A los hombres les es más difícil entender las emociones del resto. No se trata de un prejuicio, afirma la ciencia, sino que de diferencias estructurales en su cerebro. Para ellos extraer información relevante de las miradas, una de las fuentes más ricas sobre las emociones de los demás, es una tarea compleja, especialmente si tienen al frente a una mujer.
Así lo muestra un estudio de la U. de Aachen y la U. de Duisburg Essen, de Alemania, que a través de resonancias magnéticas analizaron a 22 hombres que debían distinguir en siete segundos si una mirada era femenina o masculina y qué emoción expresaba. Cuando se trataba de definir el género de las miradas, fueron muy exactos: superior a 90%.
No pasó lo mismo al identificar la emoción. Cuando miraron a otros hombres, los voluntarios lograron 88% de respuestas correctas y, prácticamente, automáticas. Pero al mirar a mujeres, las respuestas correctas bajaron a 76% y fueron dadas en el doble de tiempo. Un dato importante para los expertos, pues en la vida real las respuestas empáticas deben ser automáticas.
Actividad cerebral
Esa diferencia en el reconocimiento de las emociones, dicen los investigadores, se asocia a una falta de activación en las regiones límbicas del cerebro, que incluyen el hipocampo, la corteza cingulada anterior y la amígdala, claves en el procesamiento emocional. Algo que se vio en los escáneres de los voluntarios, cuando miraban a mujeres y trataban de interpretar sus emociones.
Sin embargo, a los hombres no les costó mucho identificar las emociones de sus pares. El hipocampo y especialmente, la amígdala mostraron un aumento de actividad. El primero está involucrado en la adquisición y expresión de recuerdos emocionales, lo que sugiere un uso de información de la memoria autobiográfica, lo que permitiría entender más fácilmente a otros hombres.
Sin embargo, la clave parece estar en la amígdala. Christina Pawliczek, del departamento de siquiatría de la U. de Aachen, señala a La Tercera que su funcionamiento en los hombres parece marcar la diferencia en estos casos. “La amígdala juega un papel muy importante en el reconocimiento de emociones y procesamiento de la emoción, según lo ha demostrado un gran número de estudios en la última década”.
Incluso, estudios han revelado que pacientes con lesiones en esta zona son incapaces de reconocer emociones al mirar un rostro.
En la actual investigación, dice Pawliczek, se aprecia que frente a una emoción femenina la amígdala masculina no tiene la misma actividad que muestra cuando está frente a un hombre.
El hallazgo, que coincide con el realizado por un estudio de la U. Queen Mary de Londres, en 2011, que determinó que los hombres poseen un sesgo masculino de adaptación que los lleva a notar con más precisión las expresiones de amenaza e ira en rostros masculinos que en femeninos. Y la responsable es la amígdala.
Se trataría de un rasgo evolutivo que permitió a los hombres identificar fácilmente la amenaza de otros machos. “Mientras estuvieran más involucrados en peleas de caza y territorio, habría sido importante para ellos ser capaces de predecir y prever las intenciones de sus rivales masculinos”, dice el estudio de la U. de Aachen publicado en Plos One.
Pawliczek aclara, sin embargo, que no sabe aún por qué se activa más o menos la amígdala en los hombres al interpretar las emociones. “Es difícil decir qué produce la mayor activación masculina de la amígdala en el reconocimiento de caras (de otros hombres). Puede ser un efecto automático entre el tipo de estímulo y el mecanismo de procesamiento de la emoción. Pero no lo sabemos aún”.