La causa del sufrimiento

por Gina Lake

Gina Lake

La mente egoica es la causa del sufrimiento, y punto; no hay que darle más vueltas. El sufrimiento sólo ocurre como respuesta a un pensamiento. Sufrimos porque pensamos algo acerca de lo que está sucediendo, de lo que ha sucedido o de lo que podría suceder. Creamos una historia acerca de lo que es, de lo que fue o de lo que será; historia que se convierte entonces en la causa de nuestro sufrimiento. Son los temores los que principalmente nos hacen sufrir, ya que son ideas pesimistas relativas al futuro; aunque si se mira bien, cualquier idea es factible de causar sufrimiento si se le da el debido crédito.

Incluso las ideas optimistas pueden causar sufrimiento. Algo tan simple como «me están saliendo las cosas a las mil maravillas» puede ser causa de sufrimiento, toda vez que podría llegar un día en que la mente dijera: «No me están saliendo las cosas a las mil maravillas.» Todo pensamiento positivo tiene en potencia la misma posibilidad de causar sufrimiento que uno negativo, y ello porque lleva implícito el temor de perder lo que se desea.

En cualquier caso, tanto si tenemos un pensamiento optimista como pesimista, mediante la acción de pensar le hemos dado vida al yo egoico. La mente se vale del pensamiento para crear el yo. Antes de que se suscitara el pensamiento no existía el yo egoico, sólo el Sí Mismo. Este nacimiento del yo es la causa del sufrimiento. Los dos van de la mano. El yo y su historia tienen que ver con la separación (o independencia), y toda separación es dolorosa. Siempre que nos centramos en el yo sufrimos, tanto si el yo presenta una cara optimista como pesimista.

Sufrimos no sólo porque nos independizamos de los demás, sino también porque nos separamos del Si Mismo. Sin embargo, este sufrimiento no es erróneo, forma también parte del plan del Sí Mismo. El sufrimiento es lo que nos despierta y nos saca del estado de consciencia egoico. No solamente es beneficioso para el yo egoico, sino que también es ese pinchazo que nos despierta a nuestra verdadera naturaleza. El sufrimiento no es un error.

El sufrimiento es el resultado de nuestra programación. Se nos programa con una mente que genera pensamientos (entre los que están incluidos los pensamientos del yo) que son causa de sufrimiento. Aunque también se nos indica la forma de escapar del sufrimiento. La vida es un puzzle: en ella se nos pide que encontremos la solución al sufrimiento. Miramos por todas partes para dar con la forma de escapar del sufrimiento. ¿Es comer la forma de escapar? ¿Es estar ocupado la forma de escapar? ¿Es tener más dinero la forma de escapar? ¿Es ser famoso la forma de escapar? ¿Es tener una buena relación la forma de escapar? No, no, no, no y no. Al final descubrimos que nada de lo anterior puede considerarse una forma de escapar. Entonces, ¿cuál es la forma de escapar del sufrimiento?

Después de mirar en todas estas direcciones y en algunas más, comenzamos a escudriñar en filosofías y enseñanzas con la esperanza de encontrar la respuesta. ¿Es la psicoterapia la forma de escapar? ¿Es la meditación la forma de escapar? ¿Es una estricta dieta vegetariana la forma de escapar? ¿Es el yoga la forma de escapar? ¿Son las afirmaciones personales la forma de escapar? No, no, no, no y no.

Cuando estamos preparados aparece un maestro que ha encontrado la forma de escapar. «Tú no existes», dice el maestro. «Si ésa es la verdad, no quiero oírla», decimos nosotros. Y volvemos a mirar en alguna otra parte. Finalmente, nos topamos con la Verdad tantas veces que no podemos negarla.

¡Qué conmoción! ¡Qué duro golpe! No existo. ¿Qué pasará ahora? ¿Cómo tendremos que vivir la vida? Tú no sabes cómo. Desechas toda pretensión de saber y aceptas quedarte en la ignorancia. No Saber es el estado natural. Sin embargo, este No Saber no pertenece al reino de la ignorancia eterna. El saber ocurre; lo que pasa es que no ocurre por adelantado, sino en cada momento. Se desarrolla de momento a momento. Pero ¿quién sabe lo que sucederá en un momento que todavía está por llegar? Sólo sabemos lo que sucede en este momento. Así es cómo se vive la vida sin el yo. Muy bien, gracias.

Liberémonos del sufrimiento

Cuando no nos identificamos con la mente egoica, sino con la plena verdad de quienes somos —el Sí mismo— no hay sufrimiento. Aunque nos hayamos dado cuenta del Sí Mismo, seguimos siendo impelidos a hacer cosas; pero ahora el Sí Mismo nos mueve sin esfuerzo alguno hacia sus metas. No hay sufrimiento porque dejamos de hilar historias en torno a cualquier cosa que esté ocurriendo. El sufrimiento no proviene tanto del hecho de seguir nuestros deseos e impulsos como de las historias que hilamos sobre «esto no es suficientemente bueno», «yo no soy suficientemente bueno», «la vida no es suficientemente buena», etcétera.

En el estado de consciencia egoico, todo pensamiento, sentimiento y acción se califica bien como bueno, o bien como malo; y se estima que esta evaluación es válida. La historia que se cuenta nunca refleja toda la verdad, aunque se asume que es verdadera. No cesamos nunca de hilar historias sobre nosotros y los demás, y también sobre el pasado y el futuro. Al no ser verdaderas, o al menos en parte, estas historias nos infligen un gran sufrimiento. Creamos con estas historias una realidad imaginaria y luego vivimos en su seno.

Mientras tanto, el Sí Mismo permite cualquier realidad que el yo egoico cree. Está totalmente dispuesto a tener cualquier experiencia que elijamos. Disfruta plenamente aprendiendo de todas ellas. Es fascinante ver cómo la propia historia se interpreta a sí misma. Es por esto por lo que en principio creó estas formas; sin duda, quiere ver cómo cada individuo, con su única personalidad y conjunto de impulsos, vivirá su drama en el mundo. ¿Cómo interactuará la historia? ¿Qué conclusiones sacará? ¿Cómo verá a la vida? ¿Qué elegirá? El Sí Mismo se siente atraído por su creación y alegremente anticipa todos y cada uno de sus movimientos.

Cuando despertamos y nuestra identidad cambia del ego al Sí Mismo, sentimos esta alegría y el amor que el Sí Mismo tiene para sí mismo en todas sus múltiples formas. Cuando cesamos de identificarnos con la mente egoica, todos los juicios, apreciaciones, historias o puntos de vista que puedan aún surgir se ven por lo que son; por tanto, dejan de conformar nuestra realidad. Al igual que el Sí Mismo, nuestra realidad es nuestra verdadera naturaleza, la cual es amor, aceptación, alegría y felicidad ilimitada.

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