“Consideran que matar a un semejante es un acto atroz. Para ellos, la guerra es algo tan incomprensible y repugnante que ni siquiera existe la palabra en su idioma.” (COMENTARIO DEL EXPLORADOR NORUEGO FRIDTJOF NANSEN SOBRE LOS INUIT DE GROENLANDIA [1888])
¿A QUIÉN no le gustaría vivir en una sociedad en la que la guerra fuese algo “incomprensible y repugnante”? ¿Quién no sueña con un mundo en el que ni siquiera exista la palabra guerra porque tal concepto sea totalmente desconocido? La posibilidad de que llegue a haber un mundo así puede parecer inconcebible, especialmente si dependiera del hombre.
Pero en el libro profético de Isaías, Dios mismo promete crear un mundo así: “Tendrán que batir sus espadas en rejas de arado y sus lanzas en podaderas. No alzará espada nación contra nación, ni aprenderán más la guerra” (Isaías 2:4).
Está claro que el mundo de hoy, con unas veinte guerras en marcha y 20.000.000 de soldados en servicio activo, tendría que cambiar muchísimo para que se cumpliera esa promesa. No debería extrañarnos, pues, que el Dios todopoderoso, Jehová, tenga que intervenir en los asuntos humanos. Esta intervención por parte de Jehová culminará en lo que la Biblia llama Armagedón (Revelación [Apocalipsis] 16:14, 16).
Aunque últimamente se ha estado utilizando el término Armagedón para referirse a una conflagración nuclear a escala mundial, la Enciclopedia Hispánica lo define así: “Lugar donde se congregarán las fuerzas del bien y del mal para librar la batalla final del gran día de Dios todopoderoso”. ¿Vencerá finalmente el bien sobre el mal, o es esa batalla una simple fantasía?
Resulta consolador saber que la Biblia menciona repetidas veces el fin de la iniquidad, es decir, la maldad. Por ejemplo, en el libro de los Salmos dice: “Los pecadores serán acabados de sobre la tierra; y en cuanto a los inicuos, ya no serán” (Salmo 104:35). Y en el de Proverbios añade: “Los rectos son los que residirán en la tierra, y los exentos de culpa son los que quedarán en ella. En cuanto a los inicuos, serán cortados de la mismísima tierra; y en cuanto a los traicioneros, serán arrancados de ella” (Proverbios 2:21, 22).
La Biblia también explica con claridad que los malvados no renunciarán a su poder por las buenas; de ahí la necesidad de un acto contundente por parte de Dios que ponga fin a todo lo malo, incluidas las guerras (Salmo 2:2). Como veremos a continuación, el nombre que la Biblia da a este conflicto sin igual —Armagedón— es de particular interés.
Batallas que se libraron cerca de Meguidó
La palabra Armagedón se deriva de un término que significa “montaña de Meguidó”, y tanto la ciudad de Meguidó como la llanura que desde allí se dominaba —la llanura (o valle) de Jezreel— tienen una larga historia de batallas decisivas. En su libro The Battles of Armageddon (Las batallas de Armagedón), el historiador Eric H. Cline escribe: “A lo largo de la historia, Meguidó y el valle de Jezreel han sido la zona cero de batallas que determinaron el mismísimo curso de la civilización”.
Como indica dicho historiador, muchas de las batallas que se libraron cerca de Meguidó fueron de gran trascendencia. Los ejércitos mongoles, que invadieron gran parte de Asia en el siglo XIII, sufrieron su primera derrota en el valle de Jezreel. Durante la primera guerra mundial, las fuerzas británicas bajo el general Edmund Allenby derrotaron a los turcos en las cercanías de Meguidó. Un historiador militar dijo que la victoria de Allenby formó parte de “una de las más rápidas campañas decisivas” y constituyó “una de las batallas más decisivas de toda la historia”.
La Biblia también menciona batallas muy importantes que se pelearon cerca de Meguidó. Por ejemplo, el juez Barac conquistó a las fuerzas cananeas de Sísara en esa zona (Jueces 4:14-16; 5:19-21). Gedeón, con un pequeño ejército de 300 hombres, derrotó al enorme ejército madianita en las inmediaciones de Meguidó (Jueces 7:19-22). El rey Saúl y su hijo Jonatán murieron cerca del monte Guilboa, al este de la llanura de Jezreel, cuando las fuerzas filisteas vencieron al ejército israelita (1 Samuel 31:1-7).
Debido a su estratégica posición geográfica, Meguidó y el valle de Jezreel han sido el escenario de decenas de batallas durante los pasados cuatro mil años. Un historiador llegó a contar por lo menos 34.
La historia de Meguidó y su estratégica ubicación ayudan a entender el uso figurado de la palabra Armagedón. Aunque solo se encuentra una vez en la Biblia, en el libro de Apocalipsis, el contexto en el que aparece deja muy claro que el Armagedón afectará la vida de toda persona de la Tierra.
