“Libre” albedrío

La estructura de este artículo si es que la hay, puede parecer algo desordenada, disculpas a los lectores. Este es un tema que me viene rondando la cabeza desde la infancia, haciendo experimentos básicos llegando a la conclusión de que creía finalmente ser yo quien tomaba la decisión de llevar a cabo un pensamiento y/o acción en un momento determinado. Un tema que me interesa mucho y considero sumamente relevante por estar estrechamente ligado a la consciencia, y que se pueden sacar más preguntas que respuestas, lo que nos demuestra la poca noción sobre temas que pueden parecer sencillos. Lo que me lleva a este artículo no es su existencia que doy por sentada, sino nuestra ilusión del libre albedrío gran parte de nuestra vida, pero sin el enfoque absolutista de Sam Harris en su libro “Free will”.

 ¿Qué hay de las elecciones que se crean fuera de nuestro rango de consciencia y por tanto no tan libres?  Desde siempre he pensado que tal libre albedrio existe como tal y lo sigo pensando; somos nosotros quienes forjamos nuestro destino, lejos del modus operandi estándar de hoy, excusando responsabilidades cediéndolas a quien sea con tal de que sean de otros, aunque esos otros quieran esclavizarnos, chuparnos hasta la última gota de emociones y esencia, y finalmente matarnos –se nos ha programado/amaestrado debidamente-. Con el paso del tiempo y las experiencias a lo largo del mismo, me he ido concienciando cada vez más de lo lejos que estaba y está mi libre albedrío de ser libre propiamente, aún sigo pensándolo pero en menor medida – la verdad os hará libres-. Dicho lo siguiente, no trato ni por un segundo escudarme tras mi inconsciente, sino que es mi responsabilidad expandir mi consciencia para ser dueño de mi propia vida, es mi responsabilidad conocerme a mi mismo, no tiene sentido creer ser la víctima de un complot malvado contra nosotros, es hora de espabilar a marchas forzadas del letargo al que llevamos eones sumidos.

Con estas afirmaciones aparentemente contradictorias y adentrándome en lo que me ha llevado a crear este artículo, quisiera matizar que dentro del infinito rango del libre albedrío hay decisiones/realidades que se crean conscientemente con sus debidas consecuencias, hay otras muchas de las que tenemos la ilusión que proceden de nuestra voluntad sin ser condicionadas – cuando la realidad, por lo general es la opuesta-, y hay otras elecciones –según mi parecer la mayoría- que se toman de manera inconsciente -condicionadas o no-, a un nivel que sobrepasa nuestro entendimiento consciente de la realidad, del estado evolutivo individual y por tanto colectivo hoy en día; lo que me lleva a pensar en múltiples realidades y confirmar el hecho de ser seres multidimensionales limitados por los dioses.

Como muchos estaréis intuyendo dentro de esas elecciones inconscientes –y conscientes- existe un sinfín de digamos, interferencias ajenas (como las que expone, Freixedo, C. Malanga, Icke, Castaneda, y muchos otros) con diferentes polaridades intencionales: y como dice el Sr. Freixedo y muchos ya estáis al corriente, las entidades regresivas y de intención negativa son las que más interfieren, se ríen de la ley de la no violación del libre albedrío, al contrario de las entidades más evolucionadas y benévolas que apenas o tan siquiera interfieren y si llegan a hacerlo es de un modo muy indirecto del que no llegamos ni a percatarnos –según mi pensar algo muy lógico-.

También me gustaría aprovechar y hacer referencia a la programación que llevamos de serie y como influye desviándonos de nuestra verdadera naturaleza, haciéndonos creer que nuestra naturaleza es la que establecen los programas condicionantes (complejo R), y como influye en nuestro verdadero yo, nos guste o no; como bien dice Castaneda, “El depredador nos dio su mente” -el cerebro reptil, Icke aborda muy bien el tema en cuestión-. Luego podríamos pasar al sin fin de manipulaciones de las que estamos rodeados desde que nacemos y a lo largo de la vida que como imaginaréis no voy a ponerme a recitar. Llegados a este punto ya haríamos referencia a la granja humana y a los humanos como simple ganado; como esas benditas entidades que se alimentan de nuestro sufrimiento nos apartan de nuestra verdadera naturaleza que es, justamente la contraria a la actual, evolucionar individualmente y colectivamente lejos del camino autodestructivo y cerca del autoconocimiento, estar en paz con un mismo en contacto con la fuente (Al igual que hay entidades que actúan en nuestro beneficio). Durante eones nuestro libre albedrío ha sido y es alterado/utilizado por los dioses/arcontes/anunnaki, para crear una realidad superpuesta, para encarcelarnos, para dirigirlo en nuestra contra y por supuesto en favor de su regresivo apetito; todo ello fácilmente debido en gran parte a las múltiples manipulaciones genéticas e inconsciencia derivante. ¿Quién dice que los Dioses no nos incorporaron ADN en la programación, otorgándonos el alma, el libre albedrío? Qué Enki junto a su Madre, maestros genetistas, decidieron empoderarnos con el ADN del humano primordial multidimensional, Namlu’u, viéndose obligados en contra de su voluntad a crear una raza esclava y en un acto para nuestro beneficio introdujeron en ella la divinidad dentro de sí, un puente con la fuente, para que algún día fueran capaces de liberarse de los titánicos grilletes que les impedían moverse y las venda que les impedían ver, para llegado el día poder ver por donde caminaban, tomando responsabilidad como individuos y como raza, en una evolución conjunta, conscientes de su verdadera naturaleza y consecuentes con ella.

