En la migración de las mariposas monarca de Canadá hacia México, el vuelo de estas describe un extraño movimiento en cierta etapa, la cual, según los científicos, obedece a un obstáculo que hace miles de años ha desaparecido –pero no en el ADN de las mariposas.
Danae trenza el tiempo dorado en el Nilo.
José Lezama Lima
Las montañas son formaciones milenarias que cuentan en voz baja la juventud de la Tierra: parece como si siempre hubieran estado ahí, pero al igual que los seres vivos que se mueven y vuelan, las montañas también evolucionan e incluso hay algunas que mueren.
Geólogos y biólogos creen que el extraño comportamiento en una parte del trayecto de las mariposas monarca –en un épico vuelo desde Canadá hasta los montes de Michoacán, en México, en una peregrinación que se pierde en el origen de la especie– pudo haber involucrado una etapa que ha desaparecido hace mucho tiempo.
A lo largo de su viaje, las mariposas monarca (danaus plexippus) deben detenerse en muchos sitios, haciéndolos inmediatamente atractivos para los turistas que gozan de ver bosques y ríos cubiertos de una capa dorada y orgánica hecha por millones de individuos en una peregrinación ininterrumpida. Ninguna generación de mariposas logra hacer por sí misma el trayecto entero, por lo que el ciclo de su movimiento está intervenido por otros ciclos de reproducción, vida y muerte.
Una parte interesante de este trayecto ocurre en el Lago Superior, en Canadá. Ahí, los científicos han observado que la nube de mariposas errantes viaja hacia el sur, sobrevolando el lago; pero como si no fuera suficientemente agotador este vuelo, en algún momento hacen un extraño giro colectivamente hacia el este, vuelan por un rato y después se dirigen nuevamente hacia el sur. ¿Por qué?
Algunos investigadores creen que en ese lugar hace mucho tiempo hubo una de las montañas más altas de América del Norte, la cual se interponía en el paso de las mariposas. Pasar por arriba estaba fuera de discusión, por lo que en el GPS genético de las monarcas está inscrito este extraño viraje hacia el este y luego al sur, una ruta que debió servir a sus antepasados para rodear la montaña. A pesar de que la montaña hace millones de años haya desaparecido, las mariposas rinden un tributo colorido a su espacio vacío, como un miembro fantasma de la naturaleza, que sigue muy vivo incluso –o precisamente a causa– de su desaparición.
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