El Partido Comunista Chino (PCCh) anunció la reforma de su extensa red de campos de concentración, conocidos como “reeducación a través del trabajo”. El anuncio fue emitido en enero y los detalles todavía son confusos, así que los funcionarios están barajando respuestas y los analistas resolviendo las implicancias.
El sistema de trabajos forzados, llamada laojiao en chino, es el caballo de batalla del aparato represivo del régimen comunista desde 1957, y actualmente ocupa desde cientos de miles a millones de presos. Las cifras son estimadas por investigadores de derechos humanos porque el PCCh no publica estadísticas.
Sin acceso a un abogado o cualquier proceso judicial, un ciudadano chino puede ser enviado a cuatro años de trabajos forzados, por algo tan insignificante como ridiculizar a un funcionario del Partido a través de Internet, o por la creencia espiritual que posea.
Dada la centralidad del sistema al objetivo declarado del Partido Comunista de “mantener la estabilidad”, la idea que va a ser suprimido lleva a las líneas obvias de especulación: ¿será un caso de “caldo diferente, misma medicina” como dijo un disidente chino?, ¿utilizarán en su lugar el sistema judicial manejado por el Partido para castigar a los enemigos del estado? ¿O verdaderamente esto es un signo de reforma?
Pánico
Las respuestas desde dentro del Partido indican incertidumbre sobre todo lo dicho anteriormente.
Según entrevistas conducidas por La Gran Época, los funcionarios de Chongqing, una ciudad principal al suroeste de China, están en un estado de pánico ya que tratan de calcular cómo las nuevas pautas los afectarán personalmente.
Miembros del enorme aparato de seguridad de dicha ciudad tienen razones particulares para estar preocupados, dado que se cree que miles de personas fueron incorrectamente condenados al trabajo forzado bajo la lupa del destituido miembro del Politburó Bo Xilai.
Una gran parte de su campaña “golpeando lo negro” estaba basada en la idea de poner etiquetas a enemigos políticos y otros como “elementos mafiosos”, tomando sus activos, y enviándolos al equivalente de Siberia en el sudoeste. Cuando estos hombres sean liberados podrían buscar represalias contra aquellos que los guardaron en esos sitios.
Eliminación gradual
En la provincia de Guandgong, siempre a la vanguardia de campañas y experimentos, la respuesta es más medida. El comité provincial del Partido anunció que dejará de usar su sistema de trabajo forzado durante este año. Los campos de trabajo no recibirán nuevos detenidos, y los actualmente encerrados terminarán sus condenas.
En Yunnan, una provincia más alejada del centro y con una identidad local fuerte, los funcionarios anunciaron que dejarían de condenar a trabajo forzado a tres clases de ofensas: “poner en peligro la seguridad del estado, peticiones perturbadoras, y denigrar las imágenes de líderes estatales”. Los actualmente detenidos todavía cumplirán sus penas, pero después los campos se presumiblemente se cerrarán.
Renee Xia, la directora internacional de la organización Chinese Human Rights Defender, con sede en Hong Kong, dijo en un comunicado de prensa que es demasiado temprano para ser optimista sobre los cambios. “Puede haber muy probablemente desacuerdos y conflictos dentro del Partido que echan una sombra en los proyectos de Yunnan o Guangdong de seguir adelante con cambios”, señaló Xia.
Ahora a prisión
Otra categoría de respuesta de funcionarios chinos fue anticipada por los disidentes y comentaristas políticos más pesimistas: que los cuadros cambiarán simplemente a otros instrumentos de persecución.
Esto ya comenzó a ocurrir contra practicantes de Falun Gong, según informes de primera mano publicados por Minghui.org. Falun Gong es una práctica espiritual suprimida desde 1999, después de que el entonces líder del Partido Jiang Zemin se volviera temeroso de la popularidad de sus enseñanzas morales tradicionales.
Según Minghui, en algunas regiones se dictaron pesadas condenas de prisión— el autor cuenta 75 casos durante solamente una semana de enero. En esta línea el Partido simplemente ha cambiado a utilizar el sistema judicial para atacar a sus enemigos declarados, un proceso que conlleva un poco más de protección que el sistema arbitrario del trabajo forzado.
‘Misma medicina’
Estos acontecimientos no son sorprendentes para Zhong Weiguang, un columnista e investigador de regímenes totalitarios radicado en Alemania. “La forma y el nombre de la reeducación a través del trabajo se podrían quitar, porque no se ve bien. Pueden dejar de usarlo temporalmente. Pero sus objetivos, su control, el monitoreo, la intimidación y la persecución de la gente bajo la dictadura del Partido serán las mismas”.
Sin reformas políticas más amplias en el seno del PCCh, Weiguang no puede tomar los anuncios en serio. Mientras tanto, ve el ejercicio como simple propaganda.
Zhong Weiguang vive fuera de China hace varias décadas, pero sigue muy de cerca el desarrollo de los acontecimientos. Los disidentes y los abogados de derechos civiles dentro del país tienen el mismo punto de vista: por supuesto, el Partido seguirá reprimiendo a la gente. Pero tienen una visión sobria y a largo plazo de lo que realmente se requerirá para un cambio en China a largo plazo.
El fruto de la resistencia
Huang Qi, que fundó Liusi Tianwang, o la Red Divina del 4 de junio, uno de los primeros sitios web de derechos humanos en China, indicó que detrás de la política hay más que un mero espectáculo público.
“En la etapa actual, después de más de una década de protesta colectiva, se puede decir que el sistema laojiao alcanzó ya su punto final. Es ante las protestas y el descontento que se toman medidas para abolirlo”, dijo.
La presión internacional desempeñó un pequeño papel. “Lo que realmente tiene un impacto decisivo son los millones de ciudadanos, incluso nuestros amigos de Falun Gong, y sus años de resistencia”, dijo Huang Qi.
El hecho que el régimen se vea obligado a responder a la presión social “es por supuesto un signo del progreso social”, indica Huang Qi, y lo entiende como parte de una larga campaña de resistencia, que mientras el sistema puede ser sustituido por algo más, también resistirá la nueva encarnación. La clave es que el cambio es una señal de que la presión popular cambió el curso oficial.
“La cosa más importante es la resistencia de los ciudadanos, ese el poder más básico para el cambio social en China”, agregó Huang Qi.
Una visión de progreso
Zhang Jiankang, un abogado de derechos civiles de la provincia de Shaanxi, tomó un punto de vista a largo plazo similar para el desarrollo. “En los primeros años, los ‘delitos contrarrevolucionarios’ se convirtieron en ‘subversión del poder del estado’. Ellos simplemente actualizaron el nombre, aunque el contenido es el mismo. Sin embargo, deshacerse de la denominación ‘delitos contrarrevolucionarios’, en la superficie, ya es progreso”. Esto demuestra que el Partido tiene que ceder ante la resistencia popular.
La consideración natural para los analistas, es la de si los anuncios tendrán consecuencias no deseadas, abriendo la puerta a otros tipos de reforma que a la larga dará lugar a mayores libertades, o incluso democracia en China.
“China avanzando hacia el imperio de la ley es una tendencia que ningún grupo puede detener”, señala Huang Qi. Él dice que es necesario que la gente de China, incluyendo periodistas, abogados, académicos, peticionarios, “sigan resistiendo”.
“Bajo esa supervisión y resistencia continua, creo que China continental caminará hacia la democracia y los derechos humanos. … Sólo empujando duro podemos conseguir una China que se mueva hacia los derechos humanos”.