 “El hombre nace libre, pero encadenado por todos lados”

Jean-Jacques Rousseau

A lo que me refiero en este sub-apartado de las elecciones inconscientes, es a todo el complejo de programas de serie y otros que inconscientemente por lo general, dejamos que nos implanten, para que seamos por ejemplo correctos consumidores y engranajes autómatas del sistema bien engrasados de fanáticos dogmas y falsos sistemas de creencias.

“El mejor esclavo es aquél que cree ser libre inconsciente de su condición”

Seguidamente os dejo algunas recopilaciones acerca del tema que me han parecido relevantes.

 

Intente no pensar en un oso blanco. Inténtelo con ganas: no piense en un oso blanco. ¿A que no puede evitarlo? Este es el experimento al que sometió a sus alumnos Daniel Wegner, un profesor de psicología de Harvard. Después les pidió que hablaran durante cinco minutos sobre cualquier cosa que se les ocurriera. “Mencionaron un oso blanco enseguida”, comenta Wegner. “Si después les pedía que pensaran en cualquier cosa, mencionaban más veces a un oso blanco que a los que les dije que pensaran en él”. Un experimento tan sencillo como éste nos revela lo difícil que resulta cumplir con lo que consciente y libremente hemos escogido.

El libre albedrío, que viene a ser la relación entre nuestros pensamientos y nuestras acciones, es una posesión muy querida. E, irónicamente, es lo primero que intentamos sacudirnos de encima para exculparnos de ciertos actos, por supuesto negativos. También resulta curioso cómo ponemos el grito en el cielo por cualquier alusión a un determinismo biológico –no nos gusta que nos digan que parte de lo que somos se encuentre en los genes- pero aceptamos con agrado el determinismo ambiental que pulula por telediarios, consultas de psicoterapeutas y juzgados. Lo usamos como excusa de todo: nuestras malas acciones son causa de los malos tratos en la infancia, de la pornografía, del alcohol, las drogas, las letras de ciertas canciones…

La revista New Yorker publicaba hace unos años una viñeta donde una mujer decía ante un tribunal: “Es verdad, mi marido me pegaba por la infancia que tuvo; pero yo le maté por la que tuve yo”. En los juicios, los famosos atenuantes que alega la defensa son legión. En 2007 el abogado de Ricardo, un hombre que disparó dos cargadores sobre un conductor por atropellar levemente a su hija, adujo que padecía una “patología psicológica grave” desde pequeño, derivada de que presenció el atropello mortal de un hermano suyo. Este hecho, señalaba el abogado, había marcado su vida “y pudo influir en su actitud cuando vio a su hija tendida en el suelo”. ¿Dónde queda aquí el libre albedrío?

El experimento del oso blanco de Wegner –que se ha repetido hasta con animales imposibles como un conejo verde- se engloba en lo que se conoce como supresión del pensamiento, dejar de tener en la mente ciertas ideas. Como técnica de control mental, puede crear obsesiones. Dicho de otro modo: si nos pasamos el día apartando de nuestra mente la idea de comida porque estamos a dieta, no dejaremos de pensar en ella. Es mucho peor que tenerla todo el día en la cabeza: “Puedes llegar a cansarte si piensas siempre en algo. Intentar no hacerlo es lo que lo mantiene en nuestra cabeza”, sentencia este físico metido a psicólogo que colecciona gafas con narices y mostacho de Groucho Marx. Nuestra libertad de acción con lo que sucede dentro de nuestro cerebro no es tan amplia como creemos. Y al parecer, tampoco la tenemos fuera.

 

En 1983 Benjamin Libet y sus colegas de la Universidad de California en San Francisco realizaron un peculiar ensayo. Los participantes debían observar un reloj cuya manecilla daba una vuelta completa cada 2,56 segundos. Mientras estaban atentos a la manecilla, eran libres de flexionar la muñeca en el momento que quisieran. Lo único que debían hacer era tomar nota mentalmente de la posición de la manecilla cuando decidían mover la mano. En otra variante del experimento, los sujetos debían estimar en qué momento habían movido realmente la mano. Por su parte, Libet medía con electrodos la actividad eléctrica en las áreas motoras del cerebro –lo que se llama el potencial de alerta- y en los músculos implicados en el movimiento de la muñeca. Dicho de otro modo: podía determinar cuándo el cerebro mandaba la señal a los músculos para actuar y cuándo éstos se ponían en marcha.