El Armagedón según la Biblia
Aunque muchas de las guerras que se libraron cerca de Meguidó resultaron decisivas, ninguna logró eliminar la maldad. En ninguna de ellas se enfrentaron las fuerzas del bien y del mal en sentido absoluto. Lógicamente, esa clase de conflicto tiene que originarse de Dios, el máximo exponente del bien. Como dijo Jesús en cierta ocasión, “nadie es bueno, sino uno solo, Dios” (Lucas 18:19). Además, la Biblia dice específicamente que el Armagedón es la guerra de Dios.
El libro bíblico de Apocalipsis indica que “los reyes de toda la tierra habitada” serán reunidos “a la guerra del gran día de Dios el Todopoderoso” (Revelación 16:14). Después añade que los reunirán “en el lugar que en hebreo se llama Har–Magedón”, o Armagedón (Revelación 16:16).* Un poco más adelante explica que “los reyes de la tierra” y “sus ejércitos” serán “reunidos para hacer la guerra contra el [jinete] y contra su ejército” (Revelación 19:19). Este jinete es el propio Jesucristo (1 Timoteo 6:14, 15;Revelación 19:11, 12, 16).
¿A qué conclusión nos llevan estos versículos? Queda bien claro que el Armagedón es una guerra entre Dios y la humanidad desobediente. ¿Por qué librarán Jehová y su Hijo, Jesucristo, semejante guerra? En parte, porque el Armagedón va a “causar la ruina de los que están arruinando la tierra” (Revelación 11:18). Además, dará paso a un mundo de paz, “una nueva tierra que esperamos según [la] promesa [de Dios]” y en la que “la justicia habrá de morar” (2 Pedro 3:13).
¿Por qué es necesario el Armagedón?
¿Le cuesta entender por qué Jehová, un “Dios de amor”, mandará a su Hijo, el “Príncipe de Paz”, a luchar en una guerra? (2 Corintios 13:11; Isaías 9:6.) Para entender el porqué, es preciso conocer sus motivos. ¿Por qué lucha Jesús? El libro de los Salmos lo describe como un guerrero a caballo y explica que “cabalga en la causa de la verdad y la humildad y la justicia”. En otras palabras, guerrea porque ama la justicia y odia la maldad (Salmo 45:4, 7).
¿Y cómo ve Jehová Dios la injusticia del mundo de hoy? El profeta bíblico Isaías escribe: “El Señor se ha indignado al ver que no hay justicia”. Tal indignación lo impulsa a vestirse con el equipo de un guerrero: “Se revistió de justicia como de una coraza, y puso en su cabeza el yelmo de la salvación; se vistió la venganza como una túnica y se envolvió en la indignación como en un manto” (Isaías 59:15, 17, Martín Nieto, 1992).
Mientras haya en el poder personas malas, los justos no vivirán en paz y seguridad (Proverbios 29:2; Eclesiastés 8:9). Siendo realistas, no podemos esperar que desaparezcan la corrupción y la maldad si las personas que cometen actos de esa clase siguen existiendo. Por tanto, para que haya paz y justicia duraderas, se ha de pagar un precio: se ha de eliminar a los inicuos, es decir, los malos. “El inicuo es un rescate para el justo”, escribió Salomón (Proverbios 21:18).
Como Dios es el Juez, podemos estar seguros de que las sentencias que dicte contra los impíos serán siempre justas. “¿El Juez de toda la tierra no va a hacer lo que es recto?”, preguntó Abrahán. Y como él mismo pudo corroborar, Jehová siempre hace lo que es recto (Génesis 18:25). Además, la Biblia nos asegura que Jehová no se deleita en la muerte de los inicuos; solo los destruye como último recurso (Ezequiel 18:32; 2 Pedro 3:9).
No tomemos el asunto a la ligera
¿De qué lado estaremos en este decisivo conflicto? Así, de buenas a primeras, casi todos nos imaginamos que estamos del lado de las fuerzas del bien. Pero ¿cómo podemos asegurarnos de ello? El profeta Sofonías exhorta: “Busquen justicia, busquen mansedumbre” (Sofonías 2:3). La voluntad de Dios es que “hombres de toda clase se salven y lleguen a un conocimiento exacto de la verdad”, dice el apóstol Pablo (1 Timoteo 2:4).
El primer paso hacia la salvación consiste en aprender la verdad sobre Jehová y sobre su propósito de eliminar la maldad de la Tierra. El segundo paso es practicar la justicia, con lo que conseguiremos el favor de Dios y su protección.
Si damos estos pasos importantes, podremos esperar con ganas la guerra que realmente acabará con todas las guerras: el Armagedón. Después del Armagedón, todo ser humano del planeta verá la guerra como algo incomprensible y repugnante. “Nunca más se adiestrarán para la guerra.” (Isaías 2:4, Nueva Versión Internacional.)
http://wol.jw.org/es/wol/d/r4/lp-s/2008241