Los manifestantes, que en su mayor parte son los jóvenes salafistas e islamistas, exigen al Gobierno que realice reformas democráticas y termine con las detenciones políticas. Después de las protestas en la capital económica, miles de manifestantes también empezaron su marcha en la capital política de Marruecos, Rabat.
Mientras tanto los islamistas no han concretado todavía sus exigencias respecto al sistema político ya que sus «reivindicaciones inmediatas se basan en la liberación de muchos inocentes que han sido encarcelados de manera completamente ilegal», asegura el salafista Reda Benatmane, participante de las protestas.
Las otras demandas de los manifestantes son el fin de la corrupción, la disolución del Gobierno y del Parlamento y el control de los precios. Pese a que Marruecos vive el tercer día de protestas en dos meses los especialistas no piensan que la situación pueda desembocar en situaciones como las vividas en Túnez, Egipto, Libia o Yemen.
Marruecos es una monarquía constitucional con un Parlamento electo, pero la Constitución autoriza al rey a disolver la legislatura, imponer el estado de emergencia y ostentar un poder decisivo en los nombramientos del Gobierno.