Libet encontró que, como era de esperar, el deseo de mover la mano aparecía antes de que el sujeto tuviera conciencia subjetiva de que había realizado el movimiento. Sin embargo, la sorpresa surgió cuando descubrió que la preparación nerviosa real para el movimiento, el potencial de alerta, aparecía entre 0,3 y 0,5 segundos antes de que el sujeto decidiera conscientemente que quería mover la mano. Según los psicólogos S. S. Obhi, de la Universidad de Ontario Occidental, y P. Haggard, del Colegio Universitario de Londres, especialistas en acción y percepción humanas, “el sentimiento de intención puede ser efecto de la actividad de preparación motora del cerebro y no una de sus causas”.

El experimento de Libet fue el primer impacto en la línea de flotación del libre albedrío. Los realizados desde entonces demuestran que el cerebro va por delante de nuestra intención consciente a la hora de realizar un movimiento; sale con ventaja antes de sentir que hemos decidido hacer algo. Aún más, los experimentos de Libet muestran que creer que estamos empezando a mover la mano empieza 86 milisegundos antes de que realmente suceda. Para este psicólogo el cerebro responde a los estímulos exteriores y la consciencia es la forma que tiene de racionalizar las acciones que ya ha decidido realizar. Esto no quiere decir que no ejerzamos ningún control sobre ellas: podemos modificar las que están en marcha. Así, Libet sustituye el libre albedrío por la libre censura: el cerebro propone y la mente dispone.

El problema no puede ser más interesante: Si no estamos al tanto de lo que hacemos cuando lo estamos haciendo ¿qué percibimos? Es más, ¿cómo surge la idea de que controlamos nuestras acciones? Para estudiarlo Wegner diseñó, junto a Emily Pronin de Princeton, un experimento vudú. Un voluntario realizaba la clásica maniobra de pinchar con agujas un muñeco mientras su ayudante, otro voluntario que secretamente estaba conchabado con los investigadores, o bien mostraba desagrado o apoyaba efusivamente la acción.

Como en todo vudú que se precie, al cabo de un rato la víctima empezaba a decir que sufría dolor de cabeza. A partir de este momento, en el caso en que el ayudante se mostraba en desacuerdo, el hechicero tendía a responsabilizarse del dolor de cabeza. Es un claro ejemplo de pensamiento mágico y supersticioso, como creer que por usar cierto bolígrafo se aprueba un examen. Estamos ante lo que se llama una ilusión de control. ¿Pasa lo mismo con el libre albedrío? Para Wegner la situación es clara. Percibimos dos situaciones, el pensamiento y la acción, y nuestro cerebro une los puntos independientemente de que exista una relación causa-efecto. El cerebro la asume y punto.

Otro descubrimiento llamativo es que nuestro cerebro percibe más próximos en el tiempo de lo que en realidad están el acto de volición consciente y la acción. Esto lo probó Patrick Haggard con un peculiar experimento. El voluntario debía pulsar con la mano izquierda un botón. Al hacerlo se disparaba una estimulación magnética transcraneana que le producía un tic en el índice de la mano derecha. Mirando un reloj el voluntario debía fijarse cuándo pulsaba el botón y cuándo sentía el tic. En otra tanda de experimentos la estimulación magnética la provocaba una palanca accionada por un motor que obligaba al voluntario a pulsar el botón de manera involuntaria.

Pues bien, el intervalo de tiempo transcurrido entre pulsar el botón y aparecer el tic era percibido de forma distinta en el caso de que la pulsación fuera voluntaria o involuntaria. Si creemos que hemos decidido nosotros, la causa y el efecto son percibidos como temporalmente más cercanos. ¿Será que el cerebro crea una intensa sensación de asociación temporal entre nuestros deseos y las acciones subsiguientes? ¿Querrá así afianzar la idea de nuestra responsabilidad consciente en esa acción?

 

Para Wegner el sentimiento del libre albedrío requiere, primero, ser consciente de que las intenciones preceden a las acciones; segundo, que las intenciones han de ser consistentes con las acciones y, tercero, no ha de haber otra causa perceptible de la acción. Para comprobar que estos tres requisitos bastan para provocar la ilusión de control en las personas Wegner diseñó otro experimento peculiar. Dos sujetos debían desplazar el cursor sobre la imagen de uno de los objetos presentados en la pantalla del ordenador al oír el nombre correspondiente. Pero lo que uno de ellos no sabía es que era el otro quien movía su cursor. Pues bien, si la palabra relevante, por ejemplo pan, la escuchaba entre 1 y 5 segundos antes de moverse el cursor hacia la imagen, creía que él lo había movido. Pero si se la escuchaba 30 segundos antes o un segundo después, no existía esa falsa sensación de control. La moraleja es que el cerebro decide que es el causante de lo sucedido después de realizar una acción. No obstante, otros trabajos indican que para que surja esa sensación de control tanto las acciones como sus efectos deben coincidir con las intenciones del sujeto. Si no es así, la ilusión de control desaparece.

