de las visiones del mundo de Kircher están hoy obsoletas. Pero hay una línea de continuidad: la búsqueda de nuevas fronteras de conocimiento, el intento de síntesis universales de los saberes antiguos y su convergencia hacia la Revelación Bíblica puede ser un elemento válido para una cultura, como es la del siglo XXI, que busca nuevos horizontes para situar allí su experiencia religiosa.
Leandro Sequeiros, Catedrático de Paleontología, coeditor de Tendencias de las Religiones y colaborador de la Cátedra Ciencia, Tecnología, Religión.