Todos estos resultados hacen pensar a muchos científicos que el libre albedrío no es más que un espejismo creado por el cerebro. Mark Hallett, del National Institute of Neurological Disorders and Stroke, dice: “El libre albedrío existe, pero es una percepción, no una fuerza rectora. La gente experimenta el libre albedrío. Creen que son libres. Pero cuanto más escudriñas, más te da cuenta de que no lo tenemos”. A los investigadores como Wegner no les interesa decidir si existe o no, sino por qué creemos que lo tenemos. Sus experimentos le indican que nuestro cerebro está programado para creer que si pensamos en algo, ese algo va a suceder; nos hace creer que controlamos nuestras acciones.

Para ilustrar este punto veamos qué sucedió cuando Wegner llevó al laboratorio un número clásico de los cómicos. Una persona, delante de un espejo, viste un traje, pero son los brazos de otra persona situada detrás los que pasan por las mangas. Lo curioso es que si lleva puestos unos cascos que le predicen un momento antes cómo se van a mover los brazos, aparece en el sujeto una sensación de control sobre ellos. El cerebro, automáticamente, asumía que controlaba esos brazos.

¿A qué conclusión nos llevan todos estos trabajos? Suponiendo que existiera el libre albedrío, no hay manera de distinguir cuándo nuestras acciones responden a nuestros deseos (por ejemplo, estirar la mano para coger una galleta) de aquellas en las que se trata de una ilusión. Si nuestro cerebro es incapaz de diferenciar ambas, ¿Cómo podemos estar seguros de que existe el libre albedrío? ¿Es siempre esta sensación de control una quimera? No lo sabemos. Wegner compara la elección consciente con un mago realizando su espectáculo. Aparentemente, los efectos que realiza el ilusionista son causados por el movimiento que percibimos de sus manos, pero no es así. Ahí algo más que no vemos y es la verdadera causa. Del mismo modo, la simple decisión consciente de hacer algo no tiene por qué ser la causa de que lo hagamos.

Tanto si es una ilusión como si no, la noción de libre albedrío es útil y adaptativa, esto es, da ventaja evolutiva. Lo necesitamos para vivir; el mundo no tendría sentido para nosotros si creyésemos que los comportamientos de los demás no estuviesen causados por ellos mismos. Diversos investigadores, como Elizabeth Spelke de Harvard, en experimentos con bebés con tan solo unos pocos meses, han demostrado que poseen diversas habilidades mentales, como estimar si hay muchos o pocos objetos en una imagen, o que tienen (o creen tener) algo parecido a una noción de libre albedrío.

Sin embargo no todo está perdido. En 2007 Bjorn Brembs, de la Universidad Libre de Berlín parece haber encontrado la tabla de salvación en una de las mejores amigas de los biólogos, la mosca de la fruta. Los animales, y particularmente los insectos, suelen compararse con robots que solo responden a estímulos externos. ¿Qué pasaría si no los tuvieran? Para explorarlo Brembs colocó la mosca en una habitación blanca, sin ningún tipo de pista visual.En lugar de volar siguiendo un patrón totalmente aleatorio, como el ruido blanco de una radio no sintonizada, “el análisis de los datos descubrió una variabilidad en las elecciones de la mosca que revelaba una firme componente no-lineal, propia de los procesos biológicos”: el cerebro de la mosca iba generando espontáneamente un plan de vuelo predeterminado. “La decisión de torcer a la izquierda o la derecha de la mosca, que cambiaba todo el tiempo, provenía del cerebro”, dice. ¿Ha encontrado una base biológica para el libre albedrío? Brembs lo cree así. Para él es una función básica del cerebro. “No hemos demostrado que exista el libre albedrío, sino que puede existir”, sentencia George Sugihara, el matemático del The Scripps Institution of Oceanographyde la Universidad de California en San Diego que analizó los datos. “Hemos eliminado las dos propuestas clásicas contra el libre albedrío: la aleatoriedad y el determinismo puro”. Esto no implica, por supuesto, que la simpática mosca tenga conciencia.

Otro golpe al anti-libre albedrío ha venido de la Facultad de Psicología de la Universidad de Queensland, Australia. Allí los trabajos desarrollados en 2007 por Derek Arnold sobre cómo enfermedades como el autismo, la esquizofrenia o la dislexia modifican la percepción del tiempo, ponen en duda una cuestión que subyace a los experimentos de Libet y compañía: la percepción subjetiva del paso del tiempo. Arnold ha descubierto que detectamos los grandes cambios más rápidamente que los pequeños. No sólo eso, también nos parece que tienen lugar antes que los cambios pequeños. “La magnitud del cambio tiene un mayor impacto en la percepción del tiempo transcurrido en una secuencia de hechos (timing) que en la capacidad para detectar ese cambio”, comenta Arnold. Dicho de otro modo, somos conscientes de que algo ha cambiado (por ejemplo, si hemos tenido un tic) cuando estamos seguros de ello, no cuando lo detectamos por primera vez.

¿Qué implica este descubrimiento sobre el libre albedrío? Los experimentos de Libet parten de una suposición básica: tenemos un acertado sentido del timing. Pero los experimentos de Arnold sugieren todo lo contrario. “Somos conservadores; nuestra valoración del timing refleja cuándo estamos seguros de la detección, no de cuándo lo detectamos por primera vez”. El retraso encontrado por Libet puede estar relacionado con este hecho: no nos fijamos en la hora del reloj cuando decidimos por primera vez mover la mano, sino cuando estamos convencidos de que lo hemos decidido. “Somos responsables de nuestras decisiones –dice Arnold-. Simplemente no estamos muy seguros de cuándo las hemos tomado”.

 

En dos experimentos recientes, los psicólogos Kathleen Vohs de la Universidad de Minnesota y Jonathan Schooler de la Universidad de Columbia Británica han puesto a prueba el efecto que tiene creer en el libro albedrío sobre nuestro comportamiento ético. Para ello, propusieron a varios estudiantes realizar un examen de matemáticas ante un ordenador, pero se les advertía que el programa no funcionaba del todo bien porque a veces las respuestas aparecían en la pantalla. Para evitar verlas debían presionar la barra de espaciado tan pronto como asomaran. En definitiva, se apelaba a la honradez de los estudiantes. Previo al examen se les habían dividido en dos grupos. A uno se les había entregado un texto donde se afirmaba que estaba científicamente demostrado que el libre albedrío era una ilusión, un efecto espurio de la química cerebral. A la otra mitad no se les dijo nada. ¿Qué grupo copió más en el examen? El primero (nota SvsC: esto ha sido deliberadamente utilizado para esclavizarnos  durante milenios y hoy en día, legando nuestras responsabilidades a quien sea con tal de eximirnos de las mismas; donde el protagonista de entre el reparto ha sido y es la religión). En un segundo ensayo los psicólogos dieron a sus estudiantes un test cognitivo muy difícil. Debían resolverlo sin ayuda y al final les cantaban las respuestas para que se autocorrigieran. Por cada acierto podían levantarse y coger un dólar de un sobre situado en el otro extremo de la habitación. Aquellos que creían en el libre albedrío fueron más reticentes a autorregalarse el dólar.

Ahora bien, para estos investigadores sus resultados no son generalizables ni explican nuestras formas de conducta éticas, mucho más importantes que el mero hecho de copiar en un examen. Sin embargo, muchos creen que si no existe el libre albedrío nos dedicaríamos a hacer lo que quisiéramos por obra y gracia del mantra “qué importa”. No tiene por qué ser así, del mismo modo que no creer en un ser superior deviene en una falta de moral absoluta. ¿No es más probable que dudar de la existencia del libre albedrío nos sirva para proporcionar una excusa ante los demás por haber hecho lo que nos dio la gana? Dice un viejo aforismo que el carácter es hacer aquello que debes hacer aún sabiendo que puedes hacer cualquier otra cosa. El problema fundamental se encuentra, como apunta el psicólogo Steven Pinker, en que acabamos confundiendo explicacióncon exculpación. ¿Saben que es lo más curioso? Sea el libre albedrío una ilusión o no lo sea, todo seguiría como hasta ahora.

 

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La mayoría de los filósofos suponen que el concepto de libre albedrío está muy estrechamente relacionado con el concepto de la responsabilidad moral. Actuar con libre albedrío, en tales puntos de vista, es sólo para satisfacer el requisito de la metafísica en ser responsable de las propias acciones. (Evidentemente, también habrá condiciones epistémicas en la responsabilidad, así como ser consciente, o en su defecto, ser culpable inconsciente-de las alternativas relevantes a la propia acción y de la importancia de las alternativas morales.) Pero la importancia del libre albedrío no es por su conexión con la responsabilidad moral libre, también parece ser un estado en el desierto por los propios logros (¿Por qué el esfuerzo sostenido y el trabajo creativo son dignos de elogio?), sobre la autonomía y la dignidad de las personas, y por el valor que concedemos al amor y la amistad . (Ver Kane 1996, 81ff. Clarke y 2003, el Canal 1.)

Hay filósofos que distinguen la libertad de acción y la libertad de la voluntad de hacerlo, porque nuestro éxito en el cumplimiento de nuestros objetivos depende en parte de factores totalmente fuera de nuestro control. Además, siempre hay limitaciones externas sobre la gama de opciones que significativamente puede tratar de emprender. Dado que la presencia o ausencia de estas condiciones y limitaciones no son (en parte) nuestra responsabilidad, es plausible que los lugares centrales de nuestra responsabilidad sean nuestras elecciones, o “willings”.

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Definición:
El libre albedrío es la creencia de aquellas doctrinas filosóficas que sostienen que los humanos tienen el poder de elegir y tomar sus propias decisiones. El concepto ha sido extendido en ocasiones a los animales y a la inteligencia artificial de las computadoras. Muchas autoridades religiosas han apoyado dicha creencia mientras que ha sido criticada como una forma de ideología individualista por escritores tales como Baruch Spinoza y Carlos Marx. La frase es comúnmente usada y tiene connotaciones objetivas al indicar la realización de una acción por un agente no-condicionado íntegramente ligado por factores precedentes y subjetivos en el cual la percepción de la acción del agente fue inducida por su propia voluntad.

El principio del libre albedrío tiene implicaciones religiosas, éticas, psicológicas y científicas. Por ejemplo, en la ética puede suponer que los individuos pueden ser responsables de sus propias acciones. En la psicología, implica que la mente controla algunas de las acciones del cuerpo, algunas de las cuales son conscientes. En el reino científico, el libre albedrío se puede percibir en las acciones del cuerpo, incluyendo al cerebro, no siendo determinadas enteramente por la causalidad física.

-Contenido religioso- Jesús narró una parábola sobre un sembrador (Mateo 13:24-30):

Un hombre sembró buena semilla en su campo. Pero, mientras los hombres dormían, su enemigo vino y sembró la cizaña entre el trigo y se fue. Cuando la hierba brotó y produjo grano, apareció también la cizaña. Vinieron entonces los siervos del padre de la familia y le dijeron: “¿Señor, no sembraste buena semilla en tu campo? ¿Entonces, de dónde ha venido la cizaña?” Él les dijo: “Un enemigo ha hecho esto.” Y los siervos le dijeron: “¿Quieres que vayamos y la arranquemos?” Pero él dijo: “No, no sea que al arrancar la cizaña arranquen también el trigo. Dejen crecer conjuntamente lo uno y lo otro hasta la siega. Y en el tiempo de la siega yo diré a los segadores: “Recojan primero la cizaña, y atadla en manojos para quemarla, luego recojan el trigo en mi granero”. En esta parábola las “semillas” son la verdadera o falsa información. Gracias a ella el campo puede dar buena “cosecha”, así como “cizaña”. Pero cada hombre tiene el tiempo necesario, hasta la “siega”, para escoger, a través de la búsqueda personal y sus decisiones lo que él quiere llegar a ser: “trigo” o “cizaña”.

Y es a través del uso del libre albedrío que nosotros forjamos nuestros destinos…

Un acto libre propiamente es en sí mismo una causa (una creación) y no un efecto.


El libre albedrío requiere ausencia de coacción externa, la libertad requiere ausencia de coacción interna.

Para abordar el tema completamente debo exponer las 2 posturas más corrientes al respecto:

¿Nuestro destino está fijado de antemano? (postura fatalista).

ó

¿Somos dueños de nuestro destino? (Postura que defiende el Libre Albedrío).

El primer caso se fundamenta en aceptar el principio de causa y efecto ajeno a nosotros. Una vez que se barajaron las cartas, el orden de aparición de las mismas (cualquiera sea) quedó establecido.

El segundo caso, tal como se presenta habitualmente, es una posición de principios. Aceptamos ser nosotros los dueños de nuestro destino.

De acuerdo con la primera postura, yo estoy escribiendo estás líneas porque no tengo otra alternativa. Toda la configuración previa del universo condicionó mis acciones actuales.

De acuerdo con la segunda postura, yo estoy escribiendo porque tomé la decisión voluntaria de hacerlo. Podría no haber escrito estas líneas si no hubiera querido.

El principio de causa y efecto es compatible con el libre albedrío.

Como nota especial, puedo mencionar que la teoría del caos, y también la mecánica cuántica, aportaron nuevas visiones filosóficas, y para muchos, estas teorías eliminaron la causalidad (nota svsc: ¡oups! ¿ley hermética causa-efecto?).

Supongo que puede afirmarse con bastante grado de certeza que un átomo no posee Libre Albedrío. Con esto quiero decir que cuando un átomo responde a un estímulo, no toma decisiones, simplemente cumple con las ley de la física que rigen su comportamiento. De este modo, no es de esperar que un átomo “decida” moverse en una u otra dirección. (Nota SvsC: Al igual que nosotros por ejemplo estamos influenciados por las leyes herméticas, sin ir más lejos, “el ritmo”)

Por otro lado, aceptamos quienes creemos tener libre albedrío que nosotros sí decidimos qué hacer cuando llegamos a un cruce da caminos. En este caso aceptamos que no existe una ley física o fuerza de otra naturaleza que nos obligue a tomar hacia la derecha o hacia la izquierda. (Nota SvsC: Tal vez la haya y nuestra inconsciencia no nos permite verla)

Nota SvsC: ¿Dónde se encuentran los diferentes grados del libre albedrío entre consciencia e inconsciencia? ¿Somos capaces de asegurar dónde interviene nuestro libre albedrío y dónde no? En el caso de una influencia parcial en nuestro libre albedrío, ¿que porcentaje o parte de nuestras pensamiento/elecciones nos corresponden realmente?

Nota SvsC: En todo rige una continua comunicación, causa-efecto, estímulo-respuesta, donde interaccionan infinitas series de programas instalados en las infinitas y diferentes formas de vida que habitan e interactúan en este universo/s, pasando por virus, bacterias, minerales, plantas, animales, animales-hombre y seres humanos –si se me permite la distinción-, entre otras infinitas formas. Como dijoCarl Sagan: existen más combinaciones posibles de ADN que átomos en el universo.

Podría asimilarse el comportamiento mecánico de un trozo de roca a lo que llamamos programación lineal. La cadena de resultados queda fijada desde el comienzo. En estos casos no existe Libre Albedrío. Por otro lado los seres vivos a los que asignamos poder de decisión, poseen una programación condicionada (Nota svsc: astrología por ejemplo/zodíaco), al igual que exponía Jung, los 12 arquetipos/programas de personalidad. Esta teoría parte de la idea que “De una manera u otra somos partes de una sola mente que todo lo abarca, un único gran hombre” (C.G. Jung), es decir existen ideas y patrones de conducta que son universales y están presentes en toda la humanidad, más allá del sexo, cultura, edad o religión, ya que pertenecen a la psique humana. Ésta sólo es una de las múltiples e infinitas variables condicionantes (unas tienen más peso que otras obviamente).

En algún lugar de la cadena de agrupamiento de átomos surgió la posibilidad de condicionar la cadena de acontecimientos posterior a un evento cualquiera. En otras palabras, en algún momento, lo que denominamos seres vivos inteligentes agregaron o se les agregó una posibilidad a su programación: La toma de decisiones.

Seres vivos inteligentes son aquellos que pueden dar diferentes respuestas frente al mismo estímulo. (Nota svsc: somos inteligentes según nosotros ¿pero quién dice que lo seamos realmente? y que además tengamos libre albedrío cuando nos parece)

Edición SvsC: No existen dudas de que diferentes hombres pueden reaccionar de forma diferente frente a un mismo estímulo. Del mismo modo que diferentes caballos, o perros, o gatos, etc, también lo hacen, sin embargo nosotros podemos creer que nuestras respuestas son libres al contrario que los animales no racionales. Al observar dos o diez respuestas diferentes a un mismo estímulo de un par de perros, digamos de la misma raza para reducir el margen de error en lo que al ADN y  programaciones condicionantes se refiere, diríamos que dichas diferentes respuestas se deben a una diferente sub-programación pre-condicionada de cada animal, no diríamos que tienen libre albedrío consciente, sino que está condicionado previamente; de ahí surge la idea de los animales-hombre o de la zombifiación. Si 5 personas tras visionar 2 anuncios de productos de diferente marca: 2 compran una marca de cada, otro no compra, otro compra las 2 marcas y el otro decide no ver ni escuchar el anuncio ¿quién tiene libre albedrío?

El hecho de percibir una programación más simple en los animales puede llevarnos a veces a malinterpretar el propio libre albedrío por un sistema y programación más complejos que desconocemos y/o bien por interferencias de otros seres (que está a la orden del día).

Nota SvsC: ¿Cómo podemos demostrar realmente cuando queremos la existencia del libre albedrío con nuestra limitadísima comprensión de no sólo esta realidad sino de las otras muchas que nos envuelven? Ciegos y atrevidos por exceso de ignorancia.

Por ejemplo, si elijo estudiar medicina, en vez de arquitectura el medio donde me encuentre seguramente influenciará mi decisión. Pero una explosión a mi espalda tiene una influencia más directa sobre mi reacción de mirar hacia atrás. En este ejemplo puede objetarse que el medio ambiente define las opciones posibles y probables.

Nota SvsC: ¿Quién dice que las decisiones que hemos tomado y probablemente tomaremos no las hemos decidido ya antes de venir a esta vida en particular? y qué lo que venimos a hacer por aquí a parte de disfrutar, en gran parte venimos para entender por qué las hemos tomado.

El Mito De La Libertad Circunstancial

Editado SvsC: La mayor parte del tiempo pensamos o queremos pensar que elegimos y tratamos de llevar a cabo ciertas acciones o proyectos y que de un modo u otro no resultan y nos pasamos la vida preguntándonos por qué, elecciones que nosotros tildamos de conscientes; cuando en la realidad interna inconsciente del ser, la verdad y razón de búsqueda de esas acciones probablemente sea otra que ignoramos o queremos ignorar. Si sabemos escuchar y aprender de nuestras experiencias, estas a la vez de ayudarnos a conocernos, asegurarán y acertarán futuras decisiones para el siguiente paso, para que sigamos evolucionando/aprendiendo. A parte del camino del autoconocimiento pienso que hay elecciones colectivas (con sus diferentes subgrupos; como un árbol que se ramifica infinitamente) que influyen en nuestra vida (recordemos que formamos parte de un todo). Hay que aceptar que no sabemos prácticamente nada, sin tratarse de falsa modestia, es mi perspectiva, hemos remplazado el saber por creer y creemos saber infinidad de cosas, tal vez demasiadas. Existen paradigmas y sistemas de creencia hoy en día que no sólo los han colocado ahí para estancarnos sino para retroceder a nivel de conocimiento y evolución; cuando nos perdemos lo mejor es volver al principio, tirar la basura y volver a paradigmas sensatos que a su vez nos lleven a otros, por el camino del conocimiento.

Hay algo que siempre me ha asombrado debido a mi limitada comprensión, y es el hecho de ver el infinito dentro de lo finito, la infinidad de diferentes decisiones y experiencias que llevamos a cabo unos cuantos miles de millones de personas, todas ellas anexas unas a otras. A lo que voy es que hay infinidad de asuntos de los que no tenemos explicación certera y no sabemos a que nivel ni cómo operan en ésta y otras realidades anexas.

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Si en un experimento carne fresca y ensalada aderezada fueran colocadas frente a varios leones hambrientos, uno por uno, escogerán la carne. Esto es debido a que su naturaleza dicta la selección. Así es con el hombre. El albedrío del hombre no está libre de fuerzas externas, ni de la inclinación de la naturaleza humana, que como más abajo se describe de natural tiene poco.

Lo que la mayor parte de la gente da a entender por libre albedrío, es la idea de que el hombre es, por naturaleza, neutral y por lo tanto, capaz de elegir entre el bien y el mal. El albedrío humano y el total de la naturaleza humana están inclinados continuamente sólo al mal. Jeremías preguntó: “¿Mudará el etíope su piel,  y el leopardo sus manchas? Así también,   ¿podréis vosotros hacer bien,  estando habituados a hacer mal?” Jeremías 13.23. Es imposible. Es contrario a la naturaleza. Así, los hombres desesperadamente necesitan la transformación sobrenatural de su naturaleza, de otra manera, sus albedríos son esclavizados para elegir el mal. (Nota SvsC: Para complementar este párrafo, hay otra naturaleza humana opuesta (paz), con la que concuerdo sinconsiderarme demasiado ingenuo y/o ignorante, que ha sido expuesta por varios seres humanos altamente evolucionados/iluminados adelantados a su tiempo a lo largo de la historia)

A pesar de las grandes ovaciones que le son dadas al “libre albedrío”, hemos visto que el albedrío del hombre no es libre para elegir un camino contrario a los propósitos de sus programas, ni libre para actuar contrariamente a su propia naturaleza moral.

Volviendo al tema del cerebro reptil; Pablo nos dice que la mente con la cual nacimos es hostil a Dios (entendiendo Dios desde SvsC como fuente creadora de todo) ¿Cómo puede el albedrío escapar a la influencia de la naturaleza humana con la cual nació, con una violenta enemistad a Dios? Sería de locos para el albedrío elegir la paz, cuando cada hueso y gota de sangre clama por rebelión.

En este punto es clave mencionar nuestra vinculación intrínseca del ADN con la raza reptil y lo que su manipulación y mente conlleva, por mucho que no queramos aceptarlo y/o nos disguste.

No nos extraña que Martín Lutero escribiera un libro titulado “Sobre el albedrío esclavo”, el cual se considera uno de sus más importantes tratados. El albedrío está en las cadenas de una naturaleza humana malvada (Nota Svsc: condicionada).

FUENTES

http://masabadell.wordpress.com/2010/06/09/%C2%BFexiste-el-libre-albedrio/

http://www.miapic.com/que-es-el-libre-albedrio

http://www.soloporgracia.com.mx/ellibrealbedrio_chantry.html

http://www.taringa.net/posts/info/1076094/El-libre-Albedrio-_que-es__.html

http://haylibrealbedrio.wordpress.com/2009/11/24/%C2%BFque-es-el-libre-albedrio/

http://www.geocities.com/lagallina2000/Albedrio.htm

http://jesucristo.swami-center.org/page_11.shtml

http://www.geocities.com/eqhd/libreAlbedrio.htm#_Toc84311923

http://es.wikipedia.org/wiki/Libre_albedr%C3%ADo

Fuente del artículo

http://sabervscreer.wordpress.com/2013/02/06/libre-albedrio